El golpe de Estado que el general Pinochet perpetró en Chile demuestra cómo algunas derechas (por no generalizar), incluso las que se reclaman más democráticas, están dispuestas a estrangular a la misma democracia en pos de derrotar al adversario. Todo vale contra un adversario al ... que no se considera legítimo. Esta es la principal conclusión de la serie 'Los 1.000 días de Allende', una consistente miniserie de televisión chilena.
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En un mundo que miraba embobado al norte y en el que América Latina era el patio de atrás de los Estados Unidos de Norteamérica, la jugada le salió redonda a la Administración Nixon, y sobre todo a dos grandes compañías que clavaron sus garras en el país. Un ejemplo de la permanente simbiosis entre el poder económico y una parte del 'establishment' político.
De aquellos polvos, estos lodos. Pareciera que, en la Transición, la derecha no renunció al poder que había mantenido desde siglos; simplemente decidió repartírselo en régimen de duopolio con la izquierda moderada Y no siempre: cuando no le convenía, no aceptaba el reparto: desde 1989, cada vez que la izquierda ha ganado unas elecciones generales, los próceres de la derecha no han aceptado de buena gana los resultados. Bueno, más que la derecha, sus mentores, comenzando por el patriarca Aznar. Hay muchos dirigentes del PP por los que siento un profundo respeto y, en algunos casos, un sincero aprecio que seguro no están de acuerdo con este menosprecio a la legitimidad en las urnas del adversario. Sin embargo, hasta el 'moderado' Feijóo ha sucumbido a la mano invisible que mece la cuna, haciendo del insulto y la deslegitimación democrática del gobierno su actual estrategia de oposición.
El auge de la ultraderecha y su afán deslegitimador llega a su máximo ahora en Europa, obteniendo uno de cada seis votos, provocando el giro a la derecha de algunos de los antiguos partidos conservadores, democratacristianos y liberales, y cambiando el escenario político de forma drástica. Sin querer o queriendo, la antigua derecha moderada que con la izquierda moderada supo construir el espacio de libertades que aún hoy es Europa, esa derecha moderada se suma a una estrategia suicida de crispación política, una confrontación que ha dejado de distinguir entre la esfera pública y privada de nuestros representantes, un permanente embarramiento que ha llevado a muchos ciudadanos a renunciar a entrar en política, por miedo a los elevados costes personales de que ensucien tu reputación e imagen día a día.
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Las consecuencias de esta polarización y crispación política están teniendo un elevado impacto en nuestra vida personal y en el modelo social de la vieja Europa. Los análisis de contexto del entorno mundial toman en consideración para el crecimiento económico y social cuestiones como el reenfoque de la globalización, los conflictos geopolíticos, la inflación, los tipos de interés, los cambios de ciclo económico, los tipos de cambio, la sostenibilidad y, especialmente, la polarización política. Recientemente, el FMI alerta sobre la influencia de la polarización política en España en el crecimiento económico. En un contexto de polarización política, nada perdurable ni sostenible se desarrolla; sólo crece el lodo y el odio, el ruido y el humo que todo lo contamina y no nos deja ver lo esencial: vivimos en un mundo cada vez más brutal, donde los valores ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad cada vez valen menos, pisoteados por las nuevas oligarquías económicas, los regímenes autoritarios disfrazados de democracias, y el desprecio a la dignidad humana.
Nos jugamos mucho con la desvalorización de la democracia. Un buen ejemplo lo encontramos en la escalofriante película de Costa-Gavras, 'Desaparecido', protagonizada por el inmenso Jack Lemmon. En la película, basada en hechos reales, el personaje de Jack Lemmon, un ejecutivo conservador norteamericano, desembarca en el Chile post golpe de Pinochet en busca de su hijo periodista desaparecido. Al principio llega preguntándose «qué habrá hecho este botarate de nuevo» para poco a poco ir viendo la realidad, la realidad de que su hijo simplemente estaba en el lugar incorrecto en el momento inadecuado para los golpistas y para sus patrocinadores. Al final, despierta, su mundo perfecto se tambalea, sus creencias acerca del bien y del mal se cuestionan. En la escena final, en el aeropuerto, de vuelta a casa, Jack le dice a su escolta de la embajada estadounidense que todo el tiempo le ha acompañado ocultándole lo que sabía desde el principio (que su hijo estaba muerto), una frase memorable: «Gracias a Dios volvemos a un país donde todavía encarcelan a gente como usted». No sé si con Trump esta afirmación seguirá siendo verdad.
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Es lo que tiene la polarización: que te fías de los tuyos, hasta que un día te caes –como Pablo– del caballo y cambia tu perspectiva respecto a quién es el bueno y quién es el malo, cuando descubres quién ha matado y dejado matar a tu hijo.
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