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La Santa Cena sale de la Iglesia de Jesús, este viernes, en la Mañana de Salzillo de Murcia. Nacho García / AGM
Semana Santa Murcia

Los 'salzillos' colorean de morado un precioso amanecer en Murcia

La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno llena de magia el Viernes Santo y convierte la capital en un museo al aire libre

Viernes, 29 de marzo 2024, 08:57

Con un ojo puesto en el cielo y el miedo todavía algo metido en el cuerpo tras ver cómo la lluvia inundaba de tristeza el inicio de la Semana Santa, Viernes Santo amanecía en busca de una luz que arrojaron los 'salzillos'. Hubo que madrugar más que los últimos años porque el reloj aún no marca las horas de verano y sí las del invierno, pero la procesión morada sí le dio un abrazo caluroso a todos los murcianos. El cielo se abrió a las siete en punto de la mañana y, con él, las puertas de la Iglesia de Nuestro Padre Jesús. La Santa Cena pedía paso.

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Miles de personas aguardaban desde minutos antes a las puertas del templo el inicio de una de las procesiones más emblemáticas –y esperadas- de la Semana Santa de Murcia. Móviles preparados para capturar el momento escondían la emoción reflejada en los rostros de aquellos que fielmente no quieren perderse el momento. Dentro, los nervios y el deseo se fundían entre penitentes y estantes de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. La espera se hizo eterna, pero había llegado el momento de lucir las ocho imágenes del escultor Francisco Salzillo y el paso cuyo autor es anónimo y que tiene como protagonista a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Sin tradición y devoción no se podría entender la Semana Santa ni una jornada como esta. Como Carlos Quiñonero, que acompañado de los suyos, cumplía 45 años vestido de morado: «Es una devoción que se lleva interiorizada. El Viernes Santo es una tradición que está muy arraigada para los murcianos y significa mucho para todos. A pesar del nerviosismo por el tiempo, hemos preparado la semana con toda la ilusión del mundo, como no puede ser de otra manera».

Carlos Quiñonero, acompañado de su familia, antes de salir en procesión. F. P.

Los hay que llevan vestidos de color violeta casi desde que tienen uso de razón y los que se acercan a cumplir una década como penitentes de esta procesión. Es el caso de Víctor García, que hace siete años fue convencido por su amigo Carlos Marín para sumarse a la cofradía: «Salía mi abuelo, salía mi padre y ahora hace unos años conseguí enganchar a un amigo. El día de hoy es un sentimiento incomparable. Sabíamos que Murcia no aguanta muchos días seguidos de lluvia, así que teníamos claro que hoy lucíamos las túnicas», confiesa Carlos a punto de ponerse el capirote por decimocuarta vez. «No importa el madrugón. Esta mañana se vive con ajetreo y tensión porque no sabes quien está más nervioso, si tus padres mientras te visten o uno mismo. Es una alegría tremenda», señala Víctor.

Carlos Marín y Víctor García, este viernes, antes de la procesión. F. P.

La salida de la procesión fue presenciada por multitud de murcianos y vecinos de localidades cercanas. Entre los asistentes se encontraban autoridades como el presidente de la Comunidad, Fernando López Miras, la consejera de Cultura, Turismo, Juventud y Deportes, Carmen Conesa y el alcalde de Murcia, José Ballesta. Este año no hubo puestos para degustar chocolate y churros, pero las cafeterías cercanas no daban a basto para aportar la cafeína necesaria para aguantar una jornada tan larga como bonita.

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Inicio de la procesión de los 'salzillos' de Viernes Santo en Murcia.

Atrás, muy lejos en el tiempo pero aún con hueco en la memoria y el corazón, quedan los años que el coronavirus y la lluvia desperdiciaron la ocasión de enfundarse la túnica. Las hay que todavía se acuerdan de aquellos días en los que fue imposible procesionar junto a su paso, como Cristina Guirao, que dejó de tocar el clarinete en Las Musas de Guadalupe para llegar a ser mayordomo. «Estar aquí es algo que sale directamente del corazón. En días como hoy no duele que suene la alarma y sea de noche; pegas un salto de la cama y pronto empieza las peleas con los familiares para que queden bien el fajín, las medias y no quede ningún detalle descuidado. Esos nervios florecen de la misma emoción que supone estar aquí hoy», revela Cristina, que espera con los ojos vidriosos su turno para entrar a la iglesia y comenzar a desfilar por Murcia.

Cristina Guirao. F. P.

El castizo barrio de San Andrés fue el primero en teñirse de 'morao', pero no hubo apenas calles del centro de la ciudad que no se vistieran de gala para la ocasión. La plaza Cardenal Belluga fue, como cada año, el rincón que dejó algunas de las mejores imágenes del Viernes Santo. La Catedral de Murcia, esta sí sin su traje de gala, observó a través de la lona el paso de los nueve tronos de una procesión que deja un sabor distinto entre los murcianos, colorea la Semana Santa y comienza a despedir este periodo del año.

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De ahí, las siguientes ubicaciones en rendirse a los 'salzillos' y convertirse en un museo al aire libre fueron Trapería, Santo Domingo, la zona del Teatro Romea y la Gran Vía, entre otras, antes de emprender el regreso a 'casa'. Ya nadie miraba al cielo; era imposible apartar la mirada de las tallas que procesionan en la mañana murciana de Viernes Santo y de las túnicas moradas que desfilaban a escasos metros.

De vuelta al templo, nadie quería decir adiós, pero la Iglesia de Nuestro Padre Jesús aguardaba el momento de volver a 'abrazar' a todas y cada una de las imágenes. La emoción se desbordó con la entrada de los tronos a la iglesia, un momento inmortalizado por multitud de espectadores. La magia se apoderó de un Viernes Santo que comenzó más temprano de lo normal pero cuyo final siempre llega antes de lo deseado.

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