Para facilitarle el trabajo a mucha gente interesada en derogar el 'sanchismo', o sea, todo lo que no le gusta y que –parece ser– existe porque una persona de apellido Sánchez nos lo ha impuesto. Ahora, ¿qué es el 'sanchismo'? Dicen que lo que hace ... Pedro Sánchez para mantenerse en el poder (su biblia es el 'Manual de Resistencia'), y que para ello ha creado un imaginario de izquierdas radical con exhibiciones estrambóticas que le permite embaucar a unos 7 millones de españoles. Mala impresión de sus conciudadanos deben tener los que propagan este relato si piensan que hay tantos españoles tontos.
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Quizás la respuesta es más sencilla: el 'sanchismo' no existe, pero había que inventarlo. Y es que tener un enemigo siempre ha dado mucho juego. Sin enemigo no eres nadie, tu identidad no existe, porque ¿con qué mal te vas a comparar para engrandecerte? El soberbio siempre piensa que los demás deben adorarle. El 'sanchismo' no existe: no hay enemigos, simplemente hay propuestas políticas diferentes entre las que hay que elegir, según las preferencias más o menos racionales de cada cual. No existe el 'sanchismo', igual que no existe el 'feijooísmo'. Y no existen porque en una democracia avanzada, europea, multipolar y desconcentrada como la nuestra, los líderes políticos no tienen tanta influencia como algunos medios quieren hacernos creer. Los líderes carismáticos son buenos para TikTok, Facebook o Twitter, pero, debajo de esas imágenes, ¿cuál es su poder realmente? Son la cara, eso sí, de los intereses que representan, y nada más: cuando no sirven a quien los ha elegido (sea un elector o sean millones) se cambian y se tiran a la basura (Casado, ¿dónde estás?). Si esos líderes políticos carismáticos con su poder de convocatoria, su capacidad de atracción o pavor, su competencia para trastocar la vida de 48 millones de españoles (y otros tantos de turistas)... si esos líderes existiesen no estarían en el terreno del espectáculo político, no serían visibles, no les gustaría estar en boca de todos, sino que ejercerían su poder en la sombra, sin moverse demasiado, hablando cuando considerasen necesario y donde fuera necesario (y desde luego no en tertulias radiofónicas). Florentino Pérez, Juan Roig, José Ignacio Sánchez Galán, Patricia Botín... esos sí que son líderes con ismos.
Entonces, ¿por qué derogar el 'sanchismo'? Por puro pensamiento mágico: alguien quiere hacer creer a otros a los que considera incautos e ingenuos que es posible llegar al paraíso en la tierra si conseguimos desembarazarnos del Golem, del ídolo que no nos deja avanzar, de ese demonio malo, malo, supermalo que nos impide ser buena gente. En pocas palabras: antes que aceptar que nuestros males no tienen remedio, aunque quememos al muñeco de trapo, preferimos quemar al muñeco Sánchez, y poner otro muñeco al que luego también quemar en otro auto de fe, y vuelta a empezar con el usar y tirar. Y, además, derogar... derogar ¿qué?, ¿se puede derogar todo lo que no nos gusta de nuestro país? Pues no. Otra cosa es que la realidad se puede modificar a través de la política y, en general, a través de la acción colectiva... Eso es precisamente lo que ha conseguido a través de la reforma laboral, acabando en buena medida con la lacra del trabajo temporal, de aquellos 'mini-Jobs' empobrecedores de los que nos hablaban en 2008. Así que los que hablan de derogar el 'sanchismo' deberían ser muy claros y decirnos exactamente qué proponen a cambio. Porque mientras los tontos útiles apalean al muñeco de trapo, el dueño del campo va en busca de sustituto.
No han pasado ni dos semanas desde que las urnas callaran la boca a los 'antisanchistas' para que algunos vuelvan a instalarse de nuevo en el mismo relato: que el presidente del Gobierno en funciones viaje de vacaciones a Marrakech es calificado por el Partido Popular como una «clara provocación». ¿En qué se basan? En nada. Se trata de un viaje de vacaciones con su familia estrictamente privado, en un vuelo comercial, costeado íntegramente con recursos propios y en el que no se contempla ninguna agenda institucional. Pedro Sánchez se va de vacaciones como la mayoría de los españoles. Siendo las vacaciones una conquista social de las clases populares. Algo antes solo reservado a unos pocos y de lo que hoy se beneficia la mayoría.
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Una vez más, el PP y sus jaleadores mediáticos, vuelven a la 'política de la calina' (definida por un amigo mío como aquella que, en la búsqueda obsesiva del poder, no se para en llenar el aire de partículas, aventando mentiras, haciéndolo tan irrespirable que la mente no puede plantearse conceptos ni programas, sino una acuciante necesidad de cambiar de aire). El problema es que luego harán falta mucho tiempo y esfuerzos para que las partículas se depositen en el suelo y los lodos se sequen.
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