Nos une nuestra voluntad de avanzar juntos en el tren de la común sensibilidad de izquierdas. Nos separan la distancia de 10.000 km entre las ciudades de Murcia (España) y Rosario (Argentina), así como andar la tierra desde distintos hemisferios.
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Recientes estudios (si se ... le puede llamar estudio a una correlación de datos) indican que el absentismo laboral ha aumentado mucho en España, especialmente el que tiene su origen en la incapacidad temporal. Asimismo, las comunidades autónomas que están por encima de la media son, en términos generales, aquellas que están más envejecidas y en donde hace más frío y humedad. ¡Qué sorpresa más grande! Curiosamente, por sectores, donde más incremento ha habido ha sido en el industrial (trabajos duros), y excepcionalmente entre el funcionariado, Correos (también un trabajo duro). Mucho menos absentismo hay en trabajos administrativos o directivos, y entre los trabajos penosos, en el sector de la construcción, donde los trabajadores por cuenta ajena suelen ser inmigrantes jóvenes, y los jefes, autónomos. Hemos aumentado la edad de jubilación absurdamente, ¿y ahora no entendemos que aumente el absentismo laboral por incapacidad temporal en unos trabajadores viejos y viejas, sometidos al trabajo extenuante en condiciones precarias? Lo que no cuentan es que la productividad se duplica cada veinticinco años, y que, gracias a los avances tecnológicos, y a la inmigración, podemos, perfectamente, mantener nuestro nivel de vida sin necesidad de trabajar más años. Trabajar más años sin tener por qué hacerlo es el colmo, pero que te castiguen por enfermar es el colmo de los colmos. ¿No pensaron los empresarios cuando tanto se alegraron del aumento de la edad de jubilación que tendrían que ser ellos los que soportaran la carga de una población trabajadora más envejecida y con mayor absentismo laboral?
Los que se quejan del aumento del absentismo laboral, entendiendo las condiciones de las que hablamos, solo ven el punto de vista de quien tiene una empresa y ve en el trabajador o trabajadora una herramienta para producir más y mejor que la competencia, con el objetivo de ganar el máximo dinero posible. El empresario es un elemento más de esta sociedad: pone en marcha un negocio, arriesga un dinero, pero también se lleva unas plusvalías del trabajo que son una buena parte de los beneficios. A partir de ahí lo que no se puede pretender es que el beneficio de un negocio que a lo mejor ha dejado de ser rentable, obtenga su rentabilidad a costa del sacrificio y extinción de los derechos de la clase trabajadora, siendo el paroxismo de la ignominia el que, encima, a los médicos de cabecera se le presione y se les coaccione para que no den bajas.
Pero como siempre, la vida es más compleja de lo que parece.
Y es que el absentismo laboral tiene siempre un perjudicado: aquél que deja de recibir un servicio al que tiene derecho porque nadie se lo presta o se lo quiere prestar, como si uno fuera un apestado. Tenemos que considerar el absentismo desde múltiples puntos de vista si no queremos acabar en actitudes maniqueístas. Obviamente si uno enferma tiene derecho al permiso correspondiente (como también lo tiene quien tiene riesgo de sufrir un accidente por malas condiciones del puesto o lugar de trabajo, y, si no que se lo pregunten a los cientos de muertos en el desastre del Rana Plaza, en 2013 en Bangladesh), y ese es su derecho. La cuestión es que todo el mundo tiene derechos, y alguien tiene que conciliar los derechos de todos: mi derecho a ausentarme por estar enfermo, y mi derecho a recibir el servicio o producto que pago como consumidor o tengo como ciudadano.
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Y aquí viene el quid de la cuestión. No pongamos el acento en los trabajadores, ciudadanos o usuarios, sino en quienes deben proteger y conciliar ambos tipos de derechos, que además de cubrir las plazas vacantes, deben prever las incidencias extraordinarias que pueden afectar a la presencia de trabajadores o funcionarios).
Estamos a vueltas con los derechos laborales, y también con los deberes de prestación de servicios a los ciudadanos/consumidores. Los derechos conllevan siempre deberes, tanto los que nos ponemos a nosotros mismos, como los que debemos demandar a aquellos que se supone deben gestionar de forma responsable las empresas y las administraciones. No valen atajos. Es nuestra obligación como ciudadanos requerir que el derecho a la ausencia de uno no perjudique mi derecho a recibir lo que pago y por lo que contribuyo, porque otra cosa sería consentir la degradación de los servicios que pagamos, y por los que contribuimos.
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Aprovechando mi estancia en Rosario, el otro día fui a visitar al poeta Vicente Mediana a su tumba. Cuanta soledad. En 1936, tras recibir anónimos con amenazas de muerte por su apoyo al Frente Popular y aconsejado por familiares, Vicente también decidió ausentarse (otra forma de absentismo). Regresó a Argentina, solo le dio tiempo a llegar y morirse.
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