Desde comienzos de la década de los noventa hasta el pasado 2018, año que, incluso con su evidente cercanía, parece ya terriblemente lejano, Norman Blake, Raymond McGinley y Gerard Love fueron tres de los mejores compositores del mundo. Tal cual. Hablamos de un periodo de ... tiempo en el que Teenage Fanclub, la banda que reunía a estos maestros incontestables del pop/rock, publicó cuatro obras maestras de condición atemporal ('Bandwagonesque', 'Thirteen', 'Grand Prix' y 'Songs from Northern Britain'), dos trabajos sobresalientes ('Shadows' y 'Here') y otros tres situados en el envidiable territorio del notable alto ('Howdy!', 'Words of wisdow and hope', firmado junto al gran Jad Fair, y 'Man-Made').
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Cuándo: Sábado, a las 20.00 horas.
Dónde: Teatro Circo de Murcia.
Entradas: 18, 22 y 25 euros.
Antes se habían estrenado con 'A catholic education' y 'The King', tan ruidosos como desconcertantes, y lo que pasó después fue que el trío de genios se quedó en formato de pareja tras la marcha del citado Love por conflictos internos sobre los planes de gira que tenía el grupo. Una ausencia que, en cualquier caso, no ha lastrado la actividad de Teenage Fanclub ni en el estudio ni en la carretera.
Y ahí están el estupendo 'Endless arcade' de 2021 y el recién estrenado 'Nothing last forever' para demostrarlo. De hecho, centrando la mirada en este último capítulo discográfico de los escoceses, lo cierto es que se trata de una obra especialmente inspirada, de esas que te van atrapando y enamorando poco a poco con una sencillez y luminosidad de probada eficacia.
No hay grandes giros en su sonido, las sorpresas brillan por su ausencia y puede que no encontremos en él ningún clásico de esos que parecen destinados a reinar en el excelso repertorio de la formación durante los próximos años, pero tampoco resulta posible dar con un fallo de peso, pistas de relleno o sensación alguna de cansancio o desgana.
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Es, ni más ni muchísimo menos, que el enésimo trabajo fluido, cálido y radiante de un grupo que conoce a la perfección sus principales virtudes y las explota con la sabiduría que aporta la veteranía, mientras que, al mismo tiempo, se adapta a las nuevas circunstancias y se refugia de las temibles tormentas de cambios imprevistos bajo ese manto de melodías cristalinas que nunca les ha fallado.
Un debut alejado de sus grandes obras, pero más que interesante.
Mucho ruido y pocas nueces. El disco menos logrado de la banda.
Primera obra maestra. Uno de los clásicos esenciales de los noventa.
Magistral. Una joya incomprendida en su momento que ya es un clásico.
Glorio pop de inicio a fin. Un disco en estado de genialidad permanente.
Resumiendo: la cima de los Teenage.
La banda estrenó el siglo XXI con un trabajo más notable que memorable.
Disco reservado para completistas.
Ya sea a través de las embriagadoras corrientes de psicodelia de forma accesible y tonos otoñales que presentan temas como 'It's alright', 'Falling into the sun' o 'Foreign land' y 'Tired of being alone', fabulosa dupla para arrancar; el folk rock de 'See the light' y 'Back to the light', diamantes que habrían firmado los Byrds con los ojos cerrados; o esos medios tiempos marca de la casa que son 'Middle of my mind', el tremendo cierre de 'I will love you' y, sobre todo, las preciosas 'I left a light on' y 'Self sedation', las mejores del lote, Blake y McGinley, acompañados por la batería de Francis McDonald y el nuevo bajista Scott McGowan, aprueban con nota en su regreso.
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De acuerdo, puede que en este 'Nothing last forever' no habiten piezas de la grandeza incalculable de 'Ain't that enought', 'The concept', 'What you do to me', 'Mellow doubt', 'Sparky's dream', 'Tears', 'Norman 3', 'Planets', 'Take the long way round', 'I need direction', 'Gene Clark' o 'Star sign', pero su escucha ofrece tantos, tantísimos momentos de auténtica belleza y contagiosa vitalidad que uno no puedo más que sentir la satisfacción de contar con otro encantador capítulo en la trayectoria artística de algo realmente parecido a la banda perfecta.
Pese a no ser perfecto, cada acierto de 'Man-Made' es todo un triunfo.
Solamente por la prodigiosa 'Baby Lee' ya merece la matrícula de honor.
Artesanía, oficio y un puñado de grandes temas. Vence y convence.
Disco menor con puntuales destellos de genio. Mejora con las escuchas.
Su obra más completa, emotiva y redonda en más de una década.
Y es que, por más que el título de este último paso en su carrera se traduzca como 'Nada dura para siempre', hace tiempo que las canciones hermosas, reconfortantes y sanadoras de Teenage Fanclub cuentan ya con su merecido rincón en la eternidad.
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