Góspel desde el mismo delta del Misisipi

«He dedicado mi vida a interpretar música con y para gente de todas las edades, en cárceles, escuelas, hospitales, residencias de ancianos, grandes teatros y festivales de todo el mundo. He sido testigo del poder de la música para alegrar el alma de los olvidados y tocar a los que nunca habían sido tocados. La música góspel es la cuna de voces de leyenda, como Sam Cooke, Aretha Franklin, Mahalia Jackson y tantas estrellas pop del mundo».

Lo afirma el señor John Lee Sanders y solo cabe exclamar: 'Yeah!', aunque también valdría 'Aleluya', pues el asunto va de góspel en fechas prenavideñas y es momento para abrir espíritu y corazón a las bienaventuranzas, que no todo va a ser caos en este casi enterrado –con doble de tierra, por favor– y fatídicamente viral 2020. Pero es que uno mira la biografía de John Lee y casi se cae de espaldas. Ya saben, uno de esos músicos cuyo nombre no aparece en grandes rótulos pero que ilumina los créditos de artistas de la talla de Chuck Berry, John Lee Hooker, Stevie Wonder, Willie Nelson, Jimmy Page, Temptations, Randy Newman o Bonnie Raitt. Poca broma.

Pianista, cantante y ocasional saxofonista, Sanders se crió en el delta del Misisipi y aunque maneja todos los géneros derivados –jazz, blues, soul, funk, boogie, americana–, mamó de la misma fuente: el góspel. «Fui miembro de la Iglesia Metodista en Alabama y Misisipi, templo donde había una gran coral formada por cantantes de conservatorio, un gran órgano de tubos y una orquesta sinfónica que interpretaba obras de Bach, Händel y Mozart. Pero en otras iglesias de la ciudad voces apasionadas cantaban los espirituales negros, voces educadas en tradiciones riquísimas sin ser académicas, capaces de conmoverte espiritual y físicamente. Eso forma parte de mis recuerdos y de mi formación».

Dame un poco de agua, dame un poco de vino, dame un poco de amor. Ahora sí: ¡Aleluya!