Naturaleza. José Luis Álvarez-Castellanos, en su casa familiar del campo de Ricote. Nacho García/AGM
Coordinador regional de Izquierda Unida-Verdes

José Luis Álvarez-Castellanos: «Soy una persona amable y respetuosa, no me gusta ir de mosca cojonera, ni irritando siempre»

«Tenía 18 años, nos fuimos a Lisboa mi hermana y su novio, y yo y mi prima Cristina; por entonces no teníamos ni idea de que más adelante seríamos novios»

Martes, 30 de julio 2024, 00:22

Cieza, 1957, coordinador regional de Izquierda Unida-Verdes (IU-Verdes). No se olvida de esta frase de Julio Anguita: «Pedir más democracia dentro del capitalismo es como pedirle a un tigre que se haga vegetariano». Sin ir a Cuba que está por miedo a coger ... el avión. Le gusta conversar. Y sabe escuchar.

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–¿Qué es un peligro?

–No debatir, ni reflexionar, ni no estar bien informado cuando tomas una decisión, sobre todo en política, donde se han impuesto la prisa y la ligereza.

–Cieza.

–Viví allí hasta los 15 años; mi padre murió cuando yo tenía 14 años, y mi madre, mis dos hermanas y yo nos trasladamos a Murcia. A partir de entonces estuve mucho más vinculado a Mula, donde tenemos mucha familia e íbamos con frecuencia.

–El niño.

–Muy formal, no daba guerra alguna, aunque como todos los niños de entonces hacía cosas con las que hoy muchos padres pondrían el grito en el cielo. Además de que en las casas estábamos lo justo, nos pasábamos las tardes enteras yéndonos al monte, al río, a escalar...; nos juntábamos en pandillas y podíamos alejarnos del pueblo varios kilómetros, descubriendo lugares, recorriendo ruinas de castillos... Volvíamos de noche a nuestras casas tan felices y contentos y no pasaba nada.

–¿Descendía por el Segura en aquellos neumáticos de camión en los que disfrutábamos como locos?

–No, ¡eso no!, yo al río le he tenido siempre mucho respeto.

–¿Travesuras?

–Poca cosa [risas], y porque me dejaba convencer: alguna vez me fugaba alguna clase del instituto o robaba algún albaricoque de la huerta con los amigos; una vez nos pilló el dueño, y como yo era el que menos corría de todos, la riña me la llevé yo y se me cayó el mundo encima; no me gustan las riñas, ni los sermones, ni las imposiciones, ni tampoco hacer las cosas mal, pero estamos hablando de unos albaricoques y de unos críos [sonríe].

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–De pillo, nada.

–Nada de nada, en absoluto. Ni pillo, ni he buscado pelea, ni creo haber metido yo a nadie en un lío.

«Estoy orgulloso de haber parado una gran estafa urbanística en Mula»

–¿Qué ha recibido usted con preocupación?

–Alguna amenaza seria que otra, que llegó a asustarme un poco, en la etapa en la que durante trece años fui concejal de IU en Mula. Eran los años del urbanismo bestial, donde todo se recalificaba.

–¿Y qué pasó?

–Nos oponíamos a esa locura de que se planteasen alrededor de 20 recalificaciones con más de 63.000 viviendas proyectadas. Un disparate. Trampolín Hills pretendió hacer otra estafa en Mula similar a la que hizo en Campos del Río. Yo entonces era primer teniente de alcalde, tras doce años de mayorías del PP y de haber hecho un pacto de gobierno con el PSOE; primer teniente de alcalde y concejal de Cultura, Educación y Festejos, nada que ver con el urbanismo.

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Teníamos altercados con ese grupo constructor, entre otras cosas porque habían colocado sin permiso banderas con publicidad de su proyecto en el entorno BIC del castillo de La Puebla. Nosotros insistimos desde el primer momento en que aquello era ilegal, pero durante la mayoría absoluta del PP allí nadie quitaba las banderas. Cuando llegamos al gobierno, le insistimos al alcalde, Diego Cervantes, en que había que hacer un comunicado oficial diciendo que esos terrenos no se iban a recalificar nunca; había que parar lo que iba, ya le digo, camino de ser una estafa. Y el alcalde me dijo: 'Como tú ya te vienes peleando con ellos desde la anterior legislatura, te voy a encargar que seas el delegado para este tema de Trampolín Hills'. Y paramos aquel disparate, empezando por quitar las banderas. Ese señor de Trampolín Hills, que iba con guardaespaldas, se presentó en el Ayuntamiento a intimidarnos a varios funcionarios y a mí. Llegaron a pagar anuncios en la prensa poniéndome a parir, como hoja de perejil. Estoy orgulloso de haber parado una gran estafa urbanística en Mula. Anunciaban la construcción de 2.000 viviendas con campo de golf.

–¿Le ofrecieron dinero?

–No, creo que sabían que yo no iba a entrar en ese juego.

–Eso dicen todos a los que no se lo han ofrecido.

–Sí [risas]. Dejémoslo en que muy probablemente no lo hubiese aceptado. Casi seguro al 99%.

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«Tenía 18 años, nos fuimos a Lisboa mi hermana y su novio, y yo y mi prima Cristina; por entonces no teníamos ni idea de que más adelante seríamos novios»

–¿Qué fue un acierto?

–Cambié los estudios de Química –llegué a la Facultad con 16 años– por los de Magisterio. Y en ese interés por el mundo educativo, y también del asociacionismo, tuvo mucho que ver mi experiencia en los scouts, que por entonces era un movimiento muy de izquierdas en muchos aspectos. Conocí la pedagogía de Paulo Freire, con todo lo que esta suponía de compromiso social en una época muy crítica. Descubrí que lo que me gustaba realmente era el mundo educativo, y me pasé a Magisterio [los últimos 21 años ha sido profesor en el Instituto Ribera de los Molinos, en Mula]. También me interesó muchísimo todo el mundo de la pedagogía de Célestin Freinet, un pedagogo comunista también de los años 20. Mucho tiempo después me enteré de que el marido de una hermana de mi padre fue uno de los precursores de las enseñanzas y técnicas de Freinet en España, cuyo objetivo es conseguir a través de la educación el desarrollo social y humano de la gente.

José Luis Álvarez-Castellanos, en su casa familiar del campo de Ricote. Nacho García/AGM

–¿Qué agradece?

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–Una compañera profesora me descubrió a Stefan Zweig, de quien me he leído toda su obra, incluida por supuesto 'El mundo de ayer'. Que decidiera suicidarse, pese a que ya estaba en Brasil a salvo de los fascismos que tanto detestaba, es algo que me perturba cuando lo pienso.

Despedida

–El padre.

–No creo haber superado por completo quedarme sin él con 14 años. La última imagen que tengo de mi padre vivo es subiéndose a un coche en la puerta de nuestra casa, con su hermano Gonzalo y su hermana Estrella, que era enfermera en La Paz, camino del hospital para ser operado. Fue en junio, tenía 50 años, tres meses después lo vi en un ataúd. No es que hablásemos mucho, pero para mí estar con él, a su lado, era muy gratificante. Cuando iba a inspeccionar por la Región las fábricas de conservas me gustaba irme con él, primero en su moto y después, cuando ya lo tuvo, en su coche. No recuerdo en mi casa ni una mala cara, ni una discusión, entre mis padres; al menos delante de nosotros, jamás. Mi casa era un lugar tranquilo, disfrutábamos de un ambiente sosegado, en mi casa no entraba la crispación.

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–¿Qué se ha imaginado?

–Muchas veces, que hablo con él de mi vida, de política, de mi mujer [Cristina Álvarez-Castellanos], de mis hijos...; cuando se acostaba, siempre le decía a mi madre, '¡Inés, me voy un rato con los comunistas!'. [Ríe] Se iba a escuchar Radio París [«Aquí Radio España Independiente, estación Pirenaica»].

«Ya se me pasaron las ganas hace mucho tiempo de tomarme una cerveza con López Miras»

–Tradición de izquierdas.

–Soy familiar directo de Ángel Álvarez-Castellanos, que estuvo exiliado y fue presidente del PSOE en Murcia en la Transición; y de Julio Álvarez-Castellanos Rodríguez, piloto de la República que estuvo en los campos nazis de Dachau y que sobrevivió milagrosamente. También tengo antepasados ultraconservadores.

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–¿Por qué es de izquierdas?

–Entre otros motivos, porque tuve el gran privilegio de que en Magisterio me dieran clase profesoras como María Teresa Pérez Picazo y Encarna Nicolás. Ser de izquierdas implica no olvidarte de quienes han luchado antes que tú y de sus logros, y comprometerte a seguir con la lucha porque el capitalismo sigue ahí y sus efectos sobre la vida de tantísima gente también. Ya hemos comprobado montones de veces que cualquier avance que logremos no lo es para siempre, y que la amenaza del retroceso no descansa. Hay que continuar la lucha anticapitalista, la lucha por la justicia, que no es otra cosa que por la justicia social. Y hay que luchar por el mantenimiento ecológico del planeta. Para mí, ahora que tengo un nieto, muchas de esas cuestiones se han resignificado enormemente. Quiero darle armas ideológicas para defenderse y que pueda él también continuar la lucha porque, evidentemente, nos va a costar cambiar el mundo.

En tragos cortos

  • Un sitio para tomar algo con amigos El Ateneo en Mula; las mejores croquetas de la Región

  • Una canción 'El breve espacio en que no estás', de Pablo Milanés

  • Un libro para el verano 'España, el pacto y la furia', de Enric Juliana

  • ¿Qué consejo daría? Utilizar bien la paciencia

  • Una mania El orden

  • ¿Le gustaría ser invisible? No

  • ¿Qué es lo que más detesta? El cinismo y la hipocresía

  • Un político Julio Anguita

–¿Qué armas?

–Fundamentalmente, el conocimiento, la capacidad de análisis, la capacidad de razonamiento, el estudio y la capacidad de saber organizarse con los demás. Mire, sin organización, ni los partidos, ni nadie, vamos a ninguna parte. Con la buena voluntad individual no es suficiente, se necesita organización para conseguir cosas.

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–¿Siempre ha sido comunista?

–Me afilié al PCE hace tres años.

–¿Qué tiene que escuchar?

–Cuando nos conocen, cosas del tipo: 'Pues no sois tan malos los comunistas', o 'con lo buena persona que tú eres, ¿cómo es que eres comunista?'...; en fin [ríe]. La ignorancia es muy mala, pero peor es la mala fe. La realidad es que desde que cae el Muro de Berlín, desde que cae la Unión Soviética, el avance del neoliberalismo, y en los últimos años de la ultraderecha, es realmente muy preocupante.

–¿Qué suele hacer?

–Respeto a todo el mundo, siempre y cuando se me respete a mí. Soy una persona amable y respetuosa, no me gusta ir de mosca cojonera, ni irritando siempre, pero tampoco me voy a callar ante ningún abuso. No digo que siempre tenga la razón, y tampoco se la niego en todo momento a alguien de ultraderecha, por ejemplo. Unos y otros podemos tener razón en según qué cosas. Y estaría bien que hablásemos más entre todos, en vez de estar arrobándonos la verdad absoluta.

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–¿Qué conviene?

–Si de entrada empiezas generalizando, te equivocas siempre.

–¿Insulta?

–Me cuesta mucho trabajo. A veces uso algún diminutivo, 'cabrito', por ejemplo [sonríe]. Pero sólo cuando me cabreo mucho.

–¿Por fin qué?

–Por fin fui a Roma, fue mi viaje para celebrar mi jubilación [a los 60 años].

–¿De qué otro viaje no se olvida?

–Tenía 18 años, nos fuimos a Lisboa mi hermana y su novio, y yo y mi prima Cristina; por entonces no teníamos ni idea de que más adelante seríamos novios.

–¿Prima prima?

–Prima prima, sí [ríe], y tenemos dos hijos que son listos de más [sonríe]. Son inteligentes, son atrevidos, osados, críticos... Habíamos jugado toda la vida juntos en la casa familiar del campo de Ricote los veranos. Ya llevamos 43 años juntos, ¡acertamos!

–El nieto.

–Va a cumplir dos años. Y yo estoy cumpliendo al dedillo el manual típico del abuelo chocho con todas las de la ley.

–¿Ha ido a Cuba? [Topicazo]

–No, le tengo miedo a volar.

–Dijo usted en una ocasión que le gustaría tomarse una cerveza con Fernando López Miras.

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–Sí, lo dije, pero ya se me pasaron las ganas hace mucho tiempo [ríe], desde que he visto cómo preside esta Región y no dejo de echarme las manos a la cabeza.

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