Vengan del lugar que vengan, las canciones nunca saben el horizonte donde van a finalizar su andadura. Sin embargo, repertorios como el del murciano David Moya parecen surgir del silencio, la mirada interior y la caricia externa para acabar en el abrazo de un directo ... cercano, íntimo y acogedor como el que tendrá lugar en la noche del sábado sobre el escenario del Café de Alba. Así, el cantante y compositor, oficios que combina con los de maestro y musicoterapeuta, hará una pausa en la grabación de su próximo trabajo para repasar las canciones más representativas de una trayectoria que, desde su inicio con 'Sueñografía' en 2003 hasta el notable 'El tiempo lento de las cosas' (2020), no ha dejado de evolucionar desde los paisajes y contornos de la sensibilidad. Charlamos con David.
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Cuándo Sábado, a las 20.00 horas.
Dónde Café de Alba. Murcia.
Cuánto 12 €.
–¿Hasta qué punto supone este concierto un fin de etapa y comienzo de era para usted?
–Necesito que, de alguna manera, el libro tenga capítulos. Los cierres son importantes. Me apetece vivirlo como una celebración y una fiesta de lo vivido, pero con la ilusión de lo que está por venir.
–Ha estado casi cuatro años sumergido en 'El tiempo lento de las cosas'. ¿Cuáles son las sensaciones más hermosas que le ha dejado este tiempo?
–Una de las imágenes más hermosas es ver que el álbum comienza con 'Antes de tocarte', una canción dedicada a mi hija mayor cuando se estaba gestando, y que ahora, casi diez años después de componerla, ella coge el disco y lo coloca en el reproductor para escucharlo. También viví un par de años hermosos defendiendo este trabajo en formato trío con Natalia y Juan, una experiencia que supuso volver a la carretera, visitar lugares que antes frecuentaba y reencontrarme con el público.
–El flautista Juan García, precisamente, volverá a acompañarle el sábado. ¿Cómo definiría la química musical que tienen sobre el escenario?
–Por mucho que trate de ponerle palabras, creo que lo que hay entre Juan y yo hay que vivirlo como público. Es una amistad que ya tiene solera. Somos dos tipos tranquilos, nos encanta la buena conversación y, por supuesto, la música y las humanidades. Nos gusta vernos como Quijote y Sancho: yo algo más en las nubes y él con al menos un pie en la tierra. Y la pareja mejora, en buena medida, porque Juan no deja de revisarse, explorar y, sobre todo, escuchar, escucharme y sentir la música que le invito a compartir.
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–¿Cómo trata de activar esa conexión con el público tan especial en este tipo de concierto?
–Hace tiempo descubrí que hay que estar conectado con cada canción de cada concierto. Y que solamente vale desnudarse en el escenario para que te quieran abrazar. Esa conexión interna es la que hace que el público entre en tu campo magnético.
–¿Cómo están yendo las sesiones de grabación de su próximo disco? Tengo entendido que está ocupándose de mil tareas.
–Acabo de empezar. Es un reto. Quiero hacer un trabajo sencillo, orgánico, tocando lo que pueda y me apetezca, en casa y contando con colaboraciones de amigos. Siento que las canciones tienen un peso propio y no requieren una producción muy compleja. Al fin y al cabo, las defiendo sobre el escenario en un formato acústico muy básico. Me gustaría que esa esencia se percibiera en un disco, incluso siendo consciente de que un directo es un directo.
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–Leí en sus redes sociales que este nuevo trabajo supone también una lucha contra el síndrome del impostor. A estas alturas del partido, ¿quién diría que va ganando?
–Intento ir ganando, pero la realidad es que no siempre es así. Después de 25 años sigo dudando de mí mismo y esto es otro reto: creer en lo que hago. Es algo que se gestiona con paciencia y buscando momentos de encuentro conmigo mismo, ubicándome y respondiendo a preguntas relacionadas con la persona que soy, lo que necesito expresar o si la perfección es realmente sana.
–¿Cuál es el punto en común entre sus facetas de autor, cantante, maestro y musicoterapeuta?
–Creo que la cuestión es ser yo mismo y saber que cada papel es una versión con matices de mí. La escucha, propia y del otro, es esencial en todas esas facetas.
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