Ya están aquí

En España algunos periódicos andaluces han informado, entrevistando a afectados, sobre 'The hum'. Alguien lo ha definido de la siguiente manera: «imagina tener que huir de todo lo que amas solo para tener la oportunidad de no oír nada que tararee en tu cabeza». La mala noticia es que tararea en la cabeza «hum, hum». La buena es que no tararea «mata, mata». Un miembro del Servicio Meteorológico USA ha clavado la descripción: «olas que golpean los acantilados hasta la caída de un meteorito». ¿Será por poesía apocalíptica? Los expertos científicos, desde hace diez años, aseguraron que se debía a ondas electromagnéticas cósmicas, a oscilaciones solares, a 'cielomotos' (terremotos en el cielo), a 'tinnitus' (ruidos que solo aparecen en la cabeza, como las voces que llaman a los esquizofrénicos, el problema es que también lo hacen a perros o gatos), a movimientos de la Tierra, a sistemas de ventilación industriales, a que no lo saben, a algo que únicamente escuchan los viejos, aunque también los jóvenes, sin excluir a los de mediana edad, y finalmente acaban sacando de nuevo lo de los altos hornos al lado de Detroit. Se quejan además de que esto ha producido una «teoría de la conspiración». Todo mantenido con la misma seguridad y el mismo odio a los que les hacían notar sus contradicciones, y aplaudidos por un numerosísimo público que compartía ese odio. Estábamos maduros para las abigarradas órdenes político-científicas para la Covid.

Desde la pandemia los expertos echan la culpa del 'hum' al silencio producido en el planeta porque la gente se ha quedado en casa, y entonces aguza el oído, a lo que las autoridades aconsejan no escuchar. ¡Lo que hay que oír! Debo confesar que yo mismo he notado el inidentificable zumbido, sin sentir miedo. Aunque venga de otra galaxia, en ningún caso va a empeorar el actual mundo una invasión extraterrestre. No me afecta. Si estoy sobreviviendo en Murcia, ya nada puede matarme.