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La voz de Manuel Pérez es la de un ser en apariencia quebradizo. No tiene la entidad de un león. Pero ya Elis Regina nos había advertido de que las apariencias engañan a los que odian y a los que aman, y que el amor ... y el odio se hermanan en la hoguera de las pasiones. Cuesta encontrar en las pinturas de este inventor de arboledas, el primer artista murciano que estrena exposición individual en tiempos de coronavirus (hasta finales de julio en el recoleto e inmaculado estudio-galería de arte Arquitectura de Barrio, en la calle Julián Calvo, 6, en el barrio murciano de San Antolín), algún indicio de esa vida virulenta que hoy nos ataca por todos lados. Cuesta incluso encontrar en esos paisajes laxantes el humo de esas pasiones encendidas de las que nos hablaba la cantante brasileña. Pero en una obra de Manuel Pérez no anda solo nunca el gato, ni un lago es solitario, ni el avechucho parece colarse en una esquina por casualidad. Al final, el espectador acaba entrando en el cuadro, como si no tuviera más remedio que actuar.
Alguna vez hemos soñado, sí. Quizás, en esta exposición, uno puede llegar a pensar que todas estas obras han sido escenas nacidas en nuestra propia imaginación, pero no en noches de alucinaciones y raros sudores sino, quizás, en una siesta placentera. 'Recuperar la luz' es el título que agrupa esta serie de obras, la mayoría producidas en su casa de la huerta en el Barrio del Progreso, en Murcia, donde ha pasado los dos largos meses de confinamiento. «Tengo un terrenito, hice acopio de material, y me encerré aquí. Parte de la obra que muestro ahora, mediana y pequeña, es de este tiempo de confinamiento. La idea que todos hemos tenido es esa del título». Sí, algo tan menospreciado como salir de un aislamiento físico. «He tenido tiempo de reflexionar sobre las cosas que perdemos cuando uno está sin la libertad acostumbrada, y también para soñar y para echar de menos lo que uno tiene y recrearse en las cosas que me gustan: la naturaleza, la luz y el color. Lo que uno se pierde en el encierro».
¿Tiene alguna explicación o alguna respuesta coherente ese interés permanente de Manuel Pérez en la naturaleza? «Respuesta coherente nunca se va a tener. Simplemente objetivos y sentimientos. Supongo que la belleza está en lo que está vivo, en lo que respiramos, en la luz y en el color. Supongo que todos deseamos estar vivos y sentir ese placer». Un artista siempre está confinado, aunque haya ventanas que abrir y puertas por las que huir. Ensimismado en sus ambiciones. Preso de sus obsesiones. Atado a sus costumbres. Parado ante un lienzo en el que proyectarse. «Parece que cuando uno tiene ya esa obligación no puede elegir, pero sí que hay un sentimiento de potenciar la otra parte, la de pasear libremente, la de que te dé el sol... Una de las cosas que más he echado de menos son los paseos por el monte. Supongo que por eso pinto bosques, y naturaleza, y el agua correr. Solo el hecho de escuchar un riachuelo por donde piso me emociona. Esos pequeños detalles que se pierden habitualmente. Tengo un huerto delante de mi casa, y aunque no es mío lo he disfrutado igualmente». Todas estas obras –pintura al agua sobre papel encolado en madera y también sobre lienzo. «Solo cambian los soportes», afina– son detalles de la naturaleza, imágenes reales e imágenes apropiadas. «Todos hemos viajado por la nube en este tiempo».
La exposición se inaugura hoy y estará hasta finales de julio. ¿Y después qué? El gran plan: viajará con su pareja y su hijo en una furgoneta camperizada por el norte de España. Cuidado con él. Quizás sea león sin melena.
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