Secciones
Servicios
Destacamos
Natalia Moreno
Jueves, 25 de abril 2024
Los diamantes han sido considerados una joya a lo largo de la historia , una piedra preciosa y una pieza de coleccionista para los más ricos. Ha sido siempre un mineral exclusivo en manos de unos pocos que podían permitirse su coste. Han pasado los años y el diamante sigue manteniendo su protagonismo dentro de cualquier joyería, pero también lo hace dentro del mundo de la geología por ser el mineral más duro conocido dentro de la escala de Mohs ya que sólo otro diamante podría rayarlo.
Y aunque pueda sorprender, la composición de este mineral es exclusivamente carbono, el mismo elemento que conforma el grafito, conocido por ser parte de la composición de las minas de un lápiz. Por otro lado, sus precios elevados se deben a que los yacimientos de esta gema son muy escasos y a que se han necesitado altas presiones bajo la corteza terrestre para conseguir el cristal transparente y brillante mundialmente famoso.
Al igual que no hay dos minerales exactamente iguales, tampoco hay una sola manera en la que se forman los diamantes. Existen un total de cuatro tipos según su origen en las profundidades terrestres, aunque tienen algo en común que son las altas presiones y temperaturas. Los lugares donde se pueden dar estas circunstancias son «zonas limitadas del manto a partir de 150 kilómetros de profundidad y 1.000 grados» de donde emanan los diamantes litosféricos, según el Instituto de Geociencias (Igeo) del CSIC.
El origen de esta piedra preciosa se da también en yacimientos tipo placer, es decir, formados por la erosión, transporte y sedimentación de rocas previas, ya que los diamantes se pueden mover por la actividad geológica. Le siguen los nacimientos de alta presión o ultraprofundos, donde «parte de la corteza oceánica se introduce en el manto» hasta alcanzar las condiciones de presión y temperaturas necesarias dentro de la roca fundida, sino es así se acabará formando grafito.
Estas creaciones mencionadas de diamantes surgen del interior de la Tierra, pero también pueden darse por impacto de otros objetos cósmicos en el planeta. Las gemas que surgen de aquí son de un «tamaño submilimétrico, aunque en algunos casos se han encontrado de un centímetro», explican desde el Igeo en su cuenta oficial de la red social X. Esta variedad en su origen también influye en sus colores, ya que si son famosos por ser incoloros, pueden guardar matices en diferentes tonos.
Estas gemas preciosas y caras, pese a tener un origen en el manto terrestre y a cientos de kilómetros de profundidad, salen a la superficie y por eso se pueden comprar después. ¿Cómo llegan hasta ahí? Es lo que los geólogos denominan kimberlitas. El Igeo lo define así: «Estas son unas rocas subvolcánicas que aparecen a modo de chimenea, donde los diamantes han sido arrastrados desde las profundidades a la superficie». Es decir, las piedras preciosas aparecen incrustadas en estas rocas de origen volcánico, que previamente habían sido magma.
Los diamantes que se encuentran pueden tener millones de años, mientras que las kimberlitas son de nacimiento relativamente reciente, cuando el magma fundido salió a la corteza mediante grietas y se solidificó guardando estas piedras preciosas en su interior. No obstante, los yacimientos de este cristal son escasos y se sitúan en puntos contados del mapa. Entre los países más importantes productores de diamantes se encuentran: India, Brasil, Sudáfrica, Tanzania, Australia o Canadá.
Si bien hay numerosos nacimientos de cristales repartidos por el mundo, España no es uno de los países afortunados por no cumplir con las condiciones de temperatura y presión. Sin embargo, desde hace décadas se buscan en diferentes puntos de la geografía española estos cristales.
Lo más parecido que se ha hallado se encuentra en el sureste de la Península, concretamente al norte de Mazarrón, Cartagena, Fortuna y también Jumilla. Según el Boletín del Instituto Gemológico Español (IGE): «Las lamproitas (derivadas del manto terrestre) del sureste español presentan las mayores afinidades vulcanológicas y químico-meneralógicas con las kimberlitas», las principales fuentes de diamantes.
La exclusividad de estas piedras ha hecho que a lo largo del tiempo se haya experimentado con nuevas fórmulas para crear diamantes sintéticos parecidos a los que se encuentran en la naturaleza. La mayor imitación de este cristal llegó en 1976 con la aparición del zirconio cúbico. Aparentemente es muy similar al diamante por ser prácticamente incoloro, por la composición de sus caras y por su brillo. Sin embargo, la dureza es inferior al del original con 8,5 en la escala de Mohs, el diamante tiene 10. No obstante, «una de las imitaciones más recientes, la moissanita, tiene la conductividad térmica muy elevada y puede confundirse con el diamante», indica el IGE.
Este último, aunque generalmente es sintético, en algunos casos se ha encontrado de forma natural en la Tierra y en meteoritos. Además, cuenta con una dureza que se acerca al diamante original con 9,25. Pese a la búsqueda incansable de opciones que puedan parecerse a esta piedra preciosa, todavía no hay nada que sea exactamente igual ni que lo supere en resistencia.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.