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Afirmaba Franz Liszt, uno de los mejores pianistas de la historia, que «la música es un lenguaje poético, más apto seguramente que la propia poesía, para expresar todo lo que, dentro de nosotros mismos, traspasa los horizontes normales, lo que escapa al análisis lógico, lo ... que se encuentra en las profundidades inaccesibles». Condensaba así, en una reflexión llena de verdad y lírica, la capacidad incalculable de una melodía o una simple nota para alterar nuestras emociones, abrir cofres de la melancolía que parecían cerrados a cal y desencanto, equilibrar el caos que susurra al otro lado del espejo, desvanecer los espejismos que conviven en la rutina, reescribir los renglones torcidos de la añoranza, ampliar las coordenadas del éxtasis y trasladarnos hacia lugares cuyo punto de partida se dibuja al compás de los primeros sonidos. Sugestión y descarga eléctrica. Desenfreno y calma. Liturgia y devoción. Experiencia compartida y fortuna individual e intransferible. Con la música, y orientamos ya la mirada hacia su puesta de largo en el directo, se puede llegar a perder la cuenta de las sensaciones vividas, notando con exactitud el instante en el que el salto al vacío resulta estar lleno de certezas y las palabras se rinden en su capacidad para poder transmitir con precisión el valor del trayecto. Sucede en conciertos que firman con arena de oro sus huellas en nuestros recuerdos y nos hacen levitar en nuestro asiento sin que para ello tengamos que mover ni un solo músculo. Sucede en conciertos que son viajes con postales perennes, abrumadoras vistas y maletas abiertas. Sucede en conciertos como el de Sofiane Pamart en la vigésimo séptima edición de La Mar de Músicas.
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Artistas: Maestro Espada/Santrofi/Sofiane Pamart/La Cabra Mecánica
Dónde y cuándo: Real Club de Regatas/Plaza del Ayuntamiento/Patio del antiguo CIM/Auditorio 'Paco Martín' del Parque Torres
Calificación: Sobresaliente/Sobresaliente/Excelente/Notable
Con el Patio del Antiguo CIM como paisaje a la altura del portento y el silencio colaborador de un público feliz de formar parte de la hipnosis colectiva, el prodigioso pianista francés ofreció un directo al que la palabra perfección se ajusta con precisión milimétrica. Sugerente en las formas, hermosísima en el fondo, deslumbrante en su ejecución y cautivadora tanto en sus paréntesis como en su ímpetu, la música de Pamart traspasó los escudos más férreos, asombró en su virtuosismo, caló en su esencia de oasis en el desierto y arropó como la más cálida de las hogueras en invierno. En cada interpretación, un milagro. En cada pausa, una cascada de oxígeno. En cada tecla, un latido. Tras cada tema, una justificada ovación. Monumento a la música en uno de esos conciertos donde tratas de fotografiar mentalmente cada segundo para guardarlo como oro en paño en una estancia privilegiada de la memoria.
Un lugar especial donde podría compartir perfectamente espacio con el maravilloso directo que ofrecieron Maestro Espada a comienzos de la jornada en el Real Club de Regatas. Partiendo de una profunda investigación del folclore murciano motivada por el regreso a la inmensa huerta de su infancia, el dúo formado por los hermanos Alejandro y Víctor Hernández confirmó en La Mar de Músicas su condición de propuesta a tener más que en cuenta de cara al futuro inmediato del panorama musical regional. Arriesgados y delicados, tradicionales y contemporáneos, cautivadores desde el aullido inconfundible de la delicadeza al golpe seco de la percusión de madera, Maestro Espada hacen de cada reinterpretación de los sonidos de nuestra historia y cultura un nuevo hallazgo. Dos voces de terciopelo que se unifican en la belleza, capaces de detener el tiempo y rimar el sudor con la lágrima a través de piezas tan formidables como 'Estrellica' o 'Parranda', el conmovedor cierre de un concierto que, con los elementos mínimos, alcanzó las más altas cotas de emoción.
Los reencuentros inesperados, si se escriben con la tinta de la poesía, suenan, se leen y hasta puede que se comprendan mejor. Y el que propuso La Cabra Mecánica en el Auditorio 'Paco Martín' cumplió a rajatabla con esta idea. Doce años después de su despedida, la reivindicada (con razón) banda liderada por Lichis, alumno aventajado de la Universidad de Sabina, Urrutia y Kiko Veneno, así como poseedor de un mundo propio donde la inspiración respira con el vaivén de lo cotidiano, se volvía a reunir por primera vez para conmemorar el vigésimo quinto aniversario de su primer disco, el magnífico 'Cuando me suenan las tripas'. Y lo que partía como fiesta de cumpleaños de su debut terminó convertido en celebración de toda una carrera. Desde el inicio con 'Felicidad', golpe automático de nostalgia, hasta la despedida, La Cabra Mecánica sonó como si el tiempo de luto no hubiera existido, como si su último brindis escénico hubiera sido ayer, como si los relojes hubieran cambiado sus agujas de óxido por arena. Y así, con el respetable participando en cada envite con gusto y decisión, la banda entregó alguna de las composiciones más destacadas de su trayectoria como 'Carne de canción'; 'El día de tu boda'; 'Mi única riqueza', la única parada en su citado estreno discográfico junto a 'Arroz con ajo'; el fabuloso chupito de verbena de 'La fábula del hombre lobo y la mujer pantera'; 'Valientes'; la coreada 'La lista de la compra'; o una memorable simbiosis final entre 'Como Penélope en la estación del ave', 'Antihéroes' y 'Hotel Lichis', casi nada, con la que completaron su particular revancha contra el paso del tiempo de forma sobresaliente.
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Un regreso a la altura con el que finalizó una jornada que también contó con la presencia de Santrofi, formación que se enmarca, desde ya, en la colección de grandes sorpresas de esta edición. Y es que esta ha sido siempre una de las grandísimas virtudes de La Mar de Músicas, el descubrirnos propuestas tan disfrutables, arrebatadoras y enérgicas como la de este grupo de jóvenes ghaneses que conquistaron Cartagena con un repertorio de irresistible fuerza. Especialmente brillantes cuando pisaban el acelerador, como ocurrió con un espectacular cierre donde la banda convirtió la Plaza del Ayuntamiento en el Mardi Gras de Nueva Orleans, Santrofi regaló un vendaval musical repleto de descargas de irrefrenable ritmo que, volviendo a las palabras iniciales de Liszt, traspasaron los horizontes normales y escapan al análisis lógico. Poesía en movimiento permanente.
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