![Cazadores de fugitivos](https://s1.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/201912/06/media/cortadas/144794749-U30167982548O6H--984x608@La%20Verdad-LaVerdad.jpg)
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Los fugitivos son bastante predecibles. Todos tienen un amigo, una novia, un vecino o una madre a quien recurren. A menudo basta con hacerles una (o varias) visitas y decirles que su amigo, su novio, su vecino o su hijo ha hecho una tontería, se ha dado a la fuga y por eso les está salpicando a ellos; y que no vamos a parar hasta que aparezca. Es cuestión de presionar duro y de mantener esa presión. Tarde o temprano, el grano acaba saliendo. Las madres siempre saben dónde están sus hijos. Ayer mismo cogimos a uno en la ducha de la casa de su madre».
Scott Gribbles da cuenta de los gajes de su oficio -«el tercero más viejo de este país por detrás de la prostitución y de la política», precisa- frente a la cámara de un ordenador en el estado de Washington, en el extremo noroeste del país, justo encima de Oregón y a los pies de Canadá. Viste de paisano. Camisa de cuadros y sombrero rígido de 'cowboy'. Excámara de televisión, cuenta que acabó «quemado» de perseguir noticias y que desde hace una década solo persigue a personas. Todas ellas con cuentas por saldar. Cuando sale de caza, nada de frac. Se enfunda un chaleco antibalas, una pistola convencional, una eléctrica, un difusor de gas pimienta, una porra extensible, un cuchillo de acero («útil para abrir cerraduras», aclara), unas esposas y una placa de identificación en la que se lee 'Fugitive recovery', un eufemismo blanqueador que en castellano suena ridículo, 'recuperador de fugitivos'. En la mano, un rifle con cartuchos de goma.
Entre 3.000 o 4.000 individuos, «tal vez más, no los cuento», lleva capturados por un buen puñado de dólares cada uno, con su traje-arsenal de faena. Es un cazarrecompensas del siglo XXI, una figura opaca y sin embargo acoplada al sistema judicial estadounidense, al igual que la otra pata de este controvertido negocio: las agencias de fianzas. Solo existen en ese país -en 46 estados, para ser exactos- y en Filipinas. Estas empresas privadas se dedican a cubrir las fianzas de las personas que han sido encarceladas tras ser acusadas de cometer un delito y que no tienen dinero para abonar la prenda en metálico que les impone un juez para tratar de garantizar su comparecencia ante los tribunales, una vez que les ponen en libertad condicional.
Un ejemplo gráfico. Un tipo es arrestado por posesión de drogas. Le encarcelan. Un magistrado fija una fianza de 12.000 euros. Si el reo no tiene esa suma y contrata los servicios de un fiador, esa agencia se llevará el 10 o 15% de la misma en concepto de comisión. Lo recuperará cuando su cliente se presente a juicio. Si este se ausenta (algo que ocurre en dos de cada diez casos en los Estados Unidos), la empresa prestamista dispone de varias semanas para devolver los 12.000 euros, o bien, perderlos. En este último caso es cuando la compañía contacta con un cazarrecompensas y le ofrece el 10% o 15% del montante a cambio de localizar al cliente y entregarlo en la Corte antes de la denominada fecha límite de decomiso.
Cuando esto ocurre, el agente de cumplimiento de fianza o agente de recuperación de fugitivos, como prefieren hacerse llamar estos mercenarios, puede irrumpir por la fuerza en casa del correspondiente fugitivo -no necesitan mandato judicial- y transportarle a través de las fronteras estatales sin que disponga para ello de la correspondiente orden de extradición. Lo que se dice al puro estilo 'Far West'.
Gribbles graba todas sus capturas y las sube a internet. Con ellas ha atraído a su cuenta de Instagram a más de 20.000 seguidores ávidos de descargas de adrenalina, gritos y sordidez. Otros 57.400 están suscritos a su canal de YouTube. Las redes sociales le suministran buena parte de los 450 aprendices de cazarrecompensas que cada año se matriculan en su 'bootcamp' o campo de entrenamiento para certificarse en el oficio. «Puedes correr, pero no te puedes esconder», reza el rótulo de la academia.
En el Estado de Washington basta con acreditar 32 horas de formación y prácticas para lanzarse a cazar fugitivos. Por algo más de 1.000 euros Gribbles ofrece un cursillo más completo, de 48 horas, que distribuye así: 24 horas de teoría, donde proporciona a los aspirantes nociones sobre leyes estatales y federales o tácticas de rastreo; 16 horas de clases al aire libre donde les enseña a derribar a un individuo, a colocarle las esposas o a manejarse con la porra extensible; y, por último, 8 horas de adiestramiento con armas de fuego. Un par de días después están listos para entrar en acción.
La ley del Estado de Washington no prohíbe que las personas con antecedentes penales se conviertan en cazarrecompensas. El Departamento de Licencias se ocupa allí de revisar el historial legal de cada solicitante y de determinar si le da o no luz verde. El periódico 'The Seattle Times' revelaba el pasado verano en un artículo de investigación que en la última década solo ha desestimado 2 de 400 casos.
La regulación en torno a estos 'contratistas', como también se les conoce, es cosa de cada estado. No existe ningún plan federal de estudios de agente de recuperación de fianzas ni ningún programa oficial de capacitación para instructores. Cuatro estados tienen vetado el sistema de fianzas comerciales y de cazarrecompensas; otros cuatro no reconocen a estos últimos pero permiten que los agentes fiadores persigan al fugitivo; y en diecisiete no se impone requisito alguno para obtener la licencia de 'recuperador'. El Departamento de Seguros es, en algunos estados, el que se ocupa de supervisar a los cazarrecompensas; y, en otros, la oficina del sheriff local.
Por eso, lo más importante en este oficio es saber moverse. Mientras que en Kentucky o en Oregón no les permiten operar, en Idaho, Wyoming y Montana hay barra libre. Allí, las normativas sobre quién puede llamarse así mismo 'recuperador de fugitivos' o qué métodos puede emplear para capturarlos son prácticamente nulas.
Nadie en los Estados Unidos sabe cuántos cazarrecompensas con licencia hay. Se habla de unos 15.000. Sin embargo, se cree que apenas unos pocos cientos de ellos trabaja a tiempo completo. Gribbles habla de «unos veinticinco». El resto se ha cortado la coleta o lo compagina con otras actividades, que pueden ir desde profesor a cocinero. «Muchos lo dejan enseguida. Este no es un oficio fácil. Haces horas interminables de vigilancias, viajas constantemente, ves pobreza, casas verdaderamente asquerosas por las que pululan niños y te enfrentas a situaciones desagradables y peligrosas. Muchos fugitivos solo son gente como usted o como yo, que han tomado la mala decisión de coger el camino fácil. Otros van a intentar matarte. Cada año, cinco o seis agentes como yo mueren en este país haciendo su trabajo. No todo el mundo vale para esto», advierte el agente, al tiempo que reivindica su existencia. «Somos necesarios porque somos los que nos aseguramos de que las personas vayan a los tribunales y sean responsables de su presunto delito. La Policía persigue a muchos de ellos pero nosotros somos los únicos que les buscamos».
La Asociación de Agentes de Fianzas de los Estados Unidos (PBUD), una organización con sede en Florida que representa a 15.500 profesionales, cierra filas con Gribbles. «Los agentes de recuperación con licencia ayudan a garantizar que a las víctimas de delitos no se les niegue la justicia devolviéndolas a la Corte por falta de comparecencia. La justicia retrasada es justicia denegada», enfatiza a este periódico el presidente de la agrupación, Jeff Kirkpatrick.
Gribbles opera con un equipo de una decena de personas, distribuidas en varios estados, a quienes considera «mi familia». No exagera. Su esposa, Lydia Koehn, le acompaña en sus batidas desde que hace tres años la conoció cuando se acercó a su academia para enrolarse en un programa de entrenamiento. Entre los dos mandaron a la madre adoptiva de ella a prisión. «Para los dos fue un alivio porque era drogadicta. La pillaron varias vece robando en unos grandes almacenes. Ahora las dos están más tranquilas. En la cárcel está limpia», cuenta desde el otro lado de la pantalla.
- En Europa vemos a los Estados Unidos como una sociedad extremadamente violenta.
- En absoluto es violenta. América es mucho más segura que Turquía, Inglaterra o España. Habría que ver si usted, como mujer, sobreviviría a ir andando sola por algunas zonas de París. En América no ocurre eso. Yo puedo ir a cualquier lugar y estar seguro porque llevo un arma que me protege.
- En 2018 batieron su récord en tiroteos en escuelas. Hasta veinte registraron.
- Tengo seis hijos que van a escuelas públicas y nunca se han visto envueltos en un tiroteo. Eso ocurre porque nuestro sistema de salud mental está desmantelado. Lo único que hacen los médicos es prescribir drogas para tratar cualquier problema y eso incrementa los índices de criminalidad.
El cazarrecompensas responde a la petición de material gráfico con una amplia ilustración de su actividad. El versículo 28:1 de la Biblia remata su email. «El hombre perverso huye sin que nadie le persiga, mientras que el hombre justo permanece confiado como un león».
Parece cosa de los 'westerns' y en buena medida lo es. A los hermanos Dalton aún les faltaban 18 años para cometer el primer atraco cuando Estados Unidos elegía al republicano Ulysses Grant como presidente y la Corte Suprema dotaba de un marco legal a los cazarrecompensas. En 1872, ese alto tribunal dictaminó, en el caso conocido como 'Taylor v. Taintor', que aquella persona que custodia a un acusado y que ha participado en su fianza tiene amplios derechos para recuperar a esa persona si no se presente al juicio, tales como cruzar los límites estatales o irrumpir en su casa sin necesidad de portar una orden judicial. Casi 150 años después, esta figura legal, que aligera la acción de la justicia y la carga de trabajo de la Policía, se mantiene intacta en gran parte del país.
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