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Lo que tienen las despedidas es que saben a sal. Y aunque parezca lo contrario, no pesan, acompañan. Y cuidan. Y curan. Y difuminan con memoria los interrogantes que creamos al intentar evitarlos. Lo que tienen las despedidas, las de verdad, es que resuenan con ... el eco del penúltimo vagón, aterrizan con pies de plomo sobre las arenas movedizas y convierten las huellas en mapa del tesoro. Lo que tienen las despedidas, las que importan, es que dejan su aroma impregnado en las ventanas abiertas, su tacto en el roce del día a día y su recuerdo en las páginas por escribir. Lo que tiene una despedida como la que protagonizó Omara Portuondo en la quinta jornada de esta edición de La Mar de Músicas es que sobrevivirá al paso del tiempo con el alma de un hasta pronto.
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Cuenta una de las personas imprescindibles de la organización del festival que Paco Martín tenía un compromiso, no firmado, con la legendaria artista para que cada uno de sus proyectos se presentara en Cartagena, ciudad que Portuondo bien podría considerar una de sus casas más queridas por las numerosísimas veces que ha recorrido sus calles y pisado sus escenarios. Y uno puede creer o no en él, pero que la diva cubana haya iniciado su gira de despedida por Europa en el auditorio que lleva el nombre del añorado creador del festival parece una preciosa estrategia diseñada por el más poético de los destinos. Y con todos estos factores sobre la mesa, ¿cómo no iba a terminar siendo una noche inolvidable?
«Yo sigo siendo, cuando le canto al público, como un volcán de sentimiento puro que estalla». Así se definía la propia artista en su reciente y maravillosa charla con Antonio Arco para LA VERDAD y de esta manera se desenvolvió en su trono desde la apertura con 'Tabú' hasta los bises con 'Dos gardenias' y 'Bésame sueño', algo parecido al cierre soñado. Explosiones de distinción y sutileza, de equilibrio y sabiduría, de interpretación madura y ajustada. Referente de saber ser y estar, de comprender lo que necesita cada tema, de acariciar cuando la oportunidad lo merezca y danzar suavemente bajo la luna en el momento indicado. Corazón, alma y luz única de temas legendarios como 'Tú me acostumbraste', 'Veinte años' o 'Quizás, quizás, quizás'. Una artista única que, siendo a lo largo de su trayectoria la protagonista femenina de Buena Vista Social Club, la bailarina estrella del cabaret Tropicana y la novia del feeling, no ha dejado ser nunca Omara Portuondo. Y frente a su familia de La Mar de Músicas, por última vez, siguió siéndolo. En otra de sus memorables declaraciones en la citada entrevista para este periódico, la artista confesaba que esperaba no olvidarse nunca de sonreír. Pues bien, si a alguna de las personas que fuimos a su concierto se nos borrara de la memoria esa valiosa lección, ya tenemos un nuevo recuerdo musical y vital al que agarrarnos para recuperarla.
Una felicidad agudizada por Portuondo, sí, pero cuyas energías más características ya habían recorrido nuestro cuerpo previamente gracias al fantástico directo de Muerdo en el Patio del Antiguo CIM. El artista nacido en Molina de Segura es un valor seguro a la hora de sentarte en tu correspondiente asiento y saber que, del primer al último minuto, te espera un viaje a través de distintas músicas, culturas, historias, armonías y melodías. Y ahí reside el más valioso de sus poderes, en unificar desde el cariño, el respeto y, sobre todo, el talento, los distintos paisajes sonoros y emocionales que pueblan su música. Con un repertorio en el que no faltaron las piezas más sobresalientes de su trayectoria, un camino discográfico impecable hasta la fecha que encontró con su última entrega, 'La sangre del mundo', su punto más alto, y el apoyo de una banda en permanente estado de ebullición, Muerdo enamoró en 'Llegué hasta ti' y 'Vas a encontrarte', donde estuvo acompañado por el saxofón de Julio Gonzalo; invitó a la reflexión con 'Semillas' y 'Canto pal que está despierto'; nos empujó al derroche en 'La canción de la carretera' y 'La prisa mata'; y nos conmovió hasta la lágrima con 'A volar', 'Lejos de la ciudad' o en el hermosísimo arranque con 'Sendero de paso lento'. Un concierto cien por cien Muerdo. Es decir, cien por cien Mar de Músicas.
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'Somos de aquí'. Aunque haya tardado cinco crónicas en comentarlo, ya me perdonaréis, ese es el nombre del escenario del Real Club de Regatas, espacio destinado a iniciar cada jornada al sudoroso compás del mediodía. Una denominación, para terminar de aclarar dudas, basada en que todas y cada una de las propuestas artísticas que se dan cita estos días sobre sus tablas son de la Región. Y aunque uno no tenga un sentimiento de arraigo excesivamente apasionado hacia su tierra, hay ocasiones en los que no puede sentir otra cosa que orgullo al comprobar el extraordinario nivel de nuestro panorama musical. Y eso es lo que sucede cuando se disfruta en directo de Mala Cotton, banda que se ha convertido en una de las sorpresas más gratas del festival hasta el momento. Con fascinantes desarrollos instrumentales, laberintos melódicos de los que no quieres escapar y una sorpresa guardada tras las múltiples esquinas de cada canción, el grupo murciano salta con frescura, claridad de ideas y decisión del pop al soul, de la música disco al funk y del rock progresivo al aullido en autotune sin perder en ningún momento la brújula, clarificando con talento un camino en el que aciertan incluso cuando se lanzan a la aventura de combinar, atención, la 'Saoko' de Rosalía y 'Asereje' con un desenlace punk. No adorarles sería una equivocación.
En otras latitudes artísticas se encuentra Riccie Oriach, cantautor y multiinstrumentista dominicano encargado de inaugurar el turno de tarde en la Plaza del Ayuntamiento. Quizá el más fiel, en términos estrictamente sonoros, a lo que uno puede relacionar con la música del país invitado en esta edición, el suyo fue un concierto de formas elegantes en el que, en sus mejores momentos, se consiguió borrar las distancias entre escenario y aceras. Así sucedió con 'Bendita maldición', 'La Cuyaya', 'Prima tecata' y 'Pa'que suba', los temas más compactos presentados por un Oriach que convenció en su primera visita a La Mar de Músicas, festival que demostró una vez más su incomparable talento para combinar bienvenidas y despedidas.
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