Asunción Santos, en las praderas del Palmeral de Santiago y Zaraíche, en Murcia. Vicente Vicéns/ AGM
Psicóloga y directora de Proyecto Hombre Murcia

Asunción Santos Pascual: «He visto las grietas de muchas personas y cómo se han ido rompiendo, y hay vidas que se reconstruyen»

Viernes, 19 de julio 2024, 01:07

Ha visto la deriva de tanta gente (hay listas de espera de tres y cuatro meses para entrar en comunidades terapéuticas) que nada le extraña. La vida toma direcciones insospechadas. «A veces la gente nos sorprende. Gente que creemos conocer», dice la escritora Joyce Carol ... Oates. Y esto mismo piensa Asunción Santos Pascual, doctora en Psicología [hace dos años defendió la tesis, dirigida por Concha López Soler, sobre la efectividad del tratamiento en la comunidad terapéutica, «un trabajazo de equipo»] y directora de Proyecto Hombre Murcia, cuya labor, silenciosa, en equipo y con excelentes y sabidos resultados, es digna de ser reconocida. Una profesional que cree aún en el ser humano, pese a todas sus desviaciones, aunque es consciente de que el terreno que pisamos es demasiado inestable, fangoso e ilusorio.

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–¿Cómo llegó hasta aquí?

–Proyecto Hombre echó a andar en 1995. Me casé y al poquito empecé a trabajar en 1998, cuando estaban todavía los coletazos de la heroína y la gente venía de exclusión, de la calle, con vih, eran perfiles muy 'heavies'. Yo he visto y he escuchado de todo, es verdad. A veces pienso que no me asusto de casi nada, de las desgracias que puede llegar a sufrir una persona.

–Nada de documentales...

–Es que veo todos los días estas situaciones y, aunque ahora no estoy tan cerca de los usuarios, porque estoy más en la parte de gestión, me llegan las historias.

–¿Qué ha cambiado en el terreno de las adicciones desde esos años 90 hasta nuestros días?

–¡Ufff! Ha cambiado muchísimo. Hay nuevas adicciones y también perfiles diferentes. Antes había un perfil de exclusión, de calle, gente que se deterioraba en muy poquito tiempo, porque la heroína tiene esto, y ahora nos encontramos, por ejemplo, con la cocaína, que desde que uno empieza a consumirla hasta que se da cuenta y toma conciencia de que tiene un problema, pueden pasar años, y todos esos años cuentan. Y luego tenemos todo el tema de la salud mental asociada al consumo: nos está llegando gente muy enferma, muy grave, con muchos trastornos mentales y que consumen. Hay mucha gente que consume como una forma de automedicación. El propio consumo hace que esas personas se deterioren y acaben desarrollando una patología mental o psiquiátrica.

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En tragos cortos

  • Un sitio para tapear La plaza de las Flores de Murcia.

  • Una canción 'Copenhague', de Vetusta Morla.

  • Un libro para el verano 'El niño que se enfadó con la muerte' (HarperCollins), de Enric Benito.

  • ¿Qué consejo daría? Haz un esfuerzo y acepta la realidad. Lo que hay es lo que es.

  • Un aroma El azahar, me encanta.

  • ¿Con quién no cenaría jamás? Todo el tiempo me viene Trump.

  • ¿Quién dejó de caerle mal? Las personas que me crean rechazo son narcisistas y prepotentes, pero debajo de eso también hay vulnerabilidad; alguna así dejó de caerme mal.

  • ¿Qué le gustaría ser de mayor? Más libre, aligerar la mochila. Todavía me quedan prejuicios y ataduras.

  • ¿Tiene enemigos? No.

  • ¿Qué es lo que más detesta? La violencia, la xenofobia y el racismo.

  • Un baño ideal Mi paraíso es Calblanque.

–Cada vez hay adicciones más tempranas.

–Sí, cuando nosotros empezamos, jóvenes nos llegaban muy poquitos, y ahora el programa de jóvenes tiene prácticamente las mismas dimensiones que el programa de adultos. Encontramos otras adicciones en adultos y en jóvenes. Los adultos nos llegan ya no solo por el abuso de sustancias, sino por el juego, las adicciones a las compras, al sexo... hay un abanico de adicciones comportamentales, además del consumo de sustancias, que sigue siendo la base. A veces, vienen asociadas, sobre todo, el alcohol y la cocaína. En el caso de los jóvenes, nos llegan por cannabis, que es el abuso problemático más importante, y el juego con apuestas deportivas, la adicción al móvil, la pornografía, los videojuegos... Encontramos poblaciones muy vulnerables.

–¿Qué piensa de internet?

–Que nos ha abierto un mundo fantástico, pero también es un mundo peligroso, donde tienes acceso a tantas cosas sin moverte de casa, sin hacer esfuerzos, solo dándole a unos pocos botones. A veces hablamos con los padres y nos dicen que «el niño está tranquilo con el móvil y seguro en casa», pero lo cierto es que es un peligro. Porque no te enteras de lo que estén haciendo con el móvil. Hay una brecha importante entre los hijos y los padres. Me pasa a mí con los míos.

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–¿Cuántos tiene?

–Tengo tres hijos. Una de 24 y otra de 20, y un hijo de 18. No puedo decir que hayan pasado los peligros, ahora están en una época complicada. La mayor ha hecho Educación Social y está en esa fase de pensar «ahora qué», y los otros dos están encontrando su camino. La verdad es que son hijos maravillosos.

«Hoy hay niños sobreprotegidos que no han madurado, con muy baja tolerancia a la frustración, a los que la vida les viene muy grande y no pueden gestionar emocionalmente cosas que pasan. Eso es también una forma de abandono»

–¿Hay algo en común entre todos los usuarios de Proyecto Hombre? En un momento dado todos podemos cruzar la línea roja.

–Yo diría que sí, casi todos tienen alguna situación traumática que han vivido en sus vidas y que no han podido o sabido gestionar, solucionar, y se ha quedado ahí enquistada. También puede ser a nivel familiar un maltrato, un abandono o un abuso, una sobreprotección. Porque hoy hay un perfil narcisista, jóvenes que han estado sobreprotegidos y que, en algún modo, es también un abandono: niños sobreprotegidos que no han madurado, con muy baja tolerancia a la frustración, a los que la vida les viene muy grande y no pueden gestionar emocionalmente las cosas que les pasan porque los padres estaban muy preocupados de que no sufrieran. Eso es también bastante traumático.

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–¿Cómo era usted en los 90?

–En mi época joven yo estaba en movimientos cristianos y tenía esta inquietud del voluntariado y de la acción social. Entré a través de un franciscano, que luego fue director de Proyecto Hombre, me propuso formar parte de un proyecto. Ellos montaron un piso de acogida para apoyar a personas con problemas con adicción que no tenían apoyo familiar para que pudieran hacer el tratamiento. Y yo me involucré en ello, por esa inquietud que yo tenía, y me enamoré de Proyecto Hombre, es la pura verdad. Me encantó la forma de trabajar y cómo las personas iban cambiando. Pese a que también esto me imponía bastante y me preguntaba dónde me estaba metiendo. Mi formación es de psicóloga, pero yo en ese momento trabajaba en un colegio.

–¿Y cuándo dio el giro?

–Estaba de orientadora y me estaba formando en el área educativa, pero había algo que me tiraba hacia lo social. Y, además, hacia lo 'heavy'. Hice el voluntariado en ese piso de acogida con gente que venía del mundo de la heroína, y yo reconozco que he pasado miedo. Tenía muchos prejuicios, que he ido trabajando. Me acuerdo que cuando Ramona, entonces la directora de Proyecto Hombre, me propuso trabajar con ellos, no lo dudé y me dejé el colegio. Lo recuerdo como uno de los días más felices de mi vida.

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–En Proyecto Hombre ha subido todos los escalones...

–No he subido de golpe, he pasado por varios programas como terapeuta, y luego llevé la coordinación, la subdirección y la dirección. Somos 28 centros en toda España, y estamos en casi todas las comunidades autónomas.

–¿Cómo se ha hecho fuerte para soportar tantos dramas ajenos?

–Qué importante es protegernos y cuidarnos. Yo he mucho mucha terapia por cuestiones personales, y mucha supervisión. Yo me he estado supervisando durante mucho tiempo por cuestiones que a mí me sobrepasaban, y las he ido trabajando con personas expertas y externas a la institución, que me han ido acompañando en ese proceso, y que aún sigo haciendo. Esto en los equipos también se tiene en cuenta. Y, además, ahora que tenemos este perfil tan duro de personas tan trastornadas, donde es tan complicado ver los resultados y donde, a veces, hay que bajar los niveles y las expectativas. Es que hemos tenido personas que se han suicidado, gente que ha abandonado en circunstancias complicadas, y eso te toca a nivel personal.

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–¿Piensa en la jubilación ya?

–La verdad es que no. Disfruto muchísimo todavía. Estoy muy agradecida de haber podido desarrollarme profesionalmente en Proyecto Hombre, y no recuerdo esto de levantarme de la cama y decir no quiero ir a trabajar. Solo pienso en la suerte que tengo.

–En un contexto tan hostil de trabajo, ¿ha llegado a sentir la felicidad en ciertos momentos?

–Hemos vivido momentos muy emocionantes. Por supuesto que las recuperaciones son un momento satisfactorio, cosa que por desgracia no siempre ocurre. Hay mucha gente que se queda en el camino y que necesita varios tratamientos para desintoxicarse. Pero el hecho de que una familia que se encuentra en una situación tan angustiosa pueda recurrir a nosotros, es emocionante. Cuando una adicción entra a una casa es muy destructiva y poder llamar a Proyecto Hombre y saber que aquí te pueden atender, decir y ayudar, eso da sentido a todo lo que hacemos, a pesar de que hay muchos fracasos terapéuticos. Aunque no me gusta llamarlo fracaso si no consiguen la recuperación total, porque sí que han hecho un trabajo y un proceso. Pero nos gustaría que todos salieran adelante, aquí estamos.

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Recuerdos

–¿A quiénes recuerda más?

–Le he perdido la pista a mucha gente, y muchas caras se me han difuminado. Pero me sigue tocando mucho el tema de las mujeres, y ahí sí me vienen caras: mujeres con hijos, con situaciones dramáticas que viven los críos de abandono. Siempre me ha interesado cómo llega la mujer, con la dependencia que viene, cómo llegan deterioradísimas, solas, mucho más solas que los hombres, porque los hombres vienen con el apoyo de la pareja, de la familia o de la madre. Pero las mujeres tienen parejas, que también en muchos casos se han iniciado por ellas, y las parejas no las acompañan. Se aceptan menos las adicciones de las mujeres.

–¿De qué le han servido para su vida todos esos panoramas?

–Se van encajando cositas. Para bien y para mal. Cuando uno ve tantos problemas, una tiene mucho miedo también, con los hijos. Y a veces soy un poco obsesiva con este tema.

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–¿Fue una niña miedosa?

–Yo viví toda mi vida en La Flota, en Murcia, y me reconozco como una niña miedosa, solo que me metí en la boca del lobo, contrafóbica total. Este tipo de personas, cuando están en proceso de deshabituación, generan situaciones de violencia, de agresividad, y yo he tenido que lidiar con la violencia, que es algo que detesto, que no me gusta y que me asusta. Hoy todo es violencia. Hay una violencia verbal, latente, en cubierta, contra las personas y contra el medio ambiente.

–¿Qué le gusta hacer los fines de semana para desconectar?

–Suelo quedarme en casa, de vez en cuando salgo, voy a un concierto o quedo con amigos. Pero necesito no tener planes y tener mucho tiempo libre para lo que surja. Ando mucho, vivo por la zona de Churra y me recorro la huerta andando. Mi hobby es andar, la lectura y pasar el máximo tiempo que pueda con mis hijos.

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–¿Ha tenido la tentación de transitar por el lado oscuro?

–No, porque he sido miedosa y el miedo me ha protegido. Lo he visto y he tenido acceso a ese lado oscuro de la vida. Cuando eres joven y piensas que eres invulnerable, que hay cosas que no te van a suceder o te van a llegar, quizás no tener miedo es un factor de riesgo. En mi caso, el miedo fue un factor de protección. Yo estuve cerca, pero siempre he tenido miedo, quizás a mis reacciones.

–¿Sigue manteniendo la fe?

–He tenido momentos de todo. Mi compromiso con movimientos católicos fui dejándolo, y he tenido mis épocas de crisis. Yo creo que hay algo que está ahí, la fe y el Evangelio están en mí, pero he tenido momentos de todo...

–¿Qué planes tiene de verano?

–Solemos hacer algún viaje en familia. Y yo también he hecho retiros de meditación para estar sola. He hecho alguno de ese tipo, y también de trabajo personal. He pasado años de mi vida que lo compaginaba: hijos, vacaciones en familia, viajes, y también dedicarme unos días solo a mí.

–¿Qué piensa de vez en cuando?

–Tengo 54 años y he empezado a tomar conciencia del tiempo. Dentro de 10 años me planto en 65, veo que corre todo mucho. Y pienso en lo que quiero hacer, más que en lo que he hecho hasta ahora. Y no me sale hacer grandes cosas. He visto las grietas de muchas vidas y cómo se han ido rompiendo, y hay vidas que se reconstruyen con apoyo nuestro y con gran fuerza por parte de los usuarios.

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–¿Qué me diría de Tomás Zamora [presidió la patronal CROEM, es presidente de honor de la Fundación Solidaridad y Reinserción (Proyecto Hombre), y presidente del Consejo Social de la UMU]?

–Tomás es nuestro presidente, un hombre incansable, optimista, vitalista, de verdad, a mí me sorprende tanto. Cualquier proyecto que le pones encima de la mesa se entusiasma y se implica. Tenemos que dejar la sede de Proyecto Hombre en Murcia, pues estamos en un edificio alquilado, y estamos en el proceso de que nos cedan un terreno y construir una sede nueva, y este es un proyecto que Tomás ha hecho suyo.

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