Violencia, pobreza y despotismo
MAPAS SIN MUNDO ·
En cualquier otro contexto, un panorama como el actual implicaría una reacción social capaz de desalojar a los actuales gobernantes para dar una oportunidad a otrosMAPAS SIN MUNDO ·
En cualquier otro contexto, un panorama como el actual implicaría una reacción social capaz de desalojar a los actuales gobernantes para dar una oportunidad a otrosEsta semana comenzó con la noticia del ataque sufrido por José Antonio Herrera, coordinador del grupo de Cieza de Ecologistas en Acción, quien, al llegar ... a su casa de campo, se encontró con que la entrada había sido rociada con gasolina. Naturalmente, no faltan conspicuos representantes del rancio 'statu quo' regional que, cuando denuncias actos intimidatorios como este, te acusan –¡oh paradojas de la vida!– de sembrar odio. Bajo los manidos argumentos de «se trata de un caso aislado» o «no hay pruebas de quién lo ha hecho», intentan banalizar lo que es un estado social que debería llevarnos cuando menos a la reflexión: en la Región de Murcia, el estado de violencia subyacente resulta ya asfixiante. Si, en el contexto nacional, la polarización existente está alcanzando cotas no recordadas, en nuestra comunidad autónoma el ambiente político y social es del todo irrespirable. El mensaje que se transmite desde la Asamblea Regional no es precisamente uno que incite al sosiego y al diálogo. Si los ciudadanos comprueban que la sede del legislativo se ha convertido en un mercadeo inmundo por el que las voluntades de los diputados se compran y se venden en un espectáculo obsceno, ¿qué cabe esperar de la actitud ciudadana? El chantaje, la intimidación, la camorra, la brutalización del otro están permeando el comportamiento de la parte más radicalizada de la población, la cual, por desgracia, es cada vez mayor. La Región de Murcia es esa «mejor tierra del mundo» en la que, mientras en la prestigiosa 'The Lancet' se publica que casi 400.000 europeos están muriendo al cabo del año como consecuencia del cambio climático, los ecologistas son amenazados, primero verbalmente y a diario, y luego con gasolina y mechero en la puerta de su casa.
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Es evidente que una causa no pequeña de la atmósfera social irrespirable que contamina a la Región de Murcia cabe hallarla en el crecimiento incesante de la desigualdad y de la pobreza. Mientras López Miras y su cohorte de tránsfugas se divierten interpretando papeles de 'Juego de Tronos', la pobreza avanza entre la población a mayor velocidad que el desierto. Según el informe hecho público por el Observatorio de Pobreza, Desigualdad y Exclusión, uno de cada tres murcianos está en riesgo de pobreza y exclusión social. Aunque, desde la perspectiva de Ayuso y de sus incendiarios consejeros, la pobreza se advierta bajando la mirada y contemplando a las personas que se ven obligadas a pedir por la calle, la realidad de la pobreza actual no es tan identificable 'estéticamente'. Hagamos una prueba: cualquier día que caminemos por la calle, contemos durante cinco minutos a las personas con las que nos cruzamos. Pues bien: una de cada tres de esas personas se encontrará en el umbral de la pobreza. ¿Increíble, verdad? Así es la realidad de la Región de Murcia: no solo el riesgo de exclusión es cinco puntos superior al de la media española, sino que este crece a mayor ritmo que en el resto del país. Por si fuera poco, la última encuesta de la EPA sitúa a la «mejor tierra del mundo» como aquella en la que más ha crecido el desempleo –un 20% durante el último trimestre frente al 2% de la media nacional–. Pero lo más sorprendente de todo es que, en una sociedad cada vez más rota por la desigualdad y la pobreza, el inmovilismo del voto es absoluto. En cualquier otro contexto, un panorama como el descrito implicaría una reacción social capaz de desalojar a los actuales gobernantes para dar una oportunidad a otros. En la Región de Murcia, sin embargo, el votante de derechas no solo no renuncia a su tradicional adscripción ideológica, sino que se radicaliza dentro de su espectro. Aquellos que se enfadan con el PP, depositan su confianza en Vox, por lo que el resultado es un panorama cada vez más extremo y cerrado al diálogo. En lugar de exigirle cuentas a los 'míos' y castigarlos, me encono más en mi posición y transformo mi insatisfacción en un odio hacia el otro –aquel que piensa diferente–. Cuando los cauces democráticos para corregir la desigualdad y la pobreza no se aprovechan, el sistema corre riesgo de implosionar y de que la violencia se apodere del tejido social. Los tiempos que vivimos son malos, pero los que se avecinan pintan todavía peor.
La pobreza y la violencia constituyen un perfecto caldo de cultivo para el despotismo. La dimisión del presidente suplente del Consejo de la Transparencia, Santiago Álvarez, debido al boicot que sufre por parte del Gobierno regional, es una clara muestra de hasta qué punto la presidencia de López Miras es una maquinaria perfecta dispuesta a arramblar con cualquier órgano o persona que sirva de contrapeso democrático. Llama poderosamente la atención el hecho de que sea el líder del PP que peores resultados ha obtenido desde 1995 el que ejerza con mayor despotismo su cargo como presidente de la Comunidad Autónoma. La debilidad de partida con la que partía su mandato se ha tornado, con el transcurso de la legislatura, en un rodillo que no atiende a límites éticos algunos. En realidad, y si nos atenemos al día a día, la labor del Consejo de la Transparencia no es demasiado necesaria, en la medida en que –como ya dijimos hace un par de domingos– López Miras ejerce su abuso de poder con luz y taquígrafos y sin necesidad de ocultarse. Si para Vattimo la posmoderna era la sociedad de la transparencia, el regional es un Gobierno que transparenta sin tapujos sus continuas perversiones de la democracia. Y, a fuer de ser tan explícito, se vuelve obsceno para la inteligencia.
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