El Real Murcia vivió ayer uno de los episodios más lamentables de su historia reciente. Lo acaecido en los aledaños de la Nueva Condomina solo es comparable a lo sucedido el 27 de mayo de 2013, cuando Jesús Samper y sus acompañantes tuvieron que salir del recinto murciano escondidos por una puerta trasera, después de que el conjunto grana perdiera 0-2 contra la Ponferradina y pusiera casi los dos pies en Segunda División B. Las imágenes de tensión y violencia de entonces son equiparables a las de ayer, cuando Mauricio García de la Vega decidió acudir, a pie y sin protección policial, a la puerta principal del recinto para acceder a la Junta de Accionistas convocada por Gálvez en la que el oriolano aprobó una ampliación de capital destinada a, teóricamente, salvar el club.
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El gestor mexicano, que no se acobardó y se plantó cara a cara con más de un centenar de aficionados que lo insultaron desde antes de su llegada, no pudo acreditarse como máximo accionista del Real Murcia, a pesar de contar a su favor con la resolución del TAS, el CSD y la escritura pública elevada por el notario Javier Escolano, que fue otro de los más agraviados en la tarde de ayer.
Precisamente, Escolano vivió una situación tensa minutos antes, cuando cerca de las 17.30 horas se plantó en la puerta de las oficinas para presentar la documentación necesaria para inscribir al propio De la Vega como máximo accionista. Escolano recibió todo tipo de insultos al ser reconocido y tuvo que aguantar estoicamente durante más de treinta minutos solo, sin protección y a expensas de que los actuales dirigentes de la entidad abrieran las puertas para que los accionistas que acudieran a la Junta pudieran refugiarse en el pasillo de entrada al lugar elegido para la celebración de la misma.
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Víctor Gálvez pudo evitar el incidente sin tener que dejar pasar a García de la Vega a la Junta de Accionistas y no lo hizo. De hecho, el actual presidente del Real Murcia presenció todos los incidentes desde el balcón del primer piso del estadio, aunque no autorizó la apertura de las puertas hasta diez minutos antes de las seis, poniendo en peligro la integridad física de los mencionados accionistas, que vieron cómo los aficionados más exaltados ocupaban justo el espacio anterior a la entrada. El oriolano pudo haber evitado el incidente solo con haber abierto una de las puertas del garaje subterráneo de la Nueva Condomina, donde precisamente estaban aparcados los vehículos de los actuales gestores del club. No hubo ninguna agresión, pero la temperatura se fue elevando peligrosamente durante toda la tarde.
Solo la intervención tardía de la Policía Nacional consiguió disuadir al grupo de aficionados que impideron al gestor mexicano el acceso a la puerta del estadio. Las fuerzas de seguridad, que finalmente aparecieron en gran número, amenazaron a los seguidores más enfurecidos con multas por coacción hacia el mexicano y por convocar una concentración ilegal superior a 20 personas sin autorización previa, aunque De la Vega, que ya sabía que no entraría a la Junta, fue obligado a retirarse para evitar males mayores. El club grana, por lo tanto, ofreció ayer una imagen dantesca, impropia de una entidad con más de cien años de historia y que puede ser muy contraproducente de cara a la aparición de futuros inversores que busquen seriedad y estabilidad.
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La entidad grana está metida de lleno en un atolladero por la doble venta de la entidad que hizo Raúl Moro, un personaje que era aclamado e idolatrado por la grada y los seguidores granas hace un año y que, sin embargo, ahora parece un apestado. Ayer, incluso, apareció señalado en algunos de los carteles pegados en las paredes de la Nueva Condomina como culpable de la situación, junto a Deseado Flores, Pedro Contreras y Miguel Martínez, el presidente que autorizó el desembarco de Gálvez. Además, el de ayer puede que no sea el último capítulo de esta guerra, ya que tanto Gálvez como García de la Vega seguirán defendiendo sus posturas hasta el final. El Real Murcia, con toda probabilidad, seguirá siendo el máximo perjudicado.
Una vez acabada la Junta que aprobó la ampliación de capital por valor de 18 millones, los Gálvez decidieron guardar silencio, aunque García de la Vega, que se llevó hasta un escupitajo en su chaqueta, se mostró indignado por los acontecimientos de ayer. «El Consejo, desde el balcón, ha estado mofándose y riéndose de la situación tan vergonzosa que hemos vivido. Es de tener muy poca clase y algo que no le podemos permitir a un presidente del Real Murcia. Fue una situación orquestada por el mismo Consejo», explicó el mexicano.
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De la Vega cree que los presentes ayer eran solo una pequeña parte del murcianismo. «La gente no tiene el conocimento profundo sobre lo que está pasando. Ha sido malinformada, manipulada y muy mal influenciada. Esta gente no representa al verdadero murcianismo, algunos de ellos no son ni abonados».
De la Vega sabía que no podría entrar en la Junta. «El secretario del Consejo dice que la escritura presentada no es válida. Un secretario no tiene atribuciones para eso, esto solo pasa en el mundo de Gálvez. Vamos a tomar todas las acciones mercantiles y penales. Todas las personas que decidan ir a la ampliación corren el riesgo de perder su dinero. Es una cuestión de tiempo. Tenemos okupas en casa y ya sabemos que echarlos lleva su tiempo, pero ellos finalmente van a salir. La ley dice que tengo la razón, que hemos dado todos los pasos legales».
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De la Vega no tira la toalla. «No me voy a ir. Es más, mi familia llega estos días y voy a seguir al pie del cañón. A mí estas cosas no me asustan. Que se asusten los que están haciendo las cosas mal, los que no están del lado de la ley. Yo he hecho las cosas de buena fe y no he faltado al respeto a nadie. No voy a permitir la liquidación del club».
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