Se parecía a Amélie. Bueno, el flequillo algo más corto. La joven camarera imprimía prestancia y modernidad a cada uno de los platos tradicionales que degustamos: las infaltables empanadas, el chimichurri, la carne asada y hasta milanesa en versión adaptada para los paladares más exigentes. ... Todo acompañado por un estupendo malbec de Mendoza. Todo esto ocurrió en El Mercado, uno de los dos restaurantes del Faena, un hotel entre los más lujosos y excéntricos de Buenos Aires. Una especie de santuario de 'gastronomía sostenible' con una cocina que tiene en cuenta el origen de los ingredientes, cómo son cultivados, cómo llegan a los mercados y, finalmente, a los platos. Es decir, apoya la protección de la biodiversidad y la preservación de la cultura. Y no sólo eso, también se preocupa por el ingrediente esencial de todo plato: las personas que lo preparan. Por eso, conviene no olvidarse de dejar la propina (un 10% del monto total) para redondear los salarios que tienen los trabajadores del sector: la mayoría no alcanza los 150 euros mensuales.

Publicidad

Porque la sostenibilidad de la gastronomía está vinculada a la sostenibilidad laboral. El Barcelona Culinary Hub define la sostenibilidad laboral como «la capacidad de las empresas para mantener buenas condiciones de trabajo a largo plazo, protegiendo los derechos y el bienestar de sus empleados». Y este 'hub' indica cuáles deben ser esas condiciones: sueldos justos y competitivos (empezando por algo tan sencillo como cumplir el convenio colectivo), cumplir los descansos establecidos y los días libres, ofrecer flexibilidad que permita conciliación, formar y capacitar, y crear un ambiente laboral positivo mediante acciones tan simples como reconocer el trabajo bien hecho, saber comunicar y liderar desde el compromiso y el respeto a los empleados y los clientes.

Si uno de los mejores apoyos que podemos dar a los demás es ayudarles a tomar buenas decisiones, entonces un valor fundamental que tenemos que enfatizar es la transparencia. En el ámbito de la restauración y la gastronomía, hablar de transparencia laboral es posible. Sólo tenemos que hacer lo mismo que el restaurante malagueño Grillaera que, en su carta de menús, publica las condiciones de trabajo de sus empleados, para que los clientes sepan que el local está respetando los derechos de sus trabajadores. Ayuda a elegir mejor el restaurante donde comer si se sabe que los empleados están contratados «las horas que trabajan» y «reciben un sueldo bruto de 1.648 euros brutos, que se quedan en 1.430 euros netos», tal y como establece el convenio de hostelería de Málaga..., o que «el 70% de sus empleados tiene contrato indefinido y que todos ellos trabajan cinco días por semana y libran dos días consecutivos». Obviamente, si las condiciones de trabajo son buenas, la comida nos debería saber mejor.

No obstante, conviene no generalizar. Les traigo aquí un par de datos y las reflexiones, querido lector, se las dejo a usted:

Dos de cada tres empresas de la hostelería investigadas por la Inspección de Trabajo en Cataluña no pasan la inspección. Podemos hacer apuestas sobre los datos en otras regiones de España, empezando por Murcia.

Publicidad

Según la encuesta de costes laborales del Instituto Nacional de Estadística del último trimestre de 2023 (INE, 2024), de entre los 18 sectores de actividad analizados, la hostelería es el que peor paga de media. Sus trabajadores cobran 1.368,8 euros brutos al mes, según los últimos datos del tercer trimestre de 2023. El salario mínimo este año está en 1.323 euros brutos, en 12 pagas. Un camarero, friegaplatos o cocinero cobra un 30% menos que un obrero de la construcción, un 37% menos que un maestro o un 63% menos que un empleado de la banca.

A mi juicio, unas condiciones laborales decentes y dignas, comenzando por el salario y terminando con el respeto a la profesión, son esenciales si queremos no avergonzarnos al disfrutar con un manjar y olvidar quién está detrás del mismo.

Publicidad

Pese a todo, Camila (la chica que se parecía a Amélie) nos dijo que ella sí que quería ser camarera. La apasionaba su trabajo. Al terminar, nos hicimos fotos para recordar el buen momento vivido. Camila nos pidió que si la subíamos a Instagram la compartiéramos con ella y que le pusiéramos de música de fondo 'Monaco' de Bad Bunny porque era una canción que le divertía mucho. Y así lo hicimos. Al salir, le comenté a José Luis que apreciaríamos mejor la comida si valorásemos más a quienes la hacen y nos la llevan a la mesa.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad