Testigo solitario del paisaje del pasado
Patrimonio arbóreo ·
Un pino piñonero con más de siglo y medio recuerda en Pinoscalzo que de la sierra de Escalona a la costa de la Dehesa de Campoamor se extendieron sus bosquesHubo un tiempo en que los bosques de pino, sobre todo piñonero o doncel ('Pinus pinea'), cubrieron el amplio territorio que se extiende desde la ... ladera sur de la sierra de Escalona hasta la misma costa de la Dehesa de Campoamor. En estas tierras de Pilar de la Horadada y San Miguel de Salinas, limítrofes con la Región y frecuentadas por los murcianos, sus arboledas dejaron reflejo en los topónimos de la zona, como Pinar de Campoverde, Los Pinos, La Pinilla o Pinoscalzo. Es precisamente la finca Pinoscalzo, que a mediados del siglo XIX adquirió el bisabuelo de uno de sus actuales propietarios, José Tomás Bernal-Quirós, donde sobrevive un magnífico ejemplar de pino doncel que, según estiman los vecinos más ancianos y los propietarios, suma unos 170 años y sigue en la flor de la vida. Cuenta José Tomás hijo –ya media el siglo– que su bisabuela Matilde Torregrosa, que había conocido el pino cumplida la veintena y había nacido a finales del siglo XIX, le decía que «siempre estuvo como ahora; y murió con 104 años, ya estrenado el tercer milenio».

Lo cierto es que este pino doncel, bajo cuya «excepcional sombra» se han reunido varias generaciones de los Bernal-Quirós y sus antecesores para celebrar, y comer sobre una piedra de molino, y afrontar mejor los rigores del estío; y recoger «piñones para asarlos en la chimenea, están deliciosos»; o, simplemente, charlar y jugar, es el símbolo de una joya natural, el Paisaje Protegido Sierra de Escalona y Dehesa de Campoamor, en inestable equilibrio entre la explotación de sus riquezas y su conservación desde que los piratas berberiscos dejaron de ser una amenaza.
Este pino piñonero casi bicentenario, con un tronco de 2,75 m de perímetro a 1,50 m de altura, ha sido testigo del retroceso del bosque y el avance del cultivo de secano. «Hubo cereal y luego olivo», cuenta José Tomás, tras mostrarnos la noria de tiro y las piedras de molino de la almazara con las que se producía el aceite de oliva «hasta los años 1940. Después llegaron los almendros», rememora, pero «siempre, siempre, estuvieron los pinos. Hoy la sequía tan grave se ha llevado el 30%», lamenta enamorado de la belleza del monumental ejemplar. Y recuerda los búhos y otras aves que lo frecuentan, y cómo brillan las estrellas bajo su enorme copa. Y desea con todas sus fuerzas que la Administración competente se emplee en mantener este legado natural.
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