Lo de Nacho Cano echando la culpa de su detención a un montaje policial por su amistad con Ayuso podría haber sido yo de pequeña culpando a mi hermana Belén de todo lo malo que habíamos hecho, o ya de mayor cuando le echo la ... culpa a Dios de todas mis desgracias, mis pérdidas y mis ausencias.

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El caso es que aquí todos somos muy buenos hasta que se demuestra lo contrario. O no. Basta con la etiqueta, la fama impuesta o una versión muy bien orquestada y ya te quedas con el cartel para el resto de tus días. Y no por repetir una mentira muchas veces se va a convertir en verdad. Prejuicio de culpabilidad le llaman.

A Lamine Yamal también le echo yo la culpa de haberme tragado la Eurocopa entera. Hastiada de fútbol desde hace un tiempo, el chaval de diecisiete años, que podía ser mi sobrino ya que comparten el mismo pelo visera, me ha hecho reconciliarme con este deporte.

Cuando esta columna salga en papel, la selección jugará en Berlín la final de la Eurocopa 2024 y nada me alegraría más que España se llevara hoy el título. Este equipo multirracial que se divierte, que combina con acierto a veteranos con jugadores insultantemente jóvenes y que refleja a la perfección la heterogeneidad de nuestra sociedad actual me representa, le pese a quien le pese. Si una España plural y diversa gana, ganamos todos. ¿Pero qué sabré yo de fútbol?

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Hasta aquí mi análisis deportivo, que yo realmente de lo que entiendo es de futbolistas guapos y fornidos, que será porque una ya tiene una edad, pero no he encontrado de esos en esta Eurocopa. Me acuerdo de Pirlo, Totti y Beckham, y nada de eso he visto este año. Deseando estoy que empiecen las Olimpiadas, que de esos deportistas también entiendo.

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