Unas señoras caminan sobre el agua. Mood cristo. Son tres. Pasean paralelas a la costa de la playa de María Pia, en Alghero. Un pueblo de Cerdeña cuyas murallas hablan de un pasado de batallas levantiscas frente «al turco» y otra suerte de piratas. Aquí, ... en la parte 'ex muris', las dunas creadas por la pinada dan paso leve hacia una orilla estrecha y repleta de niños, bares, sombrillas y hamacas. Tal vez por eso pasean por dentro del agua. No están solas, pero ellas me llaman la atención. Su pelo corto, su bolso bajo el brazo, las tres con su pequeña cartera sobaquera que se mantiene sin esfuerzo contra su cuerpo, como si fueran a la tienda a comprar pan, caminan por una corriente marítima dedicada a los transeúntes líquidos, caminantes acuáticos que utilizan una vía invisible para ir, arriba y abajo, por kilómetros, como las abuelas de la huerta paseaban por las veredas. Caminar el agua. He venido a Italia a poner la oreja, y estoy poniendo los ojos. Al principio he creído la falta de espacio en la arena el motivo de sus paseos líquidos. Pero hay algo más. Hay algo místico. Hay algo mágico en su gesto. Las siento como una forma híbrida, una especie de sirenas reales, que comienzan a salir del agua por pasos. Sus propios pasos. Que ya han aprendido a respirar fuera del reino de Neptuno, pero que aún necesitan el contacto de sus pies (quién sabe si aletas, o patas de pato) con su elemento primordial. Diosas de un mundo mestizo que aún vive en las islas, y que guardan en secreto las tres señoras en sus bolsos de coral. Las tres Marías, las tres Gracias, las tres carabelas, pasean despreocupadas su camino fresco y salado, sin importarle nada los turistas, los piratas, ni los caminos que no sean del mar.

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