PEDRO SOLER
Viernes, 21 de septiembre 2018, 23:12
La exposición está basada en una frase del poeta latino Marco Manilio: 'Nascentes morimur, finisque ab origine pendet' ('Al nacer comenzamos a morir y el fin es consecuencia del principio'). Torregar partió de esta idea, y estuvo investigando «en torno a la conciencia del ser humano, el único que es consciente de su nacimiento, pero también de su último instante, que es la muerte». Y sobre esta idea construyó ese enorme nido, que ocupa el centro de la capilla del edificio La Convalecencia.
Publicidad
«El nido -afirma el artista- es siempre evocado como lugar de cobijo, asociado a la vida, seguridad, protección... pero en este, en lugar de encontrar huevos, encontramos cráneos dorados. Buscaba alterar un poco y confundir al espectador, que hallará algo inesperado». Torregar ha instalado un espejo grande, a varios metros de altura, y en él queda reflejado el nido y sus contenidos, «pero los cráneos, vistos en el espejo, de alguna manera pueden parecer huevos. Es así como quiero jugar con esa espiral de constante compás de la vida y la muerte. Y, como la capilla tiene un sentido litúrgico, también he buscado que este nido sea como una pieza silenciosa y de composición muy barroca. Se elimina la iluminación del espacio para centrarla en el nido. Y el silencio solo queda roto por los latidos de un corazón, que se escuchan a través de unos altavoces. Son latidos que quieren marcar ese martilleo constante del 'tempus fugit', del tiempo pasa».
Dónde Capilla del edificio La Convalecencia. (Teniente Flomesta, s/n. Murcia).
Horario: de lunes a viernes, de 9.00 a 20.00.
Cuándo Hasta el 11 de octubre.
Como se trata de algo en torno a la vida y la muerte, «me ha gustado que el espacio fuese la capilla, porque las capillas pueden servir para bautizos y funerales. El tiempo dirá si vuelvo a exponer esto en otro sitio, pero con un giro distinto. Tuve que construir el nido en la propia capilla y estuve buscando y eligiendo madera y ramas durante semanas, para encontrar lo que más me interesase. Según los iba cogiendo, cada vez se me hacía más claro que iba a ser un problema, porque también me surgió la idea de vincular esta pieza con la religión. De hecho, el entorno del nido parece una corona de espinas, y las sombras que proyecta se parecen mucho a esa corona».
¿Es necesario cavilar tanto para realizar una obra de arte? «Yo soy muy inquieto, y, efectivamente, todo esto puede parecer una complicación, porque estoy muy a gusto en mi estudio, pintando cuadros, que la gente puede comprar para que luzcan en las paredes de su casa. Esta es una pieza que me ha ocupado gran parte del verano, con muchos quebraderos de cabeza; una pieza que me financio yo mismo, porque todo lo he tenido que pagar, y, para hacer esto, me he visto obligado a dejar de hacer otras cosas que me dan de comer. Pero, claro, me gustaba tanto ese espacio, que me apetecía ver mi obra en él. Llevaba como dos o tres años con esta idea en la cabeza y, cuando te va rondando tanto, no estás pensando en algo material, sino, simplemente, en que quieres ejecutarla. Hasta que te das cuenta de que, aunque haya tanta historia detrás, al final es muy sencillo, pese a que a cada cual le puede sugerir cosas distintas».
Lo más desconcertante e imprevisto para el artista fue que «durante varios días estuve haciendo fotografías de la obra. Los sonidos del latido del corazón estaban funcionando. Llegó un momento en el que me pareció que respiraba un poco peor, hasta que me di cuenta de que mi corazón había acabado latiendo al ritmo de los latidos que sonaban. Era algo con lo que no contaba». ¿Producción rápida o lenta? «En cierto modo, mis trabajos últimos tienen que ver con todo lo concerniente al paso del tiempo, con referencia a la historia del arte y al ser humano. Esta es una obra de concepción muy barroca, y es cierto que tardé mucho, documentándome, para ver cómo podría ser y buscarle sentido a todo. Está el espejo, que, de algún modo, quiere representar la vanidad humana, y los cráneos recubiertos de dorado, porque el dorado simboliza la riqueza, pero también la vanidad. No hay nada banal, pero sí un proceso de documentación largo. Me pasé bastantes días buscando la madera, pero lo que es físicamente el nido lo monté en un solo día. Fue una sorpresa, y creo que fue así, porque, durante semanas, estuve pensando en cómo tenía que construirlo. No soy un pájaro, pero, modestamente, tengo que decir que para ser el primer nido que hago no me ha quedado nada mal».
Publicidad
¿Un nuevo camino? «Este nido no es un salto al vacío, sino continuidad con lo que vengo haciendo. Llevo tiempo sin pintar y cuando vuelva a hacerlo, y tengo unas ganas tremendas, no sé si voy a comerme el cuadro y hacerlo al instante, o voy a tener que volver a aprender. Esto ha sido como desconectar un poquito de esa idea continua de estudio y pintura, aunque también tiene mucho que ver con mi modo de trabajar».
El nido acoge quince cráneos modelados en barro y arcilla, pero que se han transformado en obras de resina de poliéster. Torregar afirma que «las pulí, pinté y recubrí de pan de oro auténtico, pero daban un efecto tan metálico, frío e industrial, que decidí cubrirlas con pan de oro normal sin bruñir».
Primer mes por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Una moto de competición 'made in UC'
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.