La gente más vulnerable suele ser la más secretamente resistente. De alguna forma hacen de su fragilidad una habilidad para seguir viviendo. Cuando los 'joggers' de vida pluscuamperfecta a mi edad caen como un trapo, fulminados, aún se me ve por la calle con juvenil ... paso y, con dos cervezas, todavía puedo construir oraciones subordinadas. He hecho toda mi carrera en base de mis graves defectos de fábrica, no de talento. Con un defecto bien administrado tiene uno un pequeño tesoro. Soy una de las personas más destruibles emocionalmente que imaginarse pueda y he llegado hasta aquí. Todo me mata, nada me hiere. Es cierto que uno llega arrastrándose a cierta edad, pero también se arrastraba el fundador de la Legión, Millán Astray, cojo, manco y tuerto, y sentimental, por si poca debilidad hubiera, y todavía le daba ya de viejo para retar a duelo a la gente.

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Puede que mi cerebro no pueda adaptarse a las nuevas situaciones, según prescribía Darwin como requisito fundamental para supervivir, que lo anímico se quede atrás, pero lo que sí se adapta es el cuerpo. Si no puedes ir derecho, irás torcido, si no ves, olerás como un lobo, si no hueles, tendrás manos de pianista, y si no, Dios proveerá. Dios ahoga pero no aprieta y las situaciones llegan a ser desesperadas aunque no graves, porque en el Universo todo importa una mierda y más tú, y más yo. He visto perros reptar sobre sus dos patas delanteras, impedidos de medio cuerpo, lograr comer y sobrevivir. Y así pasan un día más.

Tengo daños permanentes en el cerebro y hace muchos decenios que aprendí a desarrollar la parte viva que quedaba, porque me daba pudor contárselo a mis padres, igual que si me hubiese sentido agonizar de madrugada tampoco hubiese querido despertarlos. Es sorprendente lo que ocurre cuando uno se impone la costumbre de reflexionar: de repente se da cuenta que el común de la gente no lo hace, porque no le ha hecho falta. Nunca me quedé sin habla o sin movilidad, ni se me paralizó media cara, pero a cambio tuve que entrenar y ampliar hasta lo desaconsejable justo ese campo de las neuronas donde se encuentran los sueños, los ideales o los sentimientos. Es una inabarcable puerta oscura que se abre con un crujido y se cierra para siempre detrás de ti. Noto que cosas invisibles me rozan y escapan cuando estoy a punto de clasificarlas con palabras. Me hubiese gustado ser una persona normal con una vida menos extraña y no plantearme asuntos en los que no me llamaban, pero no pude elegir. Como el niño Woody Allen cuando confiesa su temor existencial: «El Universo se expande». «Eso no es asunto tuyo», le reprende su madre. ¿Cuántas cosas no debieron ser asunto nuestro? Ay.

Voy inclinado bajo una carga muy pesada, pero mi cuerpo continúa.

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