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Álvaro Hernández, durante el pregón, este domingo. Kiko Asunción / AGM

Oda a las cofradías, a sus pasos y a los valores de la Semana Santa de Murcia

Álvaro Hernández Vicente no se olvida de la huerta de Murcia en su pregón, escrito en prosa y en verso, pronunciado este domingo en el Teatro Romea

Domingo, 9 de marzo 2025

Primer domingo de Cuaresma. El Teatro Romea de Murcia, como es tradición y tomado por cofrades y nazarenos, fue testigo del pregón de la Semana Santa murciana, que este año 2025 pronunció el doctor en Historia por la UMU Álvaro Hernández Vicente. Dos horas en las que «este enamorado de su tierra», como le definió en su presentación el cronista de Murcia, Antonio Botías, hizo un elogio a las cofradías, a sus titulares y, en general, a los valores que sustenta y defiende la Semana de Pasión. Y, cómo no, a esa huerta murciana que está omnipresente con sus olores, sus colores y su luz.

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De manera cronológica, con una primera parte en prosa y una segunda en verso, acompañado por imágenes proyectadas alusivas a su relato, y por la música procesional de la agrupación Medina Siyasa de Cieza, el pregonero abrió su corazón y sacó a la calle a los presentes, recordándoles la liturgia de ese primer día en el que se escuchan cuatro palabras mágicas: «¡Procesión a la calle!».

A partir de ahí, una tras otra, el también profesor de la Facultad de Turismo y Relaciones Internacionales, fue relatando, emocionado, lo que para él significan los pasos más representantivos de cada una de las cofradías murcianas.

Este murciano de nacimiento, que tiene también en su corazón un sitio para Cartagena y Las Torres de Cotillas, mostró con sus palabras lo que el Cristo del Gran Poder, el de los toreros, y el primero en salir en procesión, significa para quienes le veneran: «Murcia en más Murcia no cabe cuando el Gran Poder navega por este bendito valle. Y es tan Dios que no cabe ni a hombros por la puerta grande».

La fe mueve montañas

Le sigue en el tiempo «la circularidad eterna de la Fe», esa fe, representada en su Cristo, que tiene su hogar en el barrio de Vistalegre, y que Álvaro encontró más, si cabe, «entre las blancas y frías salas del (hospital) Morales Meseguer», donde «Él te pone en pie cuando todo colapsa». Toca después hablar de la Caridad, «que es amor» y con la que llega la música a Murcia, partiendo de la plaza Mayor. «Si algo fue lo que más quise atesorar en mis adentros, es cómo suena un Sábado Corinto» en la capital, cuando los cofrades salen a la calle, y acompañan a su Cristo de la Caridad.

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Ya es Domingo de Pasión, donde reinan las palmas y los ramos, saliendo de su casa, la iglesia de San Pedro. Echando manos de la ilusión y nerviosismo con el que ese día vivía el pregonero en su niñez, Álvaro Hernández hace un llamamiento a los presentes para volver a esos días. «Volvamos a escuchar aquellas voces que tanto quisimos, las que están, las que se fueron, y las que no pueden estar aquí, las que nos curtieron en las cosas de Dios y nos enseñaron a rezar», las abuelas. «Mi Domingo de Ramos era igual a familia, tradición y regalo».

Llega el lunes, y con él el Perdón sale a la calle desde la iglesia de San Antolín, llenando de emoción las calles del centro que recorre: «Un barrio y ese magenta castizo que amamanta las ilusiones de cualquier nazareno murciano y de los contornos de la huerta», porque «en Murcia no se puede morir si Tú no estás en tu plaza y nosotros en San Antolín».

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Llega al Rescate, el Martes Santo, la Salud desde su sede en la iglesia de San Juan de Dios. Devoción como pocas, la del Cristo que es objeto de un besapié por siglos cada primer viernes de marzo. Ya en la Semana de Pasión, la cofradía toma las calles de Murcia, con el olor a azahar impregnándolo todo. «(...) Como si de un césar se tratara pasa triunfante su arco, tambaleando todo un imperio y a toda la curia romana».

Con el Cristo de la Salud en la calle, también desde su sede en San Juan de Dios, el pregonero no duda en declarar «Tú eres Salud de todos los enfermos, te pido salud para los que no pueden verte, para los que esta noche están sumidos en el duelo, duermen en los hospitales y salas de blanco desvelo (...)».

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'Coloraos' y nazarenos

Miércoles Santo, ríos de 'coloraos' que inundan las calles de Murcia desde el castizo barrio del Carmen. Color sangre que tiñe el río Segura, agua que sacia la sed, y donde nació «la sonrisa huertana, las ondas del pelo, y un mantón de seda bordada con un jardín de ensueño (...)».

Llega el Jueves Santo y con él el silencio de la noche, tras una tarde en que una sentencia planta tres cruces. El teatro entra en penumbra; es tiempo del Cristo del Refugio y de la Soledad. El pregonero, hace unos años, según relató, recibió «unos de los regalos que nunca podré olvidar: ver salir al Señor desde el interior de San Lorenzo (...) Su silueta se reflejaba en unos de los muros; solo estábamos Él y yo (...). Era todo el Refugio que aquella noche necesitaba». Es una noche en la que «Murcia te susurra y hasta te canta boleros», «y cantan una nana al Señor de San Lorenzo».

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Morado es el pregonero, como su padre, abuelo y hasta bisabuelo. Como morada se torna la ciudad bien temprano desde San Andrés y su iglesia de San Agustín, el Viernes Santo, cuando ocupan sus calles «la mirada de Jesús» el nazareno. Arte en movimiento, salzillos de renombre son sus pasos, hasta que llega «Nuestro Padre, el que va buscando miradas». Pero «quién puede, Nazareno, mirarte esa cara, que con tanta misericordia va llorando de mañana». Tras el Nazareno, la imagen de la Dolorosa de Jesús asoma en el Romea, coronada entera.

Y llegan, por la tarde, «los hermanos de la Misericordia» desde la iglesia de San Miguel, con el Crucificado de Domingo Beltrán «que nunca debió salir de su casa, San Esteban»; y un Cristo inerte, bajado de la cruz que guarda la sacristía del templo. Allí «vi la obra maestra de nuestro querido Pepe Hernández Navarro: su monumental Descendimiento que detenía el tiempo», que provoca «escalofríos ».

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Ciudad en luto y resucitada

Es Sábado Santo y Murcia recibe a la Virgen de las Angustias, que sale desde una San Bartolomé vestida «de luto». Una imagen que Álvaro Hernández utiliza de nuevo para loar la figura de la madre, como la suya, Caridad. «Sufren y callan para que no nos toque ni una mosca (...) para que no nos falte de nada».

Sigue el relato y la ciudad se hace «sepultura » con el Cristo del Sepulcro procesionando. «Si la belleza infinita hoy fuera un invento, tendría que inventar a Cristo, hermosura de pleno derecho».

Y sigue el día con la Virgen del Rosario en la calle; «puede decirse sin reparo que tuyo es el sábado»; y con el Yacente, «el Redentor de los cielos».

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Ya no queda nada para decir, un año más, adiós a la Semana de Pasión de Murcia. Llega el Domingo de Resurrección, que parte de Santa Eulalia. «Qué largos son tres días para los que el amor aguarda». Pero vuelve la luz a la ciudad, el blanco, cuando parte de la iglesia la imagen de Jesucristo Resucitado. «Sale la Vida a la plaza, a un ritmo incesante, porque surcando esa plaza, vuelve el color a las calles (...) porque la muerte ha pasado a la historia y ha muerto para siempre». Quien murió en Murcia, resucitó en Santa Eulalia.

No quiso Hernández Vicente terminar su pregón sin hacer mención a lo que, tras la Semana Santa, aguarda a Murcia, «la primavera más clara» y la patrona de Murcia, la Virgen de la Fuensanta, «la que me revive y me mata, el antídoto de mis penas y el veneno que me embriaga». El pregonero, con todo el auditorio en pie, recibió una calurosa y emocionada ovación.

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  1. Álvaro Hernández, «tres murcianos de excepción en uno»

«Vengo ante ustedes para presentarles no a uno, sino a tres murcianos de excepción». Así comenzó este domingo Antonio Botías, cronista oficial de Murcia, la semblanza de quien, minutos después, protagonizó el pregón de la Semana Santa de Murcia 2025 en el Teatro Romea de Murcia.

Botías, también pregonero en 2012, comenzó desgranando al Álvaro Hernández Vicente historiador, investigador y divulgador del patrimonio murciano, con publicaciones varias, que ejerce también como comisario de exposiciones. Entre ellas, apuntó 'La Madre del Verbo: Murcia Mariana', muestra por la que recibió el premio Paloma de Turismo 2023.

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Hay un segundo Álvaro, al decir de Botías, el «generoso y solidario», que conjuga «genialidad y genio», «espléndido» pintor y «excelente» cocinero. También tiene entre sus virtudes ser un «diestro» organista y tenor lírico. «Y atentas zagalas, que está soltero».

Un joven «orgullo» de su madre, Caridad, y «de su añorada abuela, que en el cielo estará dándole tremenda turra a San Pedro: 'Mira, mira a mi nietecico, qué listo me ha salido'».

El tercer Álvaro Hernández Vicente «es el que nos reúne hoy aquí, el flamante pregonero de la Mejor Semana Santa del mundo». Absoluto enamorado de la Pasión «desde que apenas era un niño que aprendía a hablar y resonaban los tambores del Viernes Santo por la calle Mula, la de sus abuelos, en Las Torres de Cotillas».

Un colaborador desde hace años con hermandades y cofradías en publicaciones, exposiciones e investigaciones. «Dispónganse a gozar de un pregón para el recuerdo, para la historia», alentó, al despedirse, el cronista Antonio Botías.

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