El Amarre: un homenaje a buen precio
El Amarre es un restaurante de cocina tradicional con una excelente relación entre calidad y lo que cuesta y una barra ideal para el aperitivo típico murciano
SERGIO GALLEGO
Viernes, 6 de diciembre 2019, 21:06
A mí de El Amarre me gusta la barra. La zona de las mesas de la terraza en plena plaza Mayor es ideal para ir con niños y dejarlos sueltos en el parque del jardín, y el comedor con capacidad para treinta personas como mandan los cánones establecidos de comedor de restaurante clásico, pero yo, donde disfruto de verdad, es en la barra.
Los platos que forman el local están pensados para tomarlos en cualquiera de las tres zonas, pero quizás la gran cantidad de aperitivos típicos murcianos como el calamar, los salazones o el pulpo -uno de los bocados imprescindibles-, gambas al ajillo, ensaladilla de marisco, tigres o croquetas, los pescados y mariscos como berberechos, mejillones, almejas con piñones o la quisquilla y la gamba roja dan, a priori, ganas de compartirlos con un codo apoyado en la barra y media docena de cañas recién tiradas. Después, huevos rotos, pastel murciano, crujiente de alcachofa, rabo de toro, manitas, chuletas de cabrito, paletilla de cabrito lechal y unos montaditos de solomillo de ternera que reconozco fundamentales en la velada.
En esta ocasión me dejo llevar y no pido más que un poco de vino tinto que tienen por copas. El servicio cumple con unos ritmos ágiles entre plato y plato, además de ser muy correctos en el marcaje, pero quizás les falte un poco de comunicación con el comensal a la hora de explicar cada plato. También veo mejorable el pan, por debajo de la calidad del resto de productos.
Para empezar, comienzo con unas mollejas de ternera -de la parte del corazón- acompañadas con unas patatas asadas, unos pimientos y un buen chorrito de limón. Aunque este plato no estará en la carta hasta que no pasen las fiestas navideñas, creo que merece la pena la visita solo por probar tan singular y delicado manjar.
Garbanzos con boletus
En el apartado de guisos se puede comprobar la mano de la cocina. El de garbanzos con boletus y verduras me parece un bocado de cuchara para todos los paladares a la vez que pone de manifiesto que el menú del día -cuatro platos sin bebida por trece euros- bien merece una oportunidad.
Continúo con unos chanquetes clásicos al ajillo, con ajo y guindilla que quizás necesitaran un poco de pan tostado para que el disfrute suba un escalón. Excelente producto el segundo día en el que lo tenemos a nuestra disposición. De igual calidad encuentro los chipirones en salsa de cebolla caramelizada, donde se puede notar un toque dulce que al calamar le va a la perfección, y unas ricas almejas de carril de tonos claros en la concha -son las más preciadas- abiertas y esperando para añadirles dos gotas de limón. Un huevo frito con puntilla con ajos tiernos para mojar media barra de pan de cuarto y, para terminar, ventresca de atún con una salsa de pimientos del piquillo bien trabajada y unos pimientos verdes pequeños a modo de decoración. Excelente el pescado cocinado en la plancha en punto y en sabor.
Me quedo con las ganas de empujarme un montadito de solomillo, pero lo cambio por un asiático y por el postre por antonomasia del restaurante: panacota con miel, fresas, granada, persimon, kiwi, pasas y nueces. Casi nada.
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