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«Es el Doctor Jekyll y Míster Hyde. Conocíamos a uno, pero no conocíamos al otro». Con estas palabras, describió a su padre uno de ... los hijos de Joël Le Scouarnec, el cirujano jubilado de 74 años al que juzgan en Francia por haber violado o abusado de casi 300 niños. Era el segundo día de este macro-proceso que empezó el 24 de febrero y uno de los descendientes de este depredador sexual sorprendió por su indulgencia. «Ni siquiera puedo odiarlo, porque no puedo reprocharle nada como padre», reconoció el hijo pequeño, de 38 años, quien describió «una infancia más bien feliz y acomodada».
Como sucedió el pasado otoño con Dominique Pelicot —otro delincuente sexual XXL condenado en diciembre a 20 años de prisión por los centenares de violaciones cometidas o instigadas sobre su mujer Gisèle—, el entorno de Le Scouarnec lo presenta como alguien que fue un padre aparentemente ideal. Aún no se han desprendido de esa imagen que tenían de él como la élite de la familia, como «ese intelectual» al que admiraban por su condición de cirujano. Tanto su exmujer como uno de sus hijos continúan yendo a verlo en prisión. Y creen que seguirán haciéndolo una vez se termine este proceso en junio, en que probablemente lo condenarán a la pena máxima por un delito sexual (20 años).
La dualidad entre el médico admirado y el depredador pedófilo acompañó a Le Scouarnec durante al menos 30 años de su vida. Su trayectoria parecía la de cualquier familia acomodada que se mudaba de una mansión en el centro-oeste de Francia a otra en la Bretaña, donde se celebra el juicio en la localidad de Vannes. Los enfermeros que trabajaron con él lo describieron como alguien «anodino», «insípido» o «transparente», según sus testimonios cuando los interrogaron después de su detención en 2017.
Sin embargo, en esos mismos hospitales, a menudo estando a solas en las habitaciones con los pacientes o en la misma sala de operaciones, cometió centenares de violaciones y abusos desde los años ochenta y hasta mediados de la pasada década. La media de edad de sus víctimas era de 11 años. Había prácticamente el mismo porcentaje de niños que de niñas. La mayoría de ellos estaban despiertos en el momento de los hechos, aunque no comprendieron lo que sufrieron. Y alrededor de un tercio estaban anestesiados, según un repaso exhaustivo hecho por el periodista Hugo Lemonier, colaborador del digital Mediapart y autor del libro Piégés. Dans le «journal intime» du Dr Le Scouarnec.
«Mientras me fumaba un cigarro esta mañana, he reflexionado sobre el hecho de que soy un gran perverso. Soy un exhibicionista (…), un voyeurista (…), un sádico (…), masoquista (…), escatológico (…), fetichista (…), pedófilo (…). Y soy muy feliz por ello», escribía Le Scouarnec en 2004 en su diario personal, que almacenaba en su ordenador. Tras haber violado con los dedos a una vecina, de 6 años, lo arrestaron hace ocho años. Entonces, una agente de policía descubrió ese documento fundamental (el diario) para esta trama tentacular. Allí había un listado con 200 nombres de sus víctimas. Aunque no se imaginaban que hubiera llegado hasta esos límites, esas agresiones pedófilas no resultaron totalmente una sorpresa para varios miembros de su familia.
Su exesposa, sus hijos, su hermano y una hermana… Su núcleo familiar compareció esta semana ante la corte. Esos testimonios revelaron la omnipresencia de la violencia sexual en esa familia —el padre del cirujano había agredido a uno de sus nietos—, así como los actos de incesto cometidos por Le Scouarnec. Y sus allegados lo sabían. De hecho, su primera víctima fue una sobrina en 1985.
«Lo veía como a un hermano. No podía aceptar que fuera alguien así», reconoció el jueves su hermana. Ella explicó que en el 2000 una de sus hijas, que entonces tenía 10 años, le había dicho que su tío la había agredido y, por ese motivo, no quería ir a una comida familiar. «Con las palabras de una niña, me hizo comprender que había sufrido tocamientos», aseguró en la sala de audiencias. El día después de esa confesión lo habló con Joël y le exigió que se hiciera tratar por su pedofilia. «Sí, y Marie-France (su entonces esposa) está al corriente de ello», le respondió, según recordó su hermana que no denunció a la policía esos comportamientos. Lo que hubiera evitado decenas de menores violados.
El otro hermano también acusó a la exmujer, de la que se separó a principios de los 2000 pero no culminaron su divorcio hasta hace pocos años. «Ella estaba al corriente de los comportamientos de su marido y no hizo nada», dijo ante los jueces. A pesar de que había dicho a la policía de que conocía sus gustos pedófilos y que en 2010 había enviado una carta a unos allegados en que los advertía de esos comportamientos, Marie-France, violada asimismo por su exmarido que llegó a sedarla, sorprendió esta semana al negar que hubiera tenido constancia de ello antes de 2017. «No estaba escrito en su frente» que era un pedófilo, declaró la exmujer que acudió al tribunal con una peluca y dos mascarillas.
El caso Le Scouarnec refleja un tipo de familia, más habitual de lo que uno se imaginaría, «en que hay agresiones pedófilas en distintos niveles —desde el tatarabuelo hasta una bisnieta—, pero se habla poco de ello y no hay una verdadera toma de conciencia», explica a este medio Corentin Legras, doctorando en la prestigiosa EHESS en París y experto en los abusos sexuales sufridos por los menores. De hecho, el cirujano reconoció el viernes haber violado a una de sus nietas durante el interrogatorio de su hijo (y padre de esa niña).
«En esa familia no fue un tema de conversación, a diferencia de otras que sí que deciden tratarlo de manera colectiva cuando uno de sus miembros dice haber sufrido abusos», añade este doctorando en Antropología. Un tabú sobre el incesto que favoreció la impunidad de este depredador enfermizo. El muro del silencio lo encubrió durante décadas.
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