Y en pleno agosto va la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y suelta, así sin más, que su región es «el mejor lugar para vivir mucho». Y claro, la respuesta en las redes sociales no se hizo esperar: «Excepto si hay ... una pandemia y eres anciano». Un informe encargado por las asociaciones de familiares a un grupo de expertos concluye que los 7.291 mayores que murieron en residencias de Madrid fueron abandonados a su suerte, especialmente, los que carecían de un seguro privado. A lo que la presidenta Ayuso replicó que esas personas iban a morir de todas maneras. Fernando Lamata, experto en Salud Pública y Gestión de Servicios Sanitarios, mantiene que «más de 4.000 personas podrían haber salvado su vida».

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Que la Comunidad de Madrid haya duplicado el dinero adjudicado a Quirón Prevención desde que iniciara su noviazgo con Alberto González Amador, que realiza labores de «auditoría y consultoría» para Quirón, puede ser una mera casualidad. Que los pagos de Quirón a la pareja de Ayuso se multiplicaron por cuatro tras iniciarse su relación con la presidenta madrileña también puede ser otra casualidad. Pero convendrán conmigo en que ya sería mucha casualidad lo que cantan los números de los presupuestos de Ayuso para 2024 y que dejan clara su apuesta por la sanidad privada, siendo la previsión gastar 1.209 millones de euros en conciertos sanitarios con empresas privadas a lo largo del año. No, no es una casualidad, es el sueño americano de Isabel Díaz, la réplica castiza de Donald Trump.

Para quienes hemos conocido otros modelos sanitarios, este no es un tema menor. Este mes de agosto se cumplen 14 añitos desde que publiqué en este diario un artículo titulado 'All you need is... ¡money!', basado en hechos reales y que contaba la historia de un joven (mi hijo) que viajó a Estados Unidos a estudiar inglés, pero que acabó en un hospital aprendiendo latín. La factura por cuatro días de hospitalización ascendió a la bonita cantidad de 45.752,69 € (sin contabilizar la factura del médico que llegó después). Hace unos días, me actualizó los datos mi sobrina, María López, que hace dos años tuvo una preciosidad de niño y, además, consiguió la doble nacionalidad (española y norteamericana). María lleva 12 años trabajando como ingeniera en las ciudades más importantes de EE UU, incluyendo Nueva York, Los Ángeles, Chicago y Miami.

«Lo peor no es que sea un sistema increíblemente caro para los que no tienen seguro, o los que tienen un seguro malo, lo es también incluso para los que tenemos el mejor seguro posible», me dijo María en un grupo familiar de WhatsApp.

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«En mi caso, pagamos un seguro carísimo (me da hasta vergüenza decirlo porque mensualmente pago prácticamente un salario mínimo de España) y aun así todos los servicios llevan copago. Visita al médico $20, ir a urgencias $500, el especialista $60, la operación ambulatoria de los oídos de mi hijo (de nacionalidad norteamericana) que duró 10 minutos $800, dar a luz $2.400 si es vaginal más $4.000-6.000 si es cesárea (por eso EE UU tiene las mayores tasas de cesárea), además de que las ecografías y pruebas se pagan aparte. La gente dirá, bueno, pero pagas tanto por un mejor servicio. La respuesta es sí y no. Mucha tecnología y parafernalia (hay hospitales que parecen un hotel, todo supertecnológico, etc.), pero luego, como bien sabes, las propias aseguradoras pueden 'no aprobarte' una prueba que el médico sí considere necesaria (me ha pasado), obligarte a hacerte otras innecesarias también (para facturar); y luego para ver especialistas las listas de espera son casi igual de largas que en una sanidad pública. El sueño americano tiene muchas letras pequeñas, que yo estoy empezando a experimentar de golpe estos últimos años... como puede notarse por mis múltiples críticas hacia el sistema y valores del país en el que vivo», concluyó María. Se sentía feliz de darle voz y visibilidad a las cosas buenas y malas del país en el que vive, y más aún ahora que es ciudadana estadounidense y madre de un hijo estadounidense, lo cual le compromete más a dar su opinión y quejarse de las injusticias.

Todo esto que les escribo me pilló de camino de Bruselas al Campo de San Juan (la última reserva natural de Misiones en Argentina), intentando documentar que «los derechos de los pueblos indígenas y la protección de la biodiversidad son dos caras de la misma moneda». Y claro, puestos a filosofar sobre el sueño americano, yo me quedo con el de aquel puñado de sacerdotes jesuitas que lograron construir uno de los proyectos más anticoloniales dentro de la Colonia. El régimen de vida en las reducciones jesuíticas era comunitario y todos los bienes pertenecían a la reducción, sin que pudiesen ser enajenados, y es aquí donde pudiera deducirse una relación de las reducciones jesuíticas con las ideas sobre la utopía de Tommaso Campanella o Tomás Moro.

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