Las calles de Cartagena los han visto crecer artísticamente. De hecho, a su primer disco, publicado en 2020, lo bautizaron 'Somos barrio'. Ritmos latinos, ska, reggae y flamenco en su música. Color, sorpresas y buena energía en sus espectáculos, la gran baza del cantante José ... María Vidal (1989) y el trompetista y voz Juanito Rubio (1994), dos de los cuatro actuales componentes de Karmacadabra, junto a Alejandro Solano (batería) y Pablo Abellán (bajo y voz). Fueron los encargados de abrir la última edición de La Mar de Músicas.
-Apuestan todo al directo. ¿Cómo consiguen conectar con el público?
-Juanito Rubio: En los directos es donde más energía hemos puesto en todo momento, mientras quizás otras bandas piensen más en lo digital, en un buen producto para redes sociales, en un disco, muchos discos, muchos singles... son cosas que nosotros, por supuesto, también trabajamos, pero nuestra inercia nos ha llevado a cuidar las conexiones en el momento con el público y hacemos un directo en el que la música se combina con artes plásticas y artes visuales. José María es un artista multidisciplinar y demuestra su talento. En La Mar de Músicas hicimos una 'performance' nueva. Además, siempre hay un espacio para la improvisación, por lo que cada concierto es único.
-¿Por qué Karmacadabra?
-José María Vidal: Es una dualidad. El karma está relacionado con el resto de la existencia, lo que no pertenece a uno mismo y que no se puede controlar. El cadabra, de abracadabra, hace referencia a aquello que sí puedes controlar, ahí está el ego. Es algo muy filosófico, aunque el nombre salió sin darle muchas vueltas y después nos dimos cuenta de que estaba completamente alineado con la filosofía del grupo, con las letras y lo que queríamos contar con nuestro proyecto, en definitiva.
-Sacan su primer disco, 'Somos barrio', en 2020, el peor año para la música en directo. ¿Cómo lo vivieron?
-J.R.: Estuvimos trabajando a lo largo de 2019 y teníamos una gira preparada para 2020 que recorría salas y festivales. El disco se pudo hacer gracias a una campaña de 'crowdfunding' y sentíamos el empujón de toda esa gente que nos había apoyado. Entonces pasó algo que nadie se esperaba y nos costó asimilarlo. A día de hoy estamos trabajando en nuestro próximo proyecto. Otra apuesta.
-J.M.V.: En ese momento necesitamos tiempo para recomponernos. Nosotros sacamos el disco el 22 de febrero y el 14 de marzo se anunció el confinamiento. Hubo miembros a los que la frustración se los comió. Todos conectamos con nuestras partes más oscuras y derrotadas y creo que hubo un punto de inflexión.
-J.R.: Pero miramos para atrás y estamos orgullosos de este disco. A día de hoy lo escuchamos con orgullo, por supuesto. Vemos que la gente tiene ganas de más.
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Un sitio para tomar una cerveza
J.R.: El Soldadito de Plomo, en Cartagena. J.M.V.: El Rincón de Miguel, en Cartagena.
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Una canción
J.R.: 'September' de Earth, Wind and Fire. J.M.V: 'Já sei namorar', de Tribalistas.
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Un libro para el verano
J.M.V: 'Instrumental', de James Rhodes. J.R.: 'El camino de la autodependencia', de Jorge Bucay.
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¿Qué consejo daría?
Escúchate a ti mismo.
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Un aroma
J.M.V.: La canela. J.R.: El café.
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¿Con quién no cenaría jamás?
J.M.V.: Con quien me pudiera matar.J.R.: Cenaría con todo el mundo porque con cualquiera podría surgir una conversación interesante.
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¿Quién dejó de caerle mal?
J.M.V.: Mi archienemigo de cuando era crío. J.R: De primeras nadie me cae mal.
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¿Le gustaría ser invisible?
J.M.V.: Si es un poder que puedo usar cuando quiera, sí; todo el tiempo, no, me encanta que me vean. J.R: Prefiero otros poderes.
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¿Qué le gustaría ser de mayor?
J.M.V.: Buena persona. J.R: Un músico que recorre el mundo con sus compañeros.
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¿Tiene enemigos?
J.M.V.: Seguramente, pero será en el terreno intelectual. Dejamos clarísimo cuál es nuestra ideología. J.R: Quizá haya gente a la que le sea indiferente, pero no creo que nadie me desee el mal.
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¿Qué es lo que más detesta?
J.R.: Que la gente no se comprometa con lo que dice y se falle a sí misma. J.M.V: La discriminación.
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Un baño ideal
J.R: Amaneciendo o atardeciendo en El Portús (Cartagena). J.M.V.: En Cala Morena, la playa nudista de El Portús.
-¿Cómo será su siguiente trabajo?
-J.R.: No sabemos si el formato será de disco pero tenemos una serie de canciones que queremos grabar. Será una puesta, una evolución del sonido y del formato. Se podría decir que no tiene nada que ver con el primero. El primer disco es más luminoso mientras que el nuevo trabajo tendrá algo que ver más con la noche, con el miedo, la oscuridad.
-J.M.V.: Sí. El primer disco es mucho más adolescente. Hemos dejado de tirar flores para empezar a preguntarnos '¿qué estamos haciendo como seres humanos?' y poner un poco de autocrítica y más reivindicación social. Hay una brutal falta de espiritualidad y nos estamos volviendo muñecos rotos de nosotros mismos. No obstante, ni mucho menos deja de ser un disco que no se pueda bailar y disfrutar.
-¿Cuándo y por qué empiezan en la música?
-J.R.: En mi caso, al igual que Alejandro Solano, ambos venimos de las escuelas de música de Cartagena, las bandas, el conservatorio y las enseñanzas clásicas. Al final, no nos conformábamos con eso y nos interesaban también otros sonidos y otros lenguajes como el flamenco y la música latina. Empezamos a movernos por nuestros círculos underground, con los amigos del barrio.
-J.M.V.: Es curioso porque yo he llevado un camino más ligado a la calle y los colegas. Verdadamente yo empecé a aprender más de música en la Iglesia Evangélica Bautista de Cartagena, en [el barrio de] Quitapellejos [ríen]. Ahí la música es completamente diferente, hay rock, blues y otros muchos géneros. Yo ahí cantaba, tocaba la batería y mi primer concierto de mi vida, por así decirlo, fue al bajo. Era una espiritualidad muy abierta donde también había un pensamiento crítico. Ahí hemos tenido a personas que nos han enseñado cosas muy bellas. Y de ahí pasamos a la Rambla de Cartagena, con los punkis, con los raperos. El mestizaje es la herencia de Cartagena y Karmacadabra es un reflejo de la cultura de la ciudad.
«Con orgullo, podemos decir que vivimos del arte»
-Más allá del terreno musical, ¿cómo ha sido su experiencia en la Iglesia Evangélica?
-J.M.V.: Me siento afortunado de no haber nacido en una familia donde me hayan impuesto lo típico, la cultura católica, donde de pequeño te bautizan, después vas a hacer la [Primera] Comunión, después la Confirmación... todo eso está basado en el consumismo. Nosotros hemos tenido la oportunidad de ver algo más ligado al recogimiento y, para mí, más auténtico.
-Juan, ¿por qué se decanta por la trompeta?
-J.R.: Tras aprender solfeo y lenguaje musical en la banda, llega el momento de elegir instrumento. Yo tendría 8 o 9 años y viví ese día con muchos nervios e ilusión. Quería elegir el oboe. Es un instrumento muy elegante. Recuerdo que el director de la banda me dijo que el que quedaba estaba roto y había que repararlo, pero yo no me quería ir a mi casa con las manos vacías. Miré a mi padre y me dijo: 'Juanito, toca la trompeta, que a mí me encanta porque la toca Miles Davis'. Yo sentí que le iba a hacer ilusión y elegí la trompeta.
«El primer disco es más luminoso mientras que el nuevo trabajo tendrá algo que ver más con la noche, con el miedo, la oscuridad»
Un proyecto personal
-Actualmente, ¿pueden vivir de la música?
-J.M.V.: Una de las cosas de la que nos sentimos orgullosos es de estar manteniendo Karmacadabra que no es, ni mucho menos, una empresa fácil de sostener. Si fuésemos un grupo de versiones, estaríamos tocando este verano con treinta y tantas fechas y cada una la cobraríamos bien, pero, al final, este es un proyecto personal. Con orgullo, podemos decir que vivimos del arte. En mi caso, yo vivo de la pintura y no me dedico a otra cosa que no sea artística. Esto, hoy en día, es muy difícil de conseguir. Igual que el resto de mis compañeros, que están en otros proyectos de música o impartiendo clase, pero siempre en torno a lo artístico.
-Cartageneros de raíz, ¿se plantean vivir fuera?
-J.M.V.: De hecho, yo en Cartagena no vivo. Yo trabajo muchísimo aquí, con el Ayuntamiento, pero he encontrado un sitio cerca de la ciudad de Murcia. Una casa en la huerta. Me tiré meses y meses buscando un sitio donde pudiese tener mi espacio musical, mi espacio pictórico, mi almacén de materiales, mi espacio personal y que pudiese también compartir con otras personas con mis mismas inquietudes. Y sigo enamorado de otras ciudades, de hecho, el año pasado estuve trabajando durante seis meses a media hora de París y pude vivir un poco la vida parisina. Yo me confié a la ciudad y nos hicimos amantes.
-J. R.: Yo no descarto que en el futuro pueda trasladarme hacia una ciudad con más oportunidades y más movimiento cultural como Madrid y Barcelona. Cartagena está muy bien para vivir, la queremos como a ninguna, pero necesitamos dar ese salto. Allí te puedes encontrar a tus referentes, a representantes y a otras personas de la industria. Me gustaría también que algún día pudiera llegar el AVE de Madrid a Cartagena.
«Elegí la trompeta porque sentí que a mi padre le iba a hacer ilusión», explica Juanito Rubio
-¿Qué les ha dejado con la boca abierta?
-J. M.V.: En Italia tuve una sensación increíble de fascinación viendo el 'David' de Miguel Ángel, es la única pieza plástica con la que he llorado. También estar en Montmartre, en París, y ver cómo ahí germinó ese movimiento artístico a nivel europeo. Aun así, el viaje que más me impactó fue El Cairo. Tuve la oportunidad de acompañar a un amigo que hacía negocios allí. Él se iba todo el día y yo me quedaba completamente solo. Pasé de museos y de todo lo turístico y me metí por las calles. Hay una energía diferente en El Cairo. La gente cruza sin mirar la calle, como si el futuro ya estuviera escrito. Esa ciudad es la Nueva York del mundo árabe.
-J. R.: El regalo para mí el año pasado fue poder viajar con la música, con mi trompeta y con mis amigos. Por un lado, estar con mi amiga María de Juan en Nueva York y, por otro lado, pasar unos días en la ciudad de Arad, en Rumanía, con mi compañero y amigo Alejandro Solano. Es una ciudad pequeña y muy bonita, nada que ver con Nueva York. Arad me recordó a Cartagena en cuanto a dimensiones y estética. Una noche, de repente, nos cayó una tormenta. No había visto llover así en mi vida. Parecía que Drácula había salido desde el castillo y te iba a atacar. Nos fuimos a tomar algo y acabábamos en un bar que era, en realidad, un club masónico. Todos los proyectos de la industria que te permitan conocer a artistas de talla internacional son maravillosos.