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Hasta no hace tantos años, en los manuales más elementales de Derecho se enseñaba que, en España, hay instituciones judiciales cuya 'auctoritas' no recae en el poder y la legitimidad que emanan de la Constitución, sino en la vía de los hechos y en la de una tradición continuada, acreditada y reconocida durante siglos y siglos de impartir sin contestación justicia. Así, los llamados tribunales consuetudinarios eran fundamentalmente dos: el Tribunal de las Aguas de Valencia y el Consejo de Hombres Buenos de Murcia. Una decisión que dejó relegadas a otras entidades de igual o mayor antigüedad y relevancia en lo que a dirimir conflictos entre regantes se refiere. Ese fue el caso, por ejemplo, del Juzgado Privativo de Aguas de Orihuela. Hasta 2021, no vio sus sentencias equiparadas en validez a las de cualquier juzgado convencional. Ahora, la institución encabezada por el juez de aguas, José Bernabé, no quiere quedarse ahí y aspira a ser declarada BIC inmaterial. En el pasado Pleno, conseguía el respaldo de todos los grupos políticos a esa candidatura.
Fundado por privilegio de Alfonso X El Sabio, el juzgado de aguas oriolano es incluso más antiguo que su homólogo valenciano y, por supuesto, bastante más que el Consell de Orihuela, precedente institucional del actual Ayuntamiento.
Prueba de ese legado sin el cual no se podría entender la esencia agrícola y huertana de la Vega Baja es su rico archivo. Del siglo XV hasta la actualidad, un grupo de estanterías guardan casi de milagro y negro sobre blanco la memoria de los orígenes y evolución del regadío en la frontera sur del Reyno de Valencia. Pero, sin embargo, lamentan en la institución, este no es el lugar idóneo para hacer perdurar el testimonio de los primeros señores y labriegos que tomaron el relevo a los andalusíes y garantizaron hasta hoy que las aguas del Segura hayan continuado corriendo por acequias, norias y azarbes.
El anterior Gobierno valenciano les prometió que impulsaría la digitalización y la financiación del proyecto que tienen para establecer un aula de estudio que dé acceso global a todos los investigadores interesados en hurgar en el pasado agrícola de la comarca. Después, la llegada de las elecciones lo demoró todo y hoy Bernabé señala que están pendientes de abordar de nuevo el tema con el nuevo Ejecutivo autonómico, en una reunión que tiene prevista con la directora general de Patrimonio, la cual, dicen, «ha mostrado mucho interés».
El tiempo, además, apremia. Muestra de ello es el deterioro que arrastra el que es el documento más antiguo que se atesora, una sentencia sobre reparto de riegos fechada en 1439 y escrita en valenciano. Guardada en un sobre cualquiera y doblada por varios lados, ya siquiera se atreven en el Juzgado a abrirla por miedo a que acabe resquebrajándose entre sus manos.
«Un cajón de una mesa y unos archivadores no son el sitio más adecuado para guardar este tipo de documentos. Tienen que estar en un espacio con temperatura y humedad controladas», replica el secretario del Juzgado, Miguel Mazón, que señala como urgente la digitalización y custodia en condiciones de la documentación de los siglos XVII, XVIII y anteriores.
Entre esos documentos, también se da prueba de los numerosos litigios con los regantes murcianos. «Tenemos, por ejemplo, un pleito porque querían poner un azud antes del de Orihuela para desviar las aguas». Y, aun así, dicen, todavía siguen encontrando documentación extraviada. «El año pasado encontramos en una librería de Madrid tres documentos que compramos. Todo lo que vemos perdido, lo tratamos de recuperar».
A la espera del socorro institucional, Mazón ha ido en su tiempo libre digitalizando algunos documentos, los menos sensibles. Así, en la web del Juzgado ya se puede consultar el registro de entrada y salida de la Guerra Civil. Entonces, la institución fue despojada de su sede en la calle Ruiz Capdepón. Al término del conflicto, cuenta, el Juzgado regresó a su lugar de origen y encontró el edificio desvalijado. Sin muebles, recurrieron a pedirlos al Ayuntamiento, que les cedió una mesa, un silla y un armario. Tres hermosas antigüedades en madera labrada que no llegaron a devolver y que, si todo marcha bien, pasarán a ser parte de ese aula de estudio.
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