María Cruz Ferreira: «A mi boda vino gente de 36 países, muy fuerte. No podía dejar de llorar al ver a tantos amigos de todo el mundo»
Estío a la murciana ·
Estío a la murciana ·
Gallega, nacida en 1975 en Santa Comba. Actual embajadora del Pacto Climático de la UE, se licenció en Derecho y realizó un máster en Política Internacional, Asuntos Públicos, Políticas de Desarrollo y Gestión de Proyectos. Casada con un murciano, y madre de una hija, ha ... trabajado para la Unión Europea y la Organización de Naciones Unidas, así como en consultoras privadas en diversos países. Es funcionaria del Ayuntamiento de Murcia –jefa de la Agencia de Energía y Clima–. Trabajó en el Gobierno gallego de Núñez Feijóo. Si quieren que haya paz, no utilicen plásticos en su presencia. El consejero Juan María Vázquez está encantado con ella.
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–No puede evitarlo.
–Yo llego a un sitio nuevo y me lo recorro de arriba abajo y no me queda bicho por conocer.
–¿Feminista?
–Toda la vida lo he sido, toda la vida he luchado por la igualdad entre mujeres y hombres, pero no creo en las cuotas, creo en la valía de las personas. Somos la mitad de la población, ¡tonterías con nosotras ni una!, pero discursos que nos enfrenten a los hombres, también ni uno. ¿Escuchó la tontería esa tan grande que dijo Carmen Calvo [PSOE] de que no se podía ser feminista y de derechas? A mí me han dicho que no se puede ser feminista y luchadora contra el cambio climático y ser del PP. ¿No? Pues yo soy las tres cosas.
–La niña.
–Una niña de la Galicia profunda, de un pueblo cerca de la Costa da Morte. Soy la mayor de dos hermanas. Siempre he sido superextrovertida, superhabladora, superalegre...; de pequeña mi padre me llamaba cascabel.
–¿Cómo es?
–Un torrente de emociones; me gustaría tener menos empatía a veces, porque alguien me cuenta un problema, una pena que tiene, y yo me vuelco tanto en ayudarle, sin poner límites, que a veces es me pongo yo misma fatal.
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Un sitio para tomar algo con amigos. Cualquier chiringuito a pie de playa.
Un lugar al que volver. África.
Un libro. 'Almenara', de Miguel Ángel Ruiz.
¿Qué consejo daría? Vive cada día intensamente.
Un aroma. El del bosque.
¿Les gustaría ser invisible? A veces [risas].
¿Qué es lo que más detesta? A los vagos y los mentirosos.
Un baño ideal. En Calnegre.
Un héroe o heroína de ficción. Superwoman.
Un personaje histórico. La Madre Teresa de Caculta, a la que estuve a punto de conocer.
Tiene enemigos. No lo sé, yo tengo amigos de todo tipo, por supuesto también con ideas muy distintas a las mías.
–Las primeras enseñanzas.
–Aprendí muchísimo detrás del mostrador, donde cogí todo el desparpajo que tengo. Mis padres llegaron a tener un supermercado, una armería, un estanco, una tienda de caza y pesca, perfumería, una tienda de regalos... Me encantaba despachar y ayudar a mis padres.
–¿Qué le quedó claro?
–Hay que saber cuándo callar y es muy beneficioso escuchar con mucha atención. Soy supersicóloga, veo entrar a una persona por la puerta y en seguida puedo apreciar muchas cosas...; mira que yo soy habladora, ¡eh!, pues todavía escucho más de lo que hablo. Me encanta escuchar, se muere alguien y pienso en todas las historias que se lleva... No tengo el menor problema en ponerme a hablar con desconocidos, me encanta saber cómo está la gente, cómo le va la vida; yo no tengo coche, así es que cuando cojo el transporte público también aprovecho para hablar con la gente.
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–¿Qué más es?
–Soy un libro de pensamientos positivos con piernas. Yo no he conocido a nadie más trabajador que mis padres, y yo soy igual que ellos, adicta al trabajo.
–¿Con qué soñó siempre?
–Con viajar, con conocer el mundo. En mi habitación tenía puesta una imagen del Atomium de Bruselas y soñaba con verlo en persona. Estaba segura de que un día lo vería, y no sólo lo vi, sino que terminé viviendo y trabajando en Bruselas.
–La abuela Secundina.
–Hablo con ella todos los días, y mira que hace años que ha muerto; era superespecial y la siento conmigo.
–¿Por qué estudió Derecho?
–Yo quería estudiar Turismo y Relaciones Públicas, pero no por presión familiar, sino por inducción familiar, estudié Derecho. Cuando acabé tuve claro que no quería ejercer de abogada, y estuve a punto de apostar por hacer carrera diplomática porque me encantan los idiomas, pero empecé a trabajar en otras cosas y la carrera diplomática quedó atrás.
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–¿Cuántos idiomas habla?
–Hablo español, gallego, inglés, francés, italiano y portugués. Ahora estoy estudiando ruso, que me está costando, y en cuanto lo tenga ya un poco controlado quiero empezar con el árabe.
–¿Qué le pasa?
–No sé mentir, odio la mentira, no puedo con ella. Y tampoco sé disimular porque todo se refleja en mi cara; da igual que no diga ni una palabra, mi cara me delata. Además, yo no voy por detrás, yo digo las cosas a la cara, soy clara, no me gustan las dobleces.
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–¿Qué le decían y procura no olvidarse de ello?
–Mi padre decía que si no tienes palabra no tienes nada, y mi madre que la fe sin buenas acciones es una fe muerta. Yo siempre lo digo, el mundo cambia con tus acciones, no con tus opiniones. Júzgame por lo que hago, no sólo por lo que digo. Yo tengo ya, en el tiempo que llevo con esta responsabilidad, un listado de todas las cosas que he impulsado que, no te digo yo que el listado llegue a Lima, pero sí que ha sido positivo para esta Región, que es mi objetivo.
–¿Se quiere?
–Si no reflexionas, si no haces autoevaluación, no avanzas, sólo envejeces. A veces pienso que me debería querer más, porque la verdad es que vivo para trabajar, y eso hace también que no me cuide todo lo que debería...; la salud me ha dado algunos sustos, pasé por un cáncer de mama y por una neumonía terrible que me duró meses y que fue una pesadilla; fue en 2014 y casi me lleva por adelante. Madre mía, recuerdo un ingreso en el hospital el mismo día en que lo hizo la duquesa de Alba, pobrecita, por el mismo motivo. Yo cogía una lechuga y no podía con su peso, y respirar era una tortura; no llegué a pensar en que había llegado mi final, pero sí le daba vueltas a la idea de quedarme ya para siempre con problemas para respirar.
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–¿A favor?
–Soy muy disfrutona, cuando toca disfrutar me lanzo a ello con mucha intensidad [ríe].
–¿Qué ha experimentado?
–He sido nómada durante muchos años. He viajado muchísimo, he estado trabajando en 12 países y he visitado un total de 71. Recuerdo un trabajo que tuve para el que ponían como una de las condiciones estar dispuesta a viajar 11 meses al año, ¡dije sí a la primera! Quería ver mundo y lo he visto. Y donde he ido he hecho un montón de amigos.
–Su boda.
–A mi boda vino gente de 36 países, muy fuerte. No podía dejar de llorar al ver delante de mí a tantos amigos de todo el mundo. Yo soy de pueblo, de la Galicia profunda, una mujer rural, sencilla, más de monte que las amapolas, y había venido gente de todos sitios, incluida mi amiga Heidi desde Trinidad y Tobago.
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–¿Dónde fue feliz?
–Los años en África fueron maravillosos. Viví tres años allí, en Angola, Guinea, Nigeria, Cabo Verde, Senegal, Mauritania, Namibia. Hay un antes y un después en mi vida después de África.
–Murcia.
–Llegué aquí por trabajo y a los pocos meses conocí a un chico maravilloso en un sitio de comidas para llevar, ya sé que no es muy romántico pero así fue [risas]. Ese chico es hoy mi marido, guapísimo y estupendo, y padre de mi hija [12 años].
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–¿Diría que lo ha tenido más complicado por ser mujer?
–Más difícil no, pero sí que es verdad que me he encontrado con momentos de pasar por situaciones que creo que muchas mujeres que han trabajado o trabajan en determinados ámbitos conocen: hablo del paternalismo, de la condescendencia, de los machos alfa, de los hombres que cuando tú has explicado algo salen inmediatamente a aclarar que lo que tú querías decir es esto y lo otro. Hay hombres para los que sigue siendo un problema tener a una mujer como jefe.
–¿Qué no soporta?
–Los vagos me ponen del hígado, no los soporto, y más cuando hablamos del servicio y el dinero público. Yo me tengo por una servidora pública, y no juego ni con el dinero ni con el tiempo que los ciudadanos merecen que dediquemos a resolver sus problemas.
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–La evidencia climática.
–Hay negacionistas climáticos, como también hay retardistas y falsos medioambientólogos y medioambientalistas, que en público se dan golpes de pecho y que luego en sus casas no reciclan, o que compran impulsivamente 'online'. Quizá los que hemos trabajado en cambio climático lo hemos hecho mal desde el punto de vista de la comunicación, por ejemplo poniendo el acento hace años en el deshielo del polo y el osito polar, que es muy mono pero que nos pilla un poco lejos. No, no, no hay que irse tan lejos. Leía que en Cádiz ha bajado la tasa de turismo este verano, ¿quién quiere estar en una terraza a 40 grados al sol? Estamos hablando de la desestacionalización del turismo, de los grandes cambios en la agricultura y en la pesca, de los grandes cambios en el clima, de cosas que van a tener mucha incidencia en nuestra vida diaria, incluido tomar ese café que nos encanta porque su cultivo también se va a ver afectado.
–¿Orgullosa de qué está?
–Por ejemplo, del Centro Regional de Educación Ambiental (Cream), que es una realidad tras haber restaurado una casa antigua en Sierra Espuña, un lugar de la Región de Murcia que para mí es mágico.
–Núñez Feijóo.
–Trabajé en su Gobierno como directora general de Calidad Ambiental y Cambio Climático. Deseando estoy de que gobierne, porque será un buen presidente y porque es lo que le hace falta a España para salir del momento horroroso en el que estamos.
–¿Le gustaría volver a formar parte de un equipo suyo de Gobierno?
–Eso no se pregunta, no, no. Yo lo que hago, esté donde esté, es defender los valores del Partido Popular. Yo ahora estoy encantadísima con Juan María Vázquez, mi consejero, del que puedo decirle que es uno de los jefes más listos que he tenido, una persona muy trabajadora y muy responsable que las coge al vuelo.
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–¿A qué dice no?
–Al plástico, plástico cero.
–¿Qué es una verdad verdadera?
–Que tengo la mejor suegra del mundo, de la que nunca podré olvidar cómo me cuidó cuando estuve malita.
–¿Existen las meigas?
–¡Haberlas, haylas!
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