Nacho Vegas: «Parece que ser infelices es algo que nos debe avergonzar»
El cantautor asturiano estrena en Murcia 'Violética', un disco doble que nos trae de vuelta su versión más sobresaliente y emotiva
ALBERTO FRUTOS
MURCIA
Viernes, 15 de junio 2018, 01:46
A priori, la hoja promocional de un disco no parece el lugar más idóneo para toparse con la lucidez extrema y dosis de poesía tangible escrita en verso escondido. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, el de 'Violética', nuevo álbum excelso que sumar a la carrera de Nacho Vegas, el milagro abrumador se produce de inicio a fin. Son tres folios que se leen en cinco minutos, pero empujan a una reflexión que podría durar toda la vida, en los que el asturiano, más allá de explicar el origen, desarrollo, dudas y final feliz de este proyecto, profundiza en la esencial real que se esconde detrás de este conjunto de soberbias canciones. Palabra de Vegas: «En los últimos años buena parte de lo que escribo se basa en una premisa: tenemos derecho a la infelicidad. La infelicidad, algo que siempre tratamos de combatir pero que es connatural a cualquier ser humano con conciencia, es lo que pone en valor la ternura y lo que hace tan necesario el amparo mutuo, y si no nos arrogamos a ese derecho acabaremos queriendo hacer saltar nuestras vidas por los aires y, mucho más importante aún, perderemos la capacidad de empatía hacia la gente que tiene motivos objetivos para ser infeliz, gente más vulnerable o más lastimada que nosotros. La música a veces le canta a aquellas cosas que nos unen y nos hacen a los seres humanos interdependientes y que la ideología dominante pretende barrer debajo de la alfombra. Son esas las cosas que he tratado de plasmar -no sé si con acierto o sin él- en 'Violética': un álbum, unas canciones, la ternura, el amparo y otros materiales de los que está hecha la vida, y además el mecanismo del que dispongo para no hacer saltar la mía por los aires». ¿Un análisis estrictamente musical? De acuerdo. Estamos ante el disco más completo, emocionante, inspirado, valioso y valiente de su autor desde aquellas inolvidables 'Cajas de música difíciles de parar'. Dieciocho temas de puño en alto y caricia en la espalda; de terror y carcajadas; de Asturias y patrias confusas ante el amor; de naturaleza y escondites; de vida y muerte; de Tom Waits y Violeta Parra; de María Rodés y Christina Rosenvinge; de Cristina Martínez y Paco Loco; de Edu Baos, Abraham Boba, Joseba Irazoki, Manu Molina, Luis Rodríguez, César Verdú y el Coru Antifascista Al Altu La Lleva; de madrugada solitaria y amanecer compartido; de arena y océano; de distorsión y claridad. Un trabajo que desprende inspiración desde la primera línea hasta el eco que deja 'A ver la ballena', su última canción. Sumad otra obra maestra a la cuenta de Vegas. Y abracemos cada vida que continúa aprendiendo a sobrevivir. Hablamos con Nacho.
Nacho Vegas
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Cuándo Viernes 15, a las 21.00 horas
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Dónde: Auditorio Víctor Villegas
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Cuánto: 22 euros /30 euros
-Lo primero, felicidades, tras varias escuchas creo que 'Violética' es su mejor disco desde 'Cajas de música difíciles de parar'. Además, quizás por la fuerza del recuerdo, me ha parecido detectar similitudes entre ambos trabajos, más allá de su forma de álbum doble, en el tono, la ambición y la combinación de estilos y géneros propios y ajenos. ¿Ando muy desencaminado?
-La verdad es que cuando planteé el disco, ya por su misma forma, me recordó al proceso de 'Cajas de música difíciles de parar'. Aunque era una etapa muy diferente, mucho más precaria y caótica. Teniendo eso en cuenta, 'Violética' lo trabajamos de una manera un poco distinta. Pero sí que es cierto que hay un nexo común entre mis discos y puede ser que este trabajo tenga más cosas en común con aquel en el sentido de que es más heterogéneo, que ofrece más perspectivas. Hay canciones que cuentan historias, otras en primera persona, más íntimas, más sociales... Y esa variedad también estaba en 'Cajas de música difíciles de parar'.
-La esencia de lo tradicional, ese espíritu casi rural, se termina colando en canciones como 'El corazón helado', 'La voz tomada', 'A ver la ballena' o 'Aida'. Al final, esa vuelta a casa constante es algo inevitable en su naturaleza como compositor, ¿no?
-Creo que es muy necesario saber de dónde vienes para poder llegar lo más lejos posible. Eso es algo que se refleja especialmente bien en la música porque es un arte que siempre parte de lo concreto y tiende a lo universal. En mi caso, que las canciones nazcan de una realidad concreta es importante. Y muchas veces ese lugar es Asturias, el sitio en el que nací y en el que vivo.
-Otro de los grandes temas del disco es 'Las palabras mágicas', una ensoñación hipnótica que empieza siendo un melodrama y termina convertido en una especie de declaración de esperanza. Todos sus discos muestran siempre algún trazo de luz al que agarrarse frente a la tempestad, pero en 'Violética' me da la sensación de que ocurre más que nunca. ¿Es algo voluntario o surgió de forma natural durante el proceso?
-Sí, responde a algo que descubrí hace ya un tiempo, cuando encontré demasiado asfixiantes algunas de las canciones antiguas que vamos a recuperar para esta gira. Creo que tenía la necesidad de que, en esta ocasión, quedaran más abiertas, que tuvieran siempre esa grieta por la que entrara la luz, que decía Leonard Cohen. Me parece importante que las canciones, cuando hablan sobre todo de sentimientos extremos o dolorosos, sirvan para reconocerlos y combatirlos, no para regodearnos en ellos.
-Define al disco como un canto al derecho a ser infeliz. ¿Por qué cree que nos cuesta tanto aceptar y abrazar esta faceta común del ser humano?
-Es algo que tiene que ver con los tiempos en los que vivimos. Parece que ser infeliz es algo que nos debe avergonzar y darnos pudor, que estamos obligados a estar satisfechos y motivados todo el tiempo. Hay un concepto que me gusta mucho y que acuñó Alberto Santamaría, que es el de 'capitalismo afectivo' y que habla de cómo algunas empresas calcularon lo que les costaba, en términos numéricos, la infelicidad de sus trabajadores. Les salía una cifra escandalosa. Entonces, lo que decidieron era que, ya que el capitalismo no podía crear felicidad, lo que sí que podían era intentar modificar la reacción de la gente hacia la infelicidad. Por eso se llevan a cabo todas estas cosas de 'coaching' y rollos motivacionales en el trabajo que están muy presentes en nuestra sociedad y que creo que son justo lo contrario de lo que es una canción. Una canción que reivindica el derecho a ser infeliz para demostrar que estás vivo y que tienes algo por lo que luchar. Si nunca reconocemos nuestra infelicidad, vamos a acabar siendo algo parecido a parásitos que, por otra parte, puede que sea lo que le interese al sistema.
-¿Es inevitable que el ruido externo se termine colando en su música de una manera más o menos directa?
-Los que hacemos canciones tenemos que ser permeables a la realidad que vivimos. Al final, la música popular siempre habla de los procesos sociales que tienen lugar en el momento en el que se está creando. En mi caso, me gusta mucho esa tradición popular, cuando las canciones, los romances o los cantores de ciego se usaban para contar las cosas que sucedían, para que las noticias corrieran por las zonas rurales y para que, en definitiva, la canción fuera una crónica de la sociedad. Creo que la realidad siempre es una materia prima muy interesante para escribir canciones.
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