ALBERTO FRUTOS
Sábado, 10 de julio 2021, 00:49
La memoria como punto de partida y el presente como cúspide por alcanzar. Aceptar que el camino más corto no siempre es el correcto, que los atajos pocas veces tienen aristas tras las que refugiarse del huracán y que la prisa es una compañera de ... trayecto con querencia por el capricho y el descontrol. 'Boy from Michigan', el nuevo trabajo de John Grant, pide tiempo para desplegar todo su potencial, paciencia para abrir de par en par las puertas de sus canciones y varias escuchas para estallar de manera decisiva. El camino no está exento de tramos complicados por su complejidad y pequeños traspiés como las fallidas 'Rhetorical figure' y 'Your portfolio', pero cuando el artista estadounidense acierta, y no son pocas las ocasiones, da en el mismo centro de una diana de fuego electrónico y sensibilidad pop. Bajo la producción de la gran Cate Le Bon, Grant convierte postales de su pasado en momentos musicales de auténtica altura como el deslumbrante tema titular y la estremecedora 'Mike and Julie', completando este viaje al pasado con abrazos al clasicismo melódico más reconocible en la contagiosa 'The rusty bull' y ofreciendo destellos de oscuridad tan asfixiantes como hipnóticos en 'Dandy star' y 'Best in me'.
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Lo mejor, en cualquier caso, sigue habitando en extraordinarias baladas marca de la casa como 'County fair' y 'The only baby' o unas conmovedoras 'The cruise room' y 'Just so you know' que recuerdan, respectivamente, a las mejores versiones posibles de Rufus Wainwright y Elton John, referentes indiscutibles para Grant. Así. 'Boy from Michigan' se erige como una obra exigente y apasionante al mismo nivel que nos invitar a partir de un recuerdo para, con las mismas dosis de calma y reflexión, empujarnos hasta la meta y dejarnos noqueados frente a la transformación definitiva de un espejismo en convicción.
His Golden Messenger sigue esquivando las flechas del error con elegancia y talento en una trayectoria donde el relleno ni está ni se le espera. 'Quietly blowing it', su último trabajo, reincide en el acierto constante con unas canciones sobresalientes que conquistan desde una sencillez, que no simpleza, con capacidad suficiente para hacer frente al óxido del tiempo. Junto a la impresionante apertura con una 'Way back in the way back' que no habría desentonado en el catálogo del Van Morrison de los 70, algo que también le ocurre a la fantástica 'Paintin houses', es imposible no caer rendido ante el irresistible funk de 'Mighty dollar', la belleza del tema titular y 'The great mystifier', el resplandeciente country soul de 'Hardlytown' o ese cierre de matrícula de honor con 'Sanctuary'. Despedida perfecta para un disco que sigue acrecentando el estatus de imprescindible de su principal responsable.
Si buscáis aquí algo parecido a Primal Scream y Savages, las dos bandas con las que Bobby Gillespie y Jehnny Beth han protagonizado sus instantes creativos más rotundos hasta la fecha, os habéis equivocado de lugar. En 'Utopian ashes', la ruta escogida por ambos ha sido la del romanticismo que dicta versos de madrugada, la bohemia de deseos traicionados, los corazones rotos bajo la alfombra y el despertar como excusa para ejecutar el enésimo intento de supervivencia. Canciones que se emborrachan de desesperanza y pasión, que confunden el aquí y ahora con lo que pudo ser y no fue y que desarman cuando se desvisten sin excusas, quebrándose sobre sí mismas en un canto de cisne a pleno pulmón. Y pese a que la segunda mitad del disco no sea demasiado memorable, dejando solamente para el recuerdo el country orquestal de 'You can trust me now', es en ese desgarro donde encontramos piezas tan maravillosas como una 'English town' de alma Cohen; estribillos tan incontestables como los de 'Chase it down'; melancolía tan abrumadora como la de 'Remember we were lovers'; o una excelsa 'Your heart will always be broken' que destaca entre la multitud desde la primera escucha. La joya de esta corona elaborada con retales de nostalgia.
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Lo que tiene escribir sobre discos en los que todas sus canciones podrían funcionar como singles, sin excepción, es que el ejercicio de subrayar se convierte en tarea imposible. Por suerte. Y eso es lo que ocurre con 'Fracciones de un segundo', trabajo con el que Second terminó de completar su salto a las primeras ligas del pop/rock en castellano a base de estribillos gloriosos, sensibilidad desatada y temas convertidos en favoritos de su repertorio de manera automática.
En ese sentido, sigue resultando especialmente inolvidable la explosión inicial formada por 'Rincón exquisito', fija todavía hoy como la más redonda de las composiciones de la banda murciana, 'Palabras', 'Rodamos' y el estallido fronterizo de 'Conocerte', redondeando la admirable jugada con canciones tan inspiradas como la delicada 'Nuevos secretos', el indomable rock bailable de 'A las 10', la muy beatle 'Como sería' o una fabulosa 'Todas las cosas' que, al igual que el resto del disco, desprende la esencia exacta de la efusividad.
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En la inmortal voz de Mercedes Sosa cabían decenas de pueblos, espíritus de generaciones perdidas y reencuentros en andenes que no se confundían con la niebla de las fronteras. También había espacio para que el folclore viviera noches de pasión con el pop y el rock, entendiendo que no hay vínculo mayor que aquella emoción que ignora los prejuicios. Conocida y celebrada como 'La Voz de América Latina', mayúsculas innegociables, el legado de Sosa sigue erizando la piel, conmoviendo desde la autenticidad y estrujando el corazón. Única e irrepetible.
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