A los pies de Capullo de Jerez

Tenía previsto abrir la gala José Soto 'Sorderita', pero por cuestiones del GPS, como tardaba unos minutos, le tocó de improviso calentar al cantaor extremeño Miguel de Tena. Mientras en los camerinos se ponía el traje artístico, soltó un par de gritos. «¡Pepéééééé!». Por supuesto que no pasaba nada, templaba la voz. Comenzó calentándose por malagueñas y abandolaos. Le siguieron una serie de soleares, para pasar a unos tientos y tangos, en los que se gustó por los jaleos de su tierra. El cantaor, muy querido aquí desde que ganara el 'Melón de Oro' de 1999, goza del favor del público y se siente como en casa. Así que sobrado de facultades, con esa voz laína que le caracteriza, comenzó a pellizcar con unas estupendas granaínas, siempre guiado por la excelente guitarra de Antonio Carrión. Y para rematar su buena actuación, concluyó por fandangos, en los que siempre sobresale, con esa vibrante voz que le permite alargar y hacer florituras de manera especial. A capela terminó recordando los fandangos de su paisano, Porrinas de Badajoz. Y llegó el momento de la emoción.

En el acto institucional se homenajeaba, a título póstumo, al gran guitarrista Juan Habichuela. Se pasó un video del artista. Presentó el acto el director del Festival, Juan Tomás Frutos. Y subieron al escenario la viuda y su hijo Antonio Carmona, del grupo Ketama, ante la presencia del presidente de la Peña Melón de Oro, Mariano Escudero; Marta López-Briones, directora General del Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes; y el alcalde de Torre Pacheco, Antonio León Garre, que le imponía la medalla a la 'Tía Matilde', viuda del guitarrista, que al no poder aguantar la emoción tuvo que abandonar el escenario y no pudo recoger el ramo de flores.

Así que era el momento para José Soto 'Sorderita', otro histórico de Ketama, y yerno del gran guitarrista homenajeado, que explicó cómo Juan Habichuela les apoyó con una soleá en el disco 'No estamos locos'. Y por soleá empezó su actuación. A continuación, acordándose de la tierra en la que estaba, cantó un par de tarantos. Ya había advertido que él era el cantautor de su casa, pero que llevaba los genes del flamenco clásico. De manera que el cante por alegrías se lo quiso dedicar: «A mi novia Loli, mi mujer con la que llevo desde los 13 años». Prosiguió por fandangos, y en esta ocasión quiso invitar a la joven guitarrista Mercedes Luján, para que lo acompañara. Ya en la parte final de su actuación, recordando esa parte del flamenco-fusión, de la que forma parte de la historia, con Ketama, cantó una serie de composiciones de aquellos momentos y terminó siendo muy aplaudido. Y como no podía ser de otra manera, una vez más, Capullo de Jerez, llegó, vió y triunfó. Ya salió al escenario con un grito de guerra: «¡Ehhh!».

Aunque comenzó suave por una serie de soleares, de ahí pasó a unos fandangos y muy pronto se levantó de la silla. La gente quería marcha y marcha que le daba: puso en funcionamiento la máquina de la bulería, con el soniquete de la guitarra de Manuel Jero, y las palmas de José Rubichi y José Peña. Y se montó la fiesta jerezana, con ese compás tan característico. Capullo de Jerez, que tiene su punto de showman, se ponía derecho, gesticulaba, levantaba los brazos y los recogía, bailaba, mientras aceleraba o desaceleraba el compás de la bulería, cantando sus temas tan característicos, que algunos espectadores tarareaban, desde ese 'Hala Madrid' a su famoso 'Apágame la luz, enciéndeme la luz'. Con el personal a sus pies, cuando algunos comenzaban a marcharse, les decía: «No marcharos, no irse».

Y terminaba la noche con un fin de fiesta, en el que José Soto 'Sorderita' cantaba y Capullo de Jerez se echaba un baile.