En los bajíos del mar de la China Meridional, entre Vietnam, Filipinas, Indonesia y China, hay unos bancos de arena en el fondo marino, elevaciones en las que muchos barcos han encallado y naufragado a lo largo de los siglos. Es el mar del Sandokan ... de nuestra infancia, y también el de muchos cuentos de Joseph Conrad. Ahora es conocida esta zona por la disputa entre China y Filipinas para delimitar sus aguas territoriales, creándose de la nada islas artificiales con el fin de justificar que 'este trozo de mar es mío'.

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Los navegantes prudentes deben tener en cuenta esos bajíos, porque uno se embelesa admirando un mar tranquilo y turquesa sobre el que avanzar, mientras desprecia las señales de aviso, el barco encalla y todos mueren despedazados entre las rompientes.

La política española, gobernada por pilotos intrépidos y capitanes pusilánimes, puede encallar en los bajíos de su propia vulgaridad.

Entender los resultados electorales del pasado 23 de julio es algo para lo cual habría que crear un máster. Si traducimos los escaños del Congreso a votos, el resultado fue el siguiente. Votos a favor del candidato del PP: 11.286.388 españoles. Votos en contra: 12.494.576 españoles. La diferencia en contra del candidato: 1.208.188 de españoles. La ministra María Jesús Montero afirma que no es una cuestión de ética sino de matemáticas. Sin embargo, las decisiones esenciales de la vida tienen más de ética que de matemáticas. Los números, las matemáticas, pueden justificarlo todo, más poco enderezar el rumbo de un navío cuando un piloto intrépido o un capitán pusilánime gobiernan el barco sin que sus marineros sepan dónde van. Colón engañó a sus compañeros vendiéndoles las Indias como fin de partida, y estos les creyeron, pero Colón es de otros tiempos más heroicos: ¿nos embarcaríamos hoy día en una frágil carabela por la Mar Oceana sin saber dónde vamos? Pues eso está ocurriendo en la política española. Quitando la camarilla o guardia pretoriana de nuestros dos partidos de gobierno (no los voy a nombrar), el resto de los ciudadanos estamos intentando desentrañar qué España nos están vendiendo.

Tres errores ha cometido Feijóo en su no investidura. El primer error fue alentar el transfuguismo como opción política legítima. El segundo error de Feijóo: volar los puentes con Aitor Esteban y los nacionalistas e independentistas moderados, que los hay tanto en el PNV como en Junts. Un partido de gobierno no debe cansarse nunca de hablar con nadie, puesto que todos somos ciudadanos del mismo estado (e incluso españoles).

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Y el tercer error de Feijóo: no darse cuenta tras el batacazo del 23-J que, si Sánchez tiene un elefante amarillo en la habitación denominado Junts/ERC, el PP tiene una verde, oronda y simpática ballena. Por cierto, las ballenas y elefantes a veces son mejores compañías que las personas, porque son como son y así hay que quererlos.

Si estos son los bajíos de Feijóo en los que su no investidura ha embarrancado, el intrépido Pedro Sánchez tiene en su regreso a Ítaca otros rompientes ante los que tendría que ser un poco prudente.

¿Pero, quiénes son los más interesados en esta investidura? Los independentistas catalanes que saben que esta es su última oportunidad para salir del callejón sin salida en el que se metieron el infausto 1 de octubre de 2017. Si revisamos esta historia con objetividad, a Puidemont no le quedó otra que declarar la independencia ante la presión de los republicanos («él no quería, oiga», nos repite el lehendari Urkullu).

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Y, por último, Sánchez y el PSOE no deberían olvidarse de los 12.494.576 de españoles que no votaron ni a PP ni a Vox, UPN o CC, ni tampoco de los otros 12.717.284 españoles abstencionistas o que votaron en blanco. Estos españoles un domingo 23 de julio, por las razones o emociones que fueran decidieron o no votar, o votar en blanco, o votar a partidos tan distintos como PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, y muchos otros que no consiguieron representación parlamentaria. Estos más de 25 millones de españoles, que no querían un gobierno 'de derechas' están todavía esperando que alguien les diga en qué concretamente se va traducir su voto en políticas públicas, fiscales, educativas, sociales, y –claro está– de organización territorial de un estado complejo como el nuestro.

Hay mucha gente que sólo desea la fiesta en paz, vivir con su pariente o parienta, trabajar para tener pan, y no le entusiasman ni los mamporros, ni los chistes y gracietas, ni ver a sus mejores hombres y mujeres dirigirse ufanos, soberbios y prepotentes rumbo directo al naufragio. Veremos estos días si tenemos –o no– los gobernantes que nos merecemos, o tendremos que seguir asistiendo a un espectáculo de magia: ahora lo ves, ahora no lo ves... y ya soy presidente.

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