Por fin estamos en un Viernes de Dolores normal después de dos años de abstinencia, y no sólo de carne. Pero no creáis que todo es alegría. Ya sabéis que a veces, cuando los dioses deciden castigarnos, nos envían unas cuantas películas francesas que nos recuerdan que la vida puede ser muy dura, y eso pasa hoy.
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Notamos que empiezan las vacaciones porque se estrena un taquillazo que pertenece a las precuelas de Harry Potter, cuya tercer film es 'Animales fantásticos: los secretos de Dumbledore'. Las andanzas del mago Newt Scamander le hacen saltar de los Estados Unidos a Europa en los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Lo más interesante son las partes que sale el icónico Dumbledore, al que se recurre nuevamente para dar más fuerza a la historia, tendiendo puentes con las historias originales del niño con un rayo en la frente. Aunque estos universos extendidos no siempre hacen honor a su génesis, estas películas siempre están muy bien hechas, con una brillante dirección de producción y unos interpretes muy solventes. Pero lo que más me gusta de estas, y las de Harry, es la evolución que hacen de las historias, pasando de la luminosidad a la oscuridad con maestría y naturalidad.
Y aquí se acaban las posibilidades de pasarlo bien con los estrenos en los cines (a no ser que vayáis a un cine X). Ahora toca hablar de 'París Distrito 13', que es lo que en Wikipedia define a película gala: blanco y negro, París fotografiada desde todos los ángulos, personajes insufriblemente existencialistas, amor como el paroxismo de la infelicidad, y lograr hacer del sexo algo tedioso.
Las relaciones cruzadas de un grupo de jóvenes que ya tienen el síndrome de Peter Pan (sin tener la edad) tienen el mismo interés que ver crecer la hierba. Los problemas del primer mundo que nos muestran no te producen ni empatía ni piedad, tan sólo ganas de darles con una zapatilla para que espabilen. Su director cree que nos está dando un paseo en un Ferrari, pero como mucho nos está dando un sándwich de Ferrarini. Así que mi consejo, si no tenéis más remedio que verla, es que pilléis una butaca cómoda y durmáis una buena siesta.
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Y si no os habéis aburrido bastante, o queréis tener motivo para una bronca con vuestra pareja, podéis dejaros caer por la pretendidamente simpática 'Las cartas de amor no existen'. Un hombre repasa los errores amorosos de su existencia, que muchas veces son los mismos que los nuestros (adelanto que eso no es recomendable).
Lo hace en un día que pasa en una cafetería frente a la casa de su ex, en modo acosador. Allí, en vez de emborracharse y darle la chapa al camarero, se hace con unos folios que sufrimos mientras los escribe. Una película pequeña, con una buena idea desaprovechada, con algunos rasgos de humor que deberían haberse potenciado. La apariencia teatral le quita veracidad a la historia.
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La herencia francesa es implacable. Y esa forma plúmbea y algo rimbombante de hacer cierto cine la han heredado cineastas de sus ex colonias, como es el caso de la tunecina 'El hombre que vendió su piel'. Ese hombre no es otro que un señor desesperado y sin dinero, que se convierte en un lienzo para que un artista pinte sobre él, convirtiéndose él mismo en una obra de arte.
A mí no me convence esta digresión grandilocuente sobre lo que es arte, ni termino de ver la crítica a un mundo tan vacuo como extravagante, ni a las gentes que viven en ese entorno de apariencias. Es la típica película que gustará a los sesudos intelectuales, a los gafapastas y a los que buscan las novedades para minorías en Filmin. Es de esas de las que salgo del cine con la sensación de que algo me he perdido o no he entendido (como si estuviera escuchando a la saboteadora traductora española de Zelenski).
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Lo más destacable de la semana es que empieza la Semana Santa. Os voy a dejar unas cuántas películas adecuadas para estos días (más allá del 'Ben-Hur' de 1959): la obra maestra 'Tierras de penumbra' (1993), la mejor reflexión sobre el sufrimiento en la vida; la clásica 'La Pasión de Cristo' (2004), que convierte el dolor de un Dios en la del hombre; el intento de entender su fe de Scorsese en 'Silencio' (2016); y la maravillosamente hermosa 'De dioses y hombres' (2010).
Que tengáis una Semana Santa de cine (religioso o no).
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