Rodrigo Padilla
Martes, 25 de diciembre 2018, 19:35
«Lo que os cuento puede parecer increíble, pero es la verdad. Apenas empezó a amanecer, los ingleses comenzaron a hacernos gestos con las manos y a salir de sus trincheras. Nuestra gente encendió velas en un abeto que colocaron sobre el parapeto e hicieron sonar las campanas. Todo el mundo empezó a moverse a su antojo fuera de las trincheras y a nadie se le pasó por la cabeza volver a disparar.»
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El soldado alemán Josef Enzel contaba así a sus padres en una carta cómo vivió la Nochebuena de 1914 en el frente occidental de Flandes. Allí, entre barrizales, alambres de espino y frío, fue testigo de uno de los episodios más emotivos de la Primera Guerra Mundial: una paz fraternal en medio de la más cruel de las guerras.
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