¿Por qué hay pesares que solo cura un baño en el mar? ¿Cuántos momentos preciosos se olvidaron para siempre? ¿Cómo de lejos llega una brisa?

Publicidad

Nunca lo sabremos todo. Es así. Anoche estaba subido a unas tablas de madera, aporreando teclados de colores con ... dos colegas del instituto. Ante nosotros había doscientos invitados de un evento privado de una marca de bebidas espirituosas que cantaron y bailaron (otro misterio), bañados en el sudor pegajoso que regala la humedad atroz de la ciudad de Valencia, todas nuestras canciones.

Al terminar, el espacio recogido e íntimo así lo facilitaba, saludamos y nos hicimos fotos con todos los asistentes. Foto. Flash. Cuándo volvéis a Valencia. Os vi en el FIB. Flash. Me encanta tu 'outfit'. Gracias. Foto. Foto. Flash.

Al fin de la fila de gente una chica joven. Rubia. Con gafas. Nos miraba y miraba el reloj, parecía temer que en cualquier momento dijéramos «'ciao' nos vamos a cambiarnos, otro día nos vemos. Os queremos». Pero aguantamos siempre porque nosotros nos da alegría.

Publicidad

Al llegar su turno, la chica rubia arranca a decir que una canción nuestra fue muy importante para ella y se rompe a llorar, mientras intentamos consolarla nos abraza y nos da las gracias una y otra vez. Una canción cualquiera, que nunca hacemos en directo, una más de tantas que hay en tantos discos, que habla de amigos, de noches fugaces por el barrio, de la pandilla, de echarse de menos, una canción normal. Una canción. Ya está.

Y es que nunca lo sabremos todo.

En mi profesión, una palabra, un acorde, por olvidado o banal que parezca, puede quedarse dentro de alguien para siempre. Romperlo. Arreglarlo. Alegrarlo. Formar parte intrínseca de su memoria, y es que mi trabajo a veces es una bendición. Que no se me olvide nunca.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad