Tiene razón su mejor amigo: el alcalde de Murcia, José Ballesta. Su personalidad es volcánica. Llámenlo ciclón. O deslenguado. Roque Ortiz (Murcia, 1960), recién nombrado jefe del área científico-técnica de Investigación de la Universidad de Murcia (UMU), de la que es alto funcionario, dimitió en enero pasado como concejal de Fomento del Ayuntamiento de Murcia cuando la presión le cercó tras haber trascendido un audio con sus palabras 'incendiarias' en un acto de partido, ante pedáneos, en la sede regional del PP. Entre otras perlas explosivas, soltó que a quien se le olvidara que el PP 'da trabajo' a mucha gente y a muchas empresas es «un marrano». La conversación con él es con vistas al mar. Está feliz. Relajado. Y guasón.
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1 -¿Un sitio para tomar una cerveza? -En la Torre de la Horadada.
2 -¿Una canción? -'Sin pijama', de Becky G.
3 -Libro para el verano. -'Los 48 leyes del poder', de Robert Greene.
4 -¿Qué consejo daría? -Trata a los demás como te gusta que te traten a ti.
5 -¿Cuál es su copa preferida? -Baileys.
6 -¿Le gustaría ser invisible? -Por supuesto, me lo pasaría de puta madre.
7 -¿Un héroe o heroína de ficción? -Tendría que pensarlo...
8 -Un epitafio. -«Fue buena persona».
9 -¿Qué le gustaría ser de mayor? -Pizpireto.
10 -¿Tiene enemigos? -Bastantes. Todos los tenemos.
11 -¿Qué detesta más? -La indolencia y la hipocresía.
12 -¿Un baño ideal? -En la Encañizada. Voy con mi mujer en la moto de agua.
-Cumplo 58 años este mes, pero me siento un crío; solo me doy cuenta de que estoy calvo perdido cuando me miro al espejo.
-El de mis 18 años. Belén [su mujer] estaba estudiando ese verano en Cambrigge, y yo fui a verla. El día antes de venirme a España, en una estación de metro me confundieron con un delincuente italiano, llamado Dino, y me detuvieron. Yo tenía el pelo rizado, ennegrecido, porque cada vez que me da el sol parece que me he bajado de la patera...; me esposaron y todo. Cuando pude dar todas las explicaciones, me soltaron sin pedirme ninguna disculpa. Tardé 25 años en pisar de nuevo Inglaterra, no quería volver ni vivo ni muerto.
-Muy responsable y, al mismo tiempo, muy atrevido. Y un poco bicho [risas]. Mi tía Cayita siempre me recordaba que, siendo yo muy pequeño, no dejé de tirar a la balsa donde estaban los patos a ninguno de mis primos. ¡Yo ni me acuerdo!
-Siempre he sido también muy paternalista. Cuando hice la milicia, los brigadas y los sargentos, todos los chusqueros y tal, me llamaban el 'alférez mamá' porque yo me preocupaba mucho de los soldados. Y sigo haciéndolo con toda la gente que me rodea.
-Creo que el esfuerzo y el sacrificio tienen premio, y que todos los hombres somos coquetos [risas].
-Soy un verso libre. Y anti redes sociales, y cambio de opinión sin problemas si me hacen ver que estoy equivocado. Y reconozco que me llama mucho la atención eso de que, cuando gana unas elecciones la opción que nosotros no hemos votado, digamos eso de que el pueblo se ha equivocado. ¡Y un capullo!, ¿qué coño es eso de que el pueblo se ha equivocado? Tampoco soy un ferviente admirador de los medios de comunicación.
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-A hacer esta entrevista. Me decía: «¿Pero qué necesidad tienes tú, Roque, ahora que estás tan feliz, de no estarte calladito?». [Risas] El otro día le comentaba yo al obispo, con el que tengo amistad...
-... yo sí. Y estoy afiliado a UGT. Antes de ser gerente de la UMU [lo fue en la etapa de José Ballesta como rector], fui presidente del comité de empresa.
-Me lo encontré y me preguntó que cómo estaba. Le respondí: «Tan feliz, tan exultante que estoy por ir descalzo, a la romería de septiembre, para darle las gracias a la [Virgen de la] Fuensanta por tener la boca tan gorda y haber tenido que irme de la política. Doy las gracias por tener la boca tan gorda como la tengo.
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-Las cosas no son inamovibles. Durante mucho tiempo, pensé que siempre había alguien que estaba en posesión total de la verdad, y ese alguien normalmente era yo [risas]; pero hace ya muchos años que tengo muy claro que no es así.
-He vuelto a la Universidad, y eso es un regalo del Señor. Además, mi regreso ha coincidido con la nueva etapa del rector José Luján, que creo que va a ser muy beneficiosa. Yo tenía la percepción de que se había producido una pérdida del sentimiento de pertenencia a la UMU, una falta de sentirte orgulloso de ello. Cuando yo fui gerente se creó la UCAM, se segregó Cartagena y, como las vacas estaban gordas y con unas ubres que daban mucha leche, pudimos hacer muchas cosas. En aquellos momentos, el pertenecer a la UMU era como decir: «¡Es que yo soy del Madrid!». Pero, ya le digo, tenía la percepción de que se había perdido un poco, a lo largo del tiempo, ese sentimiento de orgullo.
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-Porque la gente estaba en otras mariconadas, estaban en la UMU, sí, pero cada uno estaba en lo suyo. Esto puede cambiar. El rector Luján va a ser un gran rector, se ha rodeado de un buen equipo y tiene muchas ganas de trabajar. En cuanto a mí, a veces me siento abrumado por el trato que la gente me está dando desde que he vuelto. Hacía tiempo que no me sentía tan querido.
-Estoy muy a gusto conmigo mismo; ya sé que soy muy vehemente y muy apasionado, ya sé que soy un poco como una caja de bombas, y que he sido un político un poco raro, pero soy buena persona. Y no hay nada más importante que eso. A lo mejor soy un poco friki, pero ya le digo que me da lo mismo porque no tengo que esconderme de nada.
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-Por amistad, fidelidad y lealtad a mi amigo José Ballesta, que para mí es como si fuese un hermano mayor. Miguel Ángel Cámara, que fue profesor mío, en varias ocasiones me dijo: «¿Quieres ser concejal?». Pero yo le respondí: «Si es posible, no». Pero con Jose [lo pronuncia sin acento] fue diferente.
-No, no. Hoy mismo, una concejala de la oposición me ha enviado un mensaje muy cariñoso acordándose de mí. Me ha recordado que nos llevábamos my bien a pesar de nuestras diferencias ideológicas. ¡Pues claro! Es que los de otros partidos no tienen rabo y cuernos. Yo me llevaba muy bien, también, con los pedáneos del PSOE, entre los que he hecho grandes amigos.
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-Mire, reconozco que estoy dolido con algunas personas, aunque doy gracias a Dios de que ocurriera aquello. Es verdad que, por lo que fuera, la mayoría de gente se puso de perfil. Solo hubo dos personas que me apoyaron: una fue José Ballesta, y otra Miguel Ángel Pérez. Todo el mundo se puso de canto. Y aquello que se dijo de que el alcalde también pensaba dimitir... es cierto. Pero yo le dije: «¡Ni hablar, me voy yo! ¡Tú estás siendo un buenísimo alcalde». Y eso hice, irme creyendo que aquello fue una injusticia; y lo sigo pensando.
-Ha pasado ya mucho tiempo, y yo no he visto a nadie [en el PP] investigar quién grabó y filtró aquello, que por cierto me da lo mismo.
-[Risas] Ya, pero es que me da absolutamente igual, de verdad, no tengo ni curiosidad, ¿para qué? Personas de otros partidos políticos me han llegado a decir: «¡Pero si tú no dijiste nada, a partir de ahora tendremos cuidado con lo que decimos nosotros!». Es verdad que me pasé con una arenga distorsionada, políticamente incorrecta, sí, sí, pero... ¿y lo que se dice en los campos de fútbol, y en las empresas? Le recuerdo que yo estaba en mi casa [en la sede del PP], entre los míos. Ahora me pregunto, ¿con qué tranquilidad va a poder seguir hablando uno allí en confianza si no se ha investigado lo que ha pasado?
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-Seguramente, claro; yo no soy tan importante. El porqué me atenazó la mente durante unas semanas. Ya no. Y repito, yo me fui sin estar imputado en nada de nada de nada. Va a ser muy difícil que yo vuelva a la política; bueno, va a ser realmente imposible.
-Vivo más tranquilo. Antes, cuando era concejal, a lo mejor me iba los fines de semana a mi casa del monte para que no me diesen el follón, porque es que no podía ni salir a la calle. Me paraba todo el mundo y yo atendía a todo el mundo. Soy una persona muy abierta, siempre he tenido muy buen humor. Ahora salgo más, voy a más sitios. Me gusta la gente. Y creo que los españoles tenemos mucha suerte de vivir en España. Yo estoy enamorado de mi ciudad, de mi región y de mi país.
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-A veces le doy excesivas vueltas a las cosas. Estoy permanentemente pensando y eso no es bueno porque, después, o bien te duele la cabeza o te duele el estómago. Yo tuve un infarto cerebral, un acceso hepático, en fin... Que estar dándole muchas vueltas a la cabeza no es bueno.
-No me gusta nada la indolencia, eso de que «tres capullos se te da, se te da tres capullos».
-Yo no cocino, solo sé encender el microondas, y no todos los modelos. Nunca me ha llamado la atención. En contraposición, soy un manitas: le puedo desmontar una lavadora o montarle un calentador.
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-Me encantan los animales. Tengo cinco perros -mastines de diferentes edades-, gallinas y canarios, y he tenido loros y tortugas. Tuve un loro que llamaba a nuestro perro Ilmo exactamente igual que lo hacíamos nosotros. Decía: «¡Ilmo, ven; Ilmo, ven!». Y el tonto del pijo del perro empezaba a dar vueltas y no encontraba a nadie el pobrecico.
-No, porque bastante por culo dan los perros ladrando para que, también, se ponga el gallo a cantar.
-No estoy de acuerdo con el café para todos; a partir de un mínimo, el campo para el que lo trabaja, ¡ya está bien! ¿Sabe ese dicho de «dice el papa que metáis la paja y almorcemos»? ¡Pues no, no es eso!
-En estos años de concejal, lo que peor he llevado han sido los escraches de la Plataforma Pro Soterramiento en la puerta de mi casa. Un montón de veces... ¡trescientas o cuatrocientas personas...! Y con compañeros de la corporación municipal, miembros de la oposición, que comandaban, dirigían y asistían esas situaciones. Reconozco que he pasado miedo y que todo eso me ha costado mucho digerirlo.
-Pregúnteselo a Corinna [zu Sayn-Wittgenstein], ¡yo qué sé! Yo nunca he sido muy monárquico pero, al final, pienso que está demostrado que los españoles necesitamos tener un Ronaldo, un Messi, un rey o un alguien porque de lo contrario nos volvemos todos locos.
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-Seguro que lo sería, pero él no lo quiere ser. A él le gusta ser alcalde. Y pierde dinero, ¡eh! Yo ahora también gano más que de concejal. Ni él está en política, ni yo lo he estado, porque no tengamos donde caernos muertos.
-Se lo está pensando.
-¡Claro, en los vuelos trasatlánticos! Me meto en el baño y me pongo mi pijama y mis zapatillas. Hay que sufrir lo menos posible. Creo que a veces llevo yo más equipaje que mi mujer.
-Hay personas que, en teoría, valemos para acompañar a los primeros espadas; nos gusta hacerlo, nos desenvolvemos bien. A mí no me gusta ser el primer espada y diría que no a serlo.
-A la dorada al baño María. Cuando me dio el infarto cerebral, me tiré un año comiendo doradas al baño María. Con lo cual, desde entonces, ¡la dorada para su puta madre! Y no me quedé más tonto, no, me quedé igual de tonto [risas].
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