![Arde Bogotá durante su actuación en La Mar de Músicas este miércoles.](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/07/20/ardebogota%20(1)-kUy-U200814467773uzG-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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El refrán de origen bíblico que asegura que nadie es profeta en su tierra hace tiempo que perdió el sentido en casi todos los ámbitos posibles. Y eso incluye, por supuesto, el musical. Para encontrar el ejemplo más reciente, y una demostración de fuerza y ... pasión que todavía nos tiene a más de uno flotando de emoción y con las cuerdas vocales desaparecidas por completo en combate, no tenemos más que trasladarnos brevemente en el tiempo para recordar el histórico paso de Arde Bogotá por una Mar de Músicas que encontró en el concierto de la banda cartagenera uno de los puntos más elevados y arrebatadores de su vigésimo octava edición.
Manteniendo el listón que habían situado a la altura que rima con el verso infinito en aquella inolvidable noche de junio en la plaza de toros de Murcia donde estrenaron en la Región su segundo trabajo largo, el fabuloso 'Cowboys de la A3', los componentes del grupo local, acompañados por Pedro Quesada, guitarrista que aporta siempre los elementos precisos que requiere cada tema para completar su perfecta reconversión a la ceremonia del directo, se subieron con su ya representativa y contagiosa energía al escenario ubicado en una repleta explanada del puerto para arrasar con una actuación que aceptó el diálogo justo con el respiro.
Vibrante desde el primer momento con esa sacudida imbatible formada por 'Los perros', 'Abajo' y 'Besos y animales', tridente de apertura que desafía, agita, retumba en el pecho y quema en las manos a través de una épica de guitarras afiladas, memorables líneas de bajo y una batería especializada en el arte del equilibrio entre la taquicardia y la elegancia, el concierto fue apisonadora e impacto, revolución y desgarro, fiesta de madrugada y madrugón que no pesa.
Hace tiempo que el rumor se convirtió en fenómeno, la expectativa en aplastante victoria y la promesa en apabullante realidad. Y lo mejor es que la razón principal y más importante de este crecimiento vertiginoso protagonizado por la banda desde su reciente aparición reside en el poder de un repertorio que en el fervor del directo coreamos a pleno pulmón mientras intentamos coreografías imposibles con 'Cariño', irresistible fin de fiesta, o 'Escorpio y sagitario'; nos dejamos atravesar por la lanza del reflejo instantáneo de las luces, sombras, ilusión y esperanza de nuestra generación con 'Millennial' y una inmensa 'Cowboys de la A3'; perdemos los papeles y la aburrida compostura con 'Qué vida tan dura', uno de los grandes momentos de la noche, 'Antiaéreo', contigo empezó todo, o una 'Veneno' redondeada por destellos latinos; viajamos por las carreteras peligrosas y curvas desafiantes del romanticismo de maleteros abiertos, vasos de plástico en la arena y anocheceres de gritos en silencio con 'El beso' y la brutal 'Virtud y castigo'; o cerramos los ojos y abrimos las compuertas de la memoria para abrazar a quienes, quedándose atrás, nunca llegaron a marcharse con las maravillosas 'Copilotos', 'La salvación' y la más especial de las versiones de 'Exoplaneta'.
No hay fórmula secreta ni truco de magia, la clave del ciclón de Arde Bogotá reside en la mezcla de sudor, sangre y alma que habita en las baquetas de José Ángel Mercader; en la capacidad de Pepe Esteban para convertir su bajo en una montaña rusa de precisión y conquista; en el corazón honesto y entusiasta que late en las cuerdas de Dani Sánchez; en la tremenda presencia y garganta de un Antonio García imperial de inicio a fin; y, por encima de todo, en un conjunto de canciones de primerísima categoría. Las mismas que, en La Mar de Músicas, protagonizaron una de esas veladas que se convierten en imborrable recuerdo desde el mismo instante en que llega su inevitable final. No hay tierra que se resista a abrazar a profetas de semejante tamaño, talento y generosidad artística. La vuelta a casa más feliz de los cowboys de Cartagena, de nuestros vecinos y amigos. De los hijos del mar.
Un ciclón que estuvo precedido por la eléctrica actuación en el mismo lugar de una Lisa LeBlanc que supo ganarse a lo grande a todas y cada una de las personas que andaban buscando el mejor sitio posible para disfrutar de Arde Bogotá. Para ello, la carismática artista canadiense presentó una colección de temas que traspiraban rock, country, disco y funk por cada uno de sus poros en un concierto lleno de puntos realmente altos como 'Cerveau ramolli', 'Gossip' o una bestial 'You look like trouble (but I guess I do too)' en la que quedó demostrado que el banjo y el punk pueden coexistir en trepidante armonía. Bravo por ella y su estupenda banda. Asimismo, su compatriota Aysanabee se alzó como otro gran descubrimiento de la jornada en el patio del antiguo CIM. Y eso que, con una escucha atenta de 'Watin', su sobresaliente debut, las pistas eran claras en lo que respecta al talento de un artista cuya voz profunda se adhiere con acierto al férreo armazón de solemnidad y grandilocuencia que presentan canciones como 'Ego death' o 'Near to death'. Lástima que las conversaciones a todo volumen de una parte del público no permitieran disfrutar al máximo de la experiencia. La educación y el respeto en los conciertos, otro tema que requeriría un debate urgente.
En lo que respecta al resto de la jornada, la barcelonesa Lia Kali convenció en una plaza del Ayuntamiento entregada a la causa desde el primer segundo con una actuación que brilló con especial intensidad cuando se elevó sobre los hombros del rap de espíritu soul, dejando momentos de espectacular conexión entre artista y público. Por su parte, Carey, el nuevo proyecto del genial Aarón Saéz y Antonio Turro, enamoró con una propuesta que recoge los vientos del flamenco, el pop, el jazz, el bolero, el tango o la rumba, entre otros estilos, y los transforma en deliciosa brisa musical de aroma marino que se tararea y saborea con sumo gusto. Dejándose la piel, la carne y el suspiro, especialmente en el caso de un pletórico Sáez al que resultó imposible dejar de admirar en su apasionada interpretación de cada una de las magníficas letras que se fueron sucediendo, Carey ofreció un concierto que, al igual que su espléndido debut, 'Estamos hablando de tigres', nos dejó con ganas de seguir conociendo más horizontes de su particular universo artístico. Aunque, de seguir así, todo apunta a que no tardaremos demasiado en verlos de nuevo en acción sobre alguno de los escenarios que tantas alegrías nos dieron en otra sensacional jornada a orillas de La Mar.
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