Alma de blues y corazón de bolero tiene el popular rockero murciano Emilio Chicheri, vocalista de Accésit, Acequia, Los Bluesfalos, Los Trotacarreteras, Rokka y, ahora, con 71 años cumplidos, de la Stop Blues Band. Nació un 20 de febrero en Gérgal (Almería, 1953), «un pueblo ... blanco precioso, en la Sierra de Los Filabres, con castillo árabe, iglesia antigua... Parece más un pueblo de Marruecos», cuenta mientras piensa en los días que en breve pasará allí.
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Quinto de siete hermanos -«no hay quinto malo», replica-, a los 7 años llegó a Alcantarilla. Su padre, maestro, comenzó a trabajar en el grupo escolar Campoamor porque entonces, recuerda, en Almería no había universidad y quiso facilitarles estudios superiores a sus hermanas y hermanos mayores.
Niño de «buen corazón, pero muy travieso», cuando se rifaba «una hostia, me la llevaba yo»; le precedían sus «trastadas». Ahora, al final del Malecón, hace suya la pintada 'Nuestra venganza es ser felices'. «No soy rencoroso».
-¿Qué hacía bien?
-Era muy bueno jugando al fútbol. Extremo derecha era la posición que más me gustaba. Pero en cualquiera valía, hasta de portero era muy bueno. Lo que pasa es que a los 12 años, me detectaron un soplo y tuve que dejarlo.
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Un sitio para tomar una cerveza El Álamo (Murcia)
Una canción Pues te parecerá un poco raro, pero 'Mediterráneo', de Serrat
Un libro para el verano Dos, de Ángel R. Mompeán, 'En la puerta de Orihuela' y 'Camino de La Fama'
¿Qué consejo daría? Yo no doy ningún consejo
Un aroma Cualquier cosa que esté limpia
¿Con quién no cenaría jamás? Con algún componente de Vox
¿Le gustaría ser invisible? A veces estaría bien. Aunque, como soy algo chamán por la edad, tengo un sistema que me da invisibilidad
¿Tiene enemigos? Hay alguno, pero con no hacerle caso
¿Qué es lo que más detesta? El pan me da pánico y el pavo me da pavor
Un baño ideal En Las Negras o Los Muertos (Almería), en una noche de luna llena y mar en calma
Aunque, insurrecto desde la infancia -porque Chicheri no nació con bigote, chaleco vaquero y calvo-, «me escapaba para jugar y nunca me pasó nada. He tenido suerte en la vida», piensa optimista, pese a que con 34 años un ictus le frenó en seco: «Me paralizó la parte derecha y me quedé sin habla. Imagínate a un cantante que no hable».
Con 12 o 13 años, Chicheri empezó a ganarse las habichuelas en vacaciones recogiendo fruta -«eso me gustaba»- y en la fábrica de madera. «El dinero que sacaba se lo daba a mi madre (éramos muchos) y ella me compraba la ropa que yo quería».
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Leyenda de la música y de la marcha nocturna murciana, 'Emilico' era la salsa de cualquier fiesta. «Mi madre me subía en una silla en cuanto llegaba alguna visita. 'Venga, Emilico, cántate algo'. Me daba mucha vergüenza, pero como tenía esa ansia de cantar, la vencía» por Jorge Negrete, corridos mexicanos, La Paquera de Jerez..., «música española. Lo que había entonces».
-¿Qué había en todos los pueblos?
-Un tonto que pedía a Accésit (mi primera banda, un conjunto de rock buenísimo) cantar con ellos. Luego me lo confesaron. Era el grupo que más me gustaba de toda Murcia.
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Y, tocado por la varita de la suerte, se llevó la sorpresa tras subir con ellos al escenario por primera vez, Accésit le pidió sustituir al cantante titular, Antonio, que trabajaba, cuando no pudiera ir a los conciertos.
-¿Empezó a gestarse la leyenda?
-Fue sin darme cuenta, siendo como soy. Me mandaron un paquete de LP de James Brown, Iron Butterfly,... música muy buena para que me aprendiera las canciones. Yo ya escribía, pero esas letras aparecerían con Acequia.
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-¿Qué descubrió una vez?
-Pues, hablando con Raimundo Amador, le pregunté, '¿por qué existirán los cantantes estos que son inaccesibles, más tontos que una polla, que no se puede hablar con ellos, que van de sobrados? Emilio, te lo voy a decir -le contestó Raimundo- porque hay cantantes y cantontos; esos son cantontos'.
-¿Qué es lo mejor que ha hecho?
-Mis dos hijas, Melani y Alicia... Y el amor a la gente en general. Por eso me quieren tanto a mí.
-Hay quien dice que en los 80 había más libertad. Y otros, que eso es una tontería, que ahora hay más libertad. ¿Chicheri cómo lo ve?
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-Yo he tenido siempre la misma. Y si no había libertad, me la tomaba. Yo soy de pensamiento un poco ácrata (no quiero decir anarquista, porque lo respeto tanto...). Más bien utópico. La utopía es lo que me hace ser feliz; estar vivo. Y más si se convierte de vez en cuando en realidad.
-¿Qué es la libertad?
-No hacer daño a nadie. Yo no soy de los que guardan rencor, de los que están siempre pensando 'a ver si se estrellara...'. Todo lo contrario. Yo soy muy bueno, lo que pasa es que soy un rockero con muchos cojones también. Con los años se suaviza uno.
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-¿A qué tuvo que renunciar?
-Yo tenía una novia en el instituto a la quería una barbaridad, Teresa. Pero, a los 18 años, casi todos los fines de semana iba a actuar. Entonces, me dijo 'o la música o yo'. Y con lágrimas en los ojos me decidí por la música. Fui amigo suyo para toda la vida. Aún nos vemos y comemos juntos.
-Tuvo un ictus.
-Eso fue a causa de mi enfermedad de corazón. Tengo dos operaciones y un 'stent' en la aorta. En estos momentos, mi corazón está muy débil. Tengo que llevar mucho cuidado. Ya he dejado de fumar y de beber. Aunque nunca he sido muy bebedor. He bebido cervecica y he fumado porricos, solamente. No me he metido en otras movidas. Probé las anfetaminas, pero, claro, me dio un galope el corazón. Y, al final, me quedé con lo que veía que me hacía menos daño.
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-¿Cómo le afectó el ictus?
-Me dejó la mano inútil y sin habla. De hecho, la pierna esta [señala la derecha, que mueve con dificultad] está más débil.
-¿Y cómo se recuperó?
-Pues con muchos cojones y mucho esfuerzo. Y mucho hablar; y muchos ejercicios con la boca, hasta que por fin volví a cantar. Fue la época más chula... Cuando más discos grabé con Los Bluesfalos.
-¿Pensó que no iba a poder volver a un escenario?
-Lo que pasa es que yo investigué por qué me dio el ictus. Por mi mala vida. Y, entonces, me tropecé con una amiga mía, la doctora naturista Rosalina Rubio, a la cual estoy muy agradecido, que me dijo: '¿Tú qué quieres hacer?'. Todavía no hablaba bien e iba de aquella manera. Le dije: 'Rosalina, yo quiero ser feliz'. 'Pues si quieres ser feliz, tienes que cambiar tu alimentación'. Me hice vegetariano y empezé a hacer yoga. Y, efectivamente, a los cuatro o cinco meses, empecé a cantar.
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-¿Y qué pasó?
-Que me separé de mi mujer, empecé a vivir solo y en la huerta, siempre a disfrutar de la vida.
-Pero ahora vive en pleno centro.
-Porque necesito estar cerca del centro de salud, del hospital... Son 71 años, tía. Pero si tuviera algo de pasta, que no voy a tener en la vida porque si tengo me la gasto, me compraba un terrenito. La huerta es vida.
-¿Qué es un milagro?
-El milagro es estar vivo todavía.
-El yoga, ¿lo cambió por las marchas nocturnas o lo compagina?
-Lo llevaba bien. Hacía yoga, pero tenía a Los Bluesfalos (al principio, no cantaba con ellos, pero quedaba todas las noches). Nos íbamos a Latino, a El Álamo. Lo han abierto enfrente de mi casa. Y hay otro que es de comida mexicana y de hamburguesas, también del Papaco. Una hamburguesa que lleva mi nombre, de verdad.
-¿Su postura favorita en yoga?
-Te vas a reír, pero es la que más trabajo: la postura del cadáver [dice refiriéndose a savasana, la de relajación]: acostado completamente, con las palmas de las manos hacia arriba. Esa es la más difícil. Es la única que sigo haciendo. La relajación y la meditación, pero la meditación, en vez de cruzar las piernas en plan zen, cojo una silla, pongo la columna derecha, las manos así [y hace un mudra], cierro los ojos e intento no pensar en nada. Y si un 3% de la humanidad hiciera eso, se acababa la guerra y se acababa todo.
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-Es un hombre de paz, pero ¿a quién le declararía la guerra?
-A todo lo que no vale. A la gente tóxica, por ejemplo.
-¿Qué ha aprendido?
-No paro de aprender.
-¿Sin qué no podría vivir?
-Sin la vida. Y estando muerto [bromea y se parte de risa].
-¿Qué música le gusta?
-El rock, el blues, el jazz, el bolero, la rumba, la música cubana..., toda esa música me gusta. Una de las músicas que no me gusta, la veo horrible, es el reggaeton. Y no pido disculpas. Y todo el mundo está metiéndolo en la televisión. Tenemos una televisión que es garrula.
-¿Qué es para Emilio la música?
-Mi manera de vivir. El último concierto [el pasado sábado en Fortuna con la Stop Blues Band] fue en Hard Rock Whiskey. Está en los Baños de Fortuna. Si podéis ir... es de puta madre. Por la noche, se está bien fresquito y el David, el dueño, es de puta madre.
-Fue telonero de grupos potentes como Leño, Barón Rojo...
-Eso fue a principios de los 80. Con Joe Cocker fuimos Los Bluesfalos en la gira por toda España. Jaime Gray [promotor musical que falleció en 2016] conseguía estas cosas; en paz descanse.
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-¿Alguna anécdota?
-A Joe Cocker ya lo pillamos muy mayor [se llevaban menos de 9 años]. Y lo mantenían apartado. Los Bluesfalos nos hemos reído siempre mucho, en las furgonetas, en los sitios... Entonces, la única broma que le hice a Joe Cocker fue darle la mano, me la dio y le dije: 'capitán general' [cuenta mientras hace el gesto de acercarse la mano de Cocker a su pene]. Y se meaba de risa él, pero enseguida se lo llevaron.
-Ojalá...
-Ójala Jaime Gray estuviera vivo y funcionando, porque me acuerdo mucho de él.
-¿Con quién le habría gustado subirse a un escenario?
-Con la gente que me gustaría tocar, he tocado con: Manuel Gómez, Santiago Campillo, Miguel Bañón, Jorge García, Germán Ramallo...; y he grabado también. Y hay uno muy especial, Carlos Singer, que murió hace poco [en 2022]. Era el mejor cantante de España.
-¿La banda sonora de su vida?
-Una canción que sigo cantando. 'Tardes en el Malecón'.
-Los temas de los grupos en los que ha estado han sido comprometidos, ¿ha cambiado la cosa?
-Poco. Los políticos son tan listos [ironiza] que ponen parches y se creen que nos la cuelan. Pero, a fin de cuentas, son parches. [Ríe]
-¿Qué no aguanta?
-El aire acondicionado porque enseguida me afecta a la voz, pero tengo un ventilador [y se lanza a cantar: 'Yo tengo un ventilador...'].
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-¿En Gérgal hay río?
-En mi pueblo hay una rambla que pasa casi siempre seca, pero, cuando llueve, es una hermosura.
-¿Qué procura?
-Procuro, y más ahora que tengo el corazón más débil, no meterme en conflictos, en discusiones. Procuro estar en paz. Y cuando me meto en conflictos, estoy dos o tres días que lo paso fatal.
-¿Por la salud o por la mente?
-Creo que ambas. Digo ambas, por no decir gambas. [Vuelve a bromear]
-¿Cuál es su rincón favorito?
-El final del Malecón, bajo los eucaliptos. Voy cada vez que puedo, con mi Susi [su bicicleta rosa, de mujer, heredada de un amigo que murió]. Me ha dado muchas alegrías. Le tengo tanto cariño que a veces escribo sobre la Susi como si fuera una persona.
-Si no existiera el vaquero, ¿habría que inventarlo?
-Yo creo que es uno de los mejores inventos de la humanidad. [Se carcajea].
-¿Algo más que quiera añadir?
-Saludo a mi papá y mi mamá, que me estarán escuchando, y a la Guardia Civil, que me estará buscando.
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