Pedro Vicente Martínez: «Le digo a mi madre que no se preocupe por mí porque yo voy a morir de viejo, lo tengo clarísimo»
Estío a la murciana ·
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Nacido en Ceutí en 1968, se licenció en Ciencias Económicas por la UNED y es doctor en Antropología Social por la UMU. Guardia Civil en excedencia y víctima del terrorismo, ha sido jefe de la Policía Local de Yecla desde 2001 hasta su nombramiento como ... director general de Seguridad y Emergencias de la Consejería de Presidencia, Portavocía, Acción Exterior y Emergencias, que depende de Marcos Ortuño. Observador internacional de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa y de la Unión Europea, ha sido distinguido con diversas condecoraciones policiales, entre ellas las del mérito de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Son cinco hermanos. Su padre fue primero conductor de autobuses y después guardia civil. Está casado y tiene dos hijos. Desde mayo pasado es también presidente de la Asociación Víctimas del Terrorismo de la Región de Murcia. Hace tres años vivió una experiencia de esas que te cambian la vida para siempre, de esas que por sí solas merecen una entrevista. Una experiencia que habla de coraje, determinación y gratitud. Pero prefiere no hacerla pública.
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–¿Se esperaba que le ofrecieran este cargo?
–Para nada.
–¿Por qué aceptó?
–Me lo propuso Marcos [Ortuño], a quien conozco desde su etapa como alcalde de Yecla. Los dos somos personas leales y a los dos nos gusta hacer muy bien nuestro trabajo; me convenció, él sabe que yo no me pongo de lado ante ningún problema.
–Los estudios.
–Con 18 años, quería hacer Ciencias Económicas, pero en COU –yo era de Ciencias puras– suspendí la Lengua, que era la maría, y tuve que repetir curso. Mi padre me propuso: '¿Por qué no te presentas a la Guardia Civil?'. Y eso hice, me fui a la Guardia Civil con 18 años, pero a partir de ahí también fui aprobando la Lengua, después la Selectividad, después me licencié en Ciencias Económicas y, finalmente, hice el doctorado [en la UMU].
–El niño.
–Mi madre dice que tenía azogue [sonríe]. De los cinco hermanos, yo era el más nervioso, el más inquieto y el más liante; ¡con su Pedrito tuvo mi madre tela! [Sonríe]
–La madre.
–Tenía debilidad por todos sus hijos. Ella no quería que me fuese a la Guardia Civil, eran unos años en los que la cosa estaba jodida para los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado. A mis padres se les puso en el moño que sus cinco hijos fuesen titulados superiores, y lo consiguieron. El día de mi toma de posesión [como director general], mi madre, que es una charlatana [ríe], le contaba a la gente muy orgullosa que sus cinco hijos estaban muy bien colocados y que habían conseguido que todos estudiaran con un sueldo de guardia civil.
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Un sitio para tomar algo. Gorgolesco Bar, en Ceutí.
Una canción. 'Hotel California', de Eagles; y 'Dustland', de The Killers.
Un libro. 'Sobre la felicidad', de Séneca.
Un viaje pendiente. Japón.
Un aroma. El agua del mar.
¿Le gustaría ser invisible? No.
Un personaje histórico. Jean Monnet.
Un lugar al que volver. Zaragoza.
Un capricho. Escapadas de fin de semana a ciudades europeas.
Un epitafio. Ha muerto de viejo como siempre dijo.
–¿Qué le enseñaron en casa?
–Esfuerzo, esfuerzo, esfuerzo. Yo no soy una persona brillante intelectualmente, pero tengo una capacidad de esfuerzo que, lo reconozco, a veces me sorprende. Mire, yo di francés cuando estudiaba, pero por melón, porque se me puso en el moño hablar inglés, empecé y llegue a sacarme el C2. Consigo las cosas porque me esfuerzo y me sacrifico, no porque tenga una inteligencia superior.
–Su primer destino.
–Yo salí en junio del 87 de la Academia y me vine a Santiago de la Ribera, donde estuve tres meses durante la 'operación verano'. Y de ahí me fui a Zaragoza, destinado al núcleo de servicios de la Casa Cuartel.
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–El atentado.
–El 11 de diciembre de 1987, ETA hizo estallar en la Casa Cuartel de Zaragoza 250 kilogramos de explosivos y mató a once personas, seis de ellas niños. Yo estaba allí, soy víctima del terror y tengo el reconocimiento de víctima del terrorismo por Su Majestad el Rey Juan Carlos.
–¿Siguen viniéndole a usted imágenes de aquel día?
–Tenía 19 años, y desde entonces el atentado de ETA lo recuerdo todos los días... Los destrozos, ese olor a quemado tan bestial, los gritos de '¡socorro, socorro!'... Cuando tomé conciencia de lo que había pasado, la cabeza me dio un vuelco, entré en estado de 'shock' y me recuerdo tranquilo, ni frío ni calor. No experimentaba sentimientos ni de llanto, ni de ira, ni de rabia...
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–¿Qué hizo?
–En cuanto pude, buscar una cabina telefónica para llamar a mis padres y tranquilizarles. 'Papá, papá, ha muerto mucha gente...', le dije. Unos años después, me deshice de toda la documentación del atentado: del informe psiquiátrico, del tratamiento...; lo tiré todo porque necesitaba de una vez pasar página.
–Las secuelas.
–No me siento de espaldas a una puerta, miro a ambos lados cuando salgo a la calle, busco asegurarme de que todo está en orden a mi alrededor... Era un joven fuerte y valiente, pero lo que vi ese día... Había dos niñas gemelas de tres años, Míriam y Esther Barrera, a las que yo veía jugar en el cuartel. Su padre, técnico de explosivos, las tuvo que ver destrozadas por una bomba, dos hijas asesinadas...
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–Después.
–Pude elegir plaza en Murcia y me trasladé.
–¿Por qué dejó la Guardia Civil?
–El punto de inflexión llega cuando mi hija cumple tres años, la edad que tenían las gemelas. Pensaba: 'Si a mí me quita alguien a mi hija monto la de dios'. Sé que me quedaría muerto en vida, que sería como si me muriese todos los santos días, y que montaría la de dios. Pensaba que esas niñas deberían estar ahora estudiando una carrera, enamoradas, felices..., y no enterradas. En una ocasión me encontré años después con el padre, y no me atreví ni a mirarle a los ojos.
–¿Se planteó perdonar?
–¿Perdonar a ETA? Sigo teniendo mucho resentimiento, mucho odio. Yo no perdono a Santi Potros ni a ningún otro, ni los perdono ni les voy a perdonar en la vida. Que haya víctimas que quieran perdonar me parece perfecto, pero yo no lo voy a hacer. Lo único que quiero es que cumplan las más severas de las condenas por lo que hicieron. Y lo que no comprendo es que tú vayas ahora al País Vasco y tengas, día sí, día no, actos en reconocimiento de presos terroristas que han matado. ¿Eso es normalidad? ¡Normalidad mi prima! ¿Y qué han conseguido los vascos matando a 864 personas? ¡Nada que no tuvieran ya! Y sabiendo que no lograrían nada se dedicaron a matar como salvajes. Yo vi en Zaragoza a gente joven debajo de los escombros con el cráneo reventado.
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–¿Y el olvido?
–Me dijeron alguna vez que tanto odio te puede generar una enfermedad, pero no creo. A mí me hace estar en mi sitio.
–ETA.
–Hay 300 familias que no saben quién mató a su padre, a su hijo, a su hermano... Cuando sepamos quién ha sido, porque ellos lo saben, entonces igual empezamos a hablar de que ETA ha desaparecido. ETA sigue existiendo, porque lo que no puede ser es que tengamos en el Congreso a gente que continúa sin condenar claramente la violencia de ETA, y que se llegue a acuerdos con un partido que ha tenido los santos cojones de, en las últimas elecciones municipales, intentar colar en sus listas a gente con delitos de la sangre. Los tienen cuadrados, les da igual todo. Con esta gente ningún partido debería llegar a ningún acuerdo.
–Sus descendientes.
–Jorge, por el patrón de Aragón [23 años] y Pilar, por la Virgen del Pilar [19 años].
–¿Qué le apasiona?
–El fútbol me encanta; de hecho, con la selección murciana de policías locales y bomberos hemos sido campeones del mundo en Barcelona, campeones del mundo en Vancouver, campeones del mundo en Quebec y en Nueva York, en Australia quedamos cuartos y también hemos ganado tres europeos.
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–¿De qué jugaba?
–De lateral derecho, y era el capitán. Ahora siguen ellos, yo me he apartado porque bastante he tirado ya del carro [risas]. Lo que sigo haciendo es deporte todas las semanas, procurando que sea deporte de todo tipo para mantenerme bien en forma.
–¿A qué jugador admira?
–A Raúl; de hecho, en el equipo yo llevaba el número 7. Me gustaba por su talante, su exquisitez y su humildad.
–¿Qué tiene claro?
–Le digo a mi madre que no se preocupe por mí porque yo me voy a morir de viejo, lo tengo clarísimo.
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–¿Le hubiera gustado ir a Venezuela como observador internacional de procesos electorales?
–Claro, lo intenté pero no ha podido ser en esta ocasión.
–¿Barco tenemos?
–Tenemos moto, una moto con la que me encanta hacer rutas semanales por la Región de Murcia y sobre la que me siento libre.
–¿Conoce los celos?
–Sí, en todos los ámbitos, personales y profesionales. Y creo que no son malos del todo si te pueden llevar a ser mejor persona, a mejorar y a darte cuenta de algunos errores cometidos.
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–Un plan con amigos.
–Uno que hacemos de vez en cuando en Ceutí y que siempre es un éxito: nos juntamos a comer gachasmigas.
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