El 'procés' es ya historia. También es el final del mantra que desde tiempos de los Reyes Católicos más gusta a las derechas patrias: «España se rompe». Pues no: España no se rompe a pesar de los separatistas y de los separadores. No saben cuánto ... me alegro, porque amo a Cataluña y no reconozco a España sin su aportación a la diversidad del Estado español. En democracia nada pesa más que los votos y los catalanes han valorado más a los que perdonan que a los perdonados y a los que no perdonan. Se ha impuesto la reconciliación de Pedro Sánchez frente al garrotazo de Rajoy.

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Los resultados han evidenciado que sentirse catalanes y españoles, a pesar del ruido, sigue siendo el sentimiento que predomina hoy en Cataluña, un sentimiento natural, fruto de lo que nos une y que no debiera eclipsarse por la confrontación estéril. El entendimiento no es solo posible, sino necesario y, probablemente, todos debamos esforzarnos por alcanzarlo, pues la concordia –utilizando un vocablo ahora tan de moda– sólo es posible si podemos hablar de todo y entendernos en todo.

A mi humilde entender, el federalismo puede ser un proyecto viable y realista para garantizar la unidad del Estado y la diversidad de los españoles, para solucionar los fallos de un sistema abierto y poco claro como el autonómico y para dar encaje a la realidad plurinacional de España, una realidad que reconoce el artículo dos de la Constitución Española, ahí es nada.

Un modelo federal, adaptado a la realidad territorial de España, que formalice la cooperación entre Gobierno central y autonomías (a través, por ejemplo, de una reforma integral y profunda del Senado), establecería un nuevo modelo de financiación (por ejemplo, aumentando la capacidad recaudatoria y la responsabilidad fiscal de las CC AA) y reconocería y blindaría la diversidad cultural, lingüística y nacional de España; calmaría en buena medida las tensiones territoriales y mejoraría la legitimidad y estructura institucional del Estado.

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Como afirmaba no hace tanto tiempo el 'president' Artur Mas, «el concepto de independencia lo veo anticuado y un poco oxidado. [...] España no es Yugoslavia. Además, entre Cataluña y (el resto de) España existen suficientes lazos e historia compartida como para tener muy presente este bagaje común, que se manifiesta incluso en la composición demográfica de Cataluña». España o las Españas siempre han sido diversas: ese es nuestro hecho diferencial, nuestra principal fortaleza y la base sobre la que hemos construido desde hace siglos nuestro país.

Hoy la independencia se opone a la tendencia global a una mayor integración y cooperación, a la progresiva pérdida de poder de las naciones en favor de instancias supranacionales: la independencia supone una regresión. Es la interdependencia el verdadero concepto sobre el que debería pivotar el debate público los próximos años: nuestra existencia y desarrollo como país depende de la calidad de las conexiones e interrelaciones que tengamos con los demás, en este cruce de caminos entre Europa, África y América que es la península ibérica. El debate decimonónico 'una Nación, un Estado' está hoy más que superado. A problemas comunes, y cada vez son más, necesitamos soluciones comunes; queda, pues, mucho camino por recorrer en la estrecha relación entre Cataluña y el resto de España. Sí, no hay que tener miedo a recorrer nuevos caminos, digan lo que digan los demás: la España democrática ni es, ni puede ser la foto fija de una realidad inmutable, una realidad que por naturaleza es cambiante y –por eso– mejorable. Es incierto, como a veces pretenden hacernos creer, que la puerta a otro encaje de Cataluña en España esté cerrada. España, hoy más que nunca, está abocada a profundos cambios, para redefinir la realidad o, de lo contrario, nos quedaría el fracaso del proyecto colectivo, una tragedia de los comunes donde sólo se aspira a ganar yo y perder tú. Por eso, un modelo federal adaptado a la diversidad de las Españas puede ser una buena vía para mantener una beneficiosa cooperación y unidad entre Cataluña y el resto de España, entre cada comunidad autónoma y el resto de las comunidades.

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Necesitamos al pueblo catalán, a la nación catalana formando parte de la nación española: una España diversa en una Europa diversa. No puedo imaginar a Cataluña separada ni a España sin Cataluña; tenemos que ser capaces de seguir construyendo esa identidad múltiple que nos permita sentirnos catalanes, españoles y europeos a la vez. ¿Por qué algunos se empeñan en que tengamos que elegir? Tienes más libertad cuantas más identidades múltiples eres capaz de integrar; nada hay más pobre que una sola identidad.

La gestión en positivo de la diversidad se debe basar en el reconocimiento desde el respeto, el diálogo, el afecto y el consenso. La oportunidad de Cataluña es la oportunidad de toda España; aprovechémosla.

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