El pasado domingo, 30 de marzo, se cumplía el 34 aniversario del cese de vertidos a la bahía de Portmán: la mayor catástrofe ambiental del Mar Mediterráneo perpetrada por la multinacional Peñarroya. En Portmán faltó respeto a la ley, nobleza, ética y de casi todo. ... Para recordar el aniversario se convocó una movilización por la Asociación Plataforma Portmán Vivo, que ha recogido más de 1.000 firmas de apoyo, casi tantas como residentes tiene la población.
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La transformación de la bahía en un vertedero fue posible gracias a la complicidad de gobiernos, principalmente durante la dictadura, aunque también durante la democracia, sindicatos que se vieron ante la disyuntiva de priorizar el empleo frente a la defensa del medio ambiente, un pueblo dividido en función de cómo le iba a cada uno en la fiesta, y una universidad, en ocasiones, acomodaticia al poder. Una historia pestilente atestada de una secuencia ininterrumpida de casos de corrupción.
Paradójicamente, el marco o narrativa de la solución es el mismo utilizado para su destrucción y pasa por construir puentes de diálogo y encuentro entre todos los operadores implicados y generar el mayor consenso posible para deconstruir el Frankenstein que ellos mismos crearon.
Como afirma el secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, la solución ha de ser exclusivamente técnica, pero no puede soslayar que el Convenio Europeo del Paisaje de 2000 –del que España es parte– estableció que es la población la que tiene que decidir cómo es el paisaje que quiere. Por ejemplo, algunos soñamos que sobre el estéril que aterró la bahía puedan surgir zonas verdes, espacios deportivos, culturales, etnográficos y de esparcimiento, así como el mantenimiento de balsas para acoger las aves que habitan actualmente la laguna.
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Una vez más, la iniciativa en la regeneración de la bahía corresponde a quienes sean capaces de juntar a todos los residentes de esta pequeña población para seguir defendiendo sus intereses. Regenerar también el tejido asociativo. Y aquí nadie sobra, todos suman, pero siempre desde la más estricta independencia del poder político y económico, evitando la permanente tentación de los gobiernos de irradiar el clientelismo en el poder ciudadano y la sociedad civil.
Porque como viene siendo normal en nuestra Región (un buen ejemplo fue la campaña 'Agua para todos'), la gestión del ecocidio está siendo utilizada por los representantes del Ayuntamiento y de la Comunidad como arma arrojadiza frente al Gobierno de la nación progresista y ecologista que, por la vía de los hechos, ha priorizado otras actuaciones. No se trata de enfrentar unas causas a otras, este es el momento de afrontar la regeneración de la bahía de Portmán, de la Sierra Minera y del Mar Menor. Son ecosistemas interdependientes y que necesitan de soluciones urgentes, en el caso de Portmán tras 34 años de abandono y frustración social. La bahía de Portmán se ha convertido en un no-lugar, en uno de esos puntos de nuestra geografía que se siente olvidado por las administraciones y por la mayoría de la sociedad.
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Y a partir de aquí involucrar y movilizar a todas las partes interesadas en un proceso de cambio de marco, alineado con la nueva Ley de Restauración de la Naturaleza impulsada por la UE, que se caracterice por el respeto mutuo y la escucha activa a las propuestas de todos, que pase de entender la realidad de Portmán como un problema a verla como una oportunidad para el desarrollo social, medioambiental y económico de uno de los ecosistemas más bellos de nuestro país.
Es preciso recuperar la iniciativa mediante un esfuerzo de imaginación, coraje y decisión política que convierta a los vecinos en los auténticos protagonistas del impulso de políticas públicas para la regeneración de la bahía. Una vez más, se precisan ejemplos de presión social o cómo cambiar las cosas desde abajo.
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Porque la política es demasiado importante para dejarla solo en manos de los políticos. El escaso bagaje intelectual de determinadas élites en España y el modelo político dominante –la democracia liberal representativa– les da poder a nuestros políticos para diseñar las políticas públicas, pero recordemos que corresponde a la población de Portmán decidir sobre el paisaje que quiere.
Solos llegamos más rápido, juntos llegamos más lejos. Las organizaciones de la sociedad civil de Portmán necesitan apostar por la unidad de acción y ampliar su capacidad de influencia para representar los legítimos intereses de la población. El primer paso pasaría por garantizar que todas las asociaciones: La Liga, la Plataforma Portmán Vivo, etc., tengan voz en la Comisión de Seguimiento de Portmán porque, como se afirma en los círculos de lobistas de Bruselas, quien no está entre los comensales es porque forma parte del menú.
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No se trata de sustituir unas élites electas por otras no electas, sino que los ciudadanos aprendan a interpretar la realidad para transformarla. Creo que el único valor absoluto es la libertad y para su consecución necesitamos sistemas de agitación social y política.
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