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Si bien las Eras de la Sal ya venían funcionando para dar salida a la principal industria de Torrevieja, la bahía no empezó a realizar una actividad portuaria adicional hasta que hizo su aparición el muelle Mínguez. También conocido como muelle del Turbio, este fue desde mediados del siglo XIX y hasta los años 50 de siglo pasado el epicentro de la vida pesquera y comercial de la ciudad, el punto de llegada y salida de todo tipo de manufacturas venidas de otras partes de España, pero también del norte de África y hasta de Cuba. Una puerta al mundo que quedó sepultada, junto a la hermosa playa que lo rodeaba, bajo el relleno ordenado durante la dictadura. Una joya, una leyenda de la memoria torrevejense que, tras la temporada alta, ha vuelto a sacarse a la luz en el marco de las obras del nuevo centro de ocio del puerto.
Cuando llegaron las excavadoras a la antigua dársena pesquera, se temió incluso hallar alguno de los proyectiles lanzados sobre la ciudad por la aviación italiana en la Guerra Civil, pero lo que se ha encontrado son los orígenes del mismo puerto. Los técnicos y arqueólogos de la empresa especializada Arpa Patrimonio estudian ahora, de la mano del Ayuntamiento, si los restos encontrados merecen permanecer a la vista, como estuvieron durante cerca de un siglo. Voces a favor de ello no faltan. Fuentes municipales consultadas, por contra, se muestran cautas y prefieren no alzar las campanas al vuelo. «Esperaremos al informe de la empresa».
Los más viejos recuerdan todavía el ajetreo que se arremolinaba en torno a este histórico muelle e incluso que esas en principio nada importantes piedras que asomaban junto al parking del Real Club Náutico eran antaño el cantil de poniente de aquel lugar erigido por el alcalde Antonio Mínguez 'el Turbio' en los años 80 del siglo XIX.
Con 85 metros de largo, la explotación del muelle fue una actividad muy fructífera, pues era el único punto desde donde se hacía carga y descarga de mercancías que no fueran la sal, a la cual se seguía dando salida a través de las Eras, recuerda el catedrático de Puertos de la Universidad de Valencia, Vicent Esteban.
El docente, también en el comité que participó en la restauración del caballete de las Eras de la Sal, explica que una de las primeras actividades que tuvo el muelle fue dar salida hacia Argelia a los productos de las huertas de Murcia y la Vega Baja.
Para ver otro muelle distinto en Torrevieja hubo que esperar al dique de Levante, que empezó a construirse en 1915 y cuyos trabajos se prolongaron hasta los años 50. Antes, en los años 30, según explica Esteban, el Ayuntamiento ya advertía del estado deplorable del muelle del Turbio y recordaba que se explotaba en régimen de concesión administrativa, la cual se debía levantar.
La muerte funcional del muelle Mínguez no llegó, sin embargo, hasta 1957. Fue entonces cuando empezó a planificarse el relleno portuario, que se estimó en 12 millones de pesetas. En 1958, ya se disponía de una buena explanada para la feria de verano y para 1959 ya estaba el suelo compactado y se había resuelto la evacuación de pluviales de la calle de la Rambla de Juan Mateo a través de grandes tuberías.
Ya en los 60 se construirían los almacenes de pesca, recién derribados. Lo único que queda en pie del antiguo entorno del muelle es el bar La Marina, fundado por la familia Mínguez y que continúa abierto. En febrero de 2023, se hizo un relleno para ampliar el parking del Club Náutico y se tapó otra parte del muelle. De quedar este completamente a la vista, sería el muelle del siglo XIX conservado más antiguo de España por delante del de Portugalete y el de Gamazo, en Santander.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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