Hace dos años expuse aquí cómo Rivera y Rajoy se despeñaron en la moción de censura sanchista por un error estratégico. Tras aquellas catalanas, Rivera, ... con su 'efecto Arrimadas', ansiaba sustituir al PP. Rajoy, campeón del museo de cera, corría a no inmutarse. Tras el descalabro quien mejor ascendiera recuperaría el bipartidismo; el otro desaparecería. Ciudadanos ha ido diluyéndose. Rivera olió la leche y acabó dimitiendo. Arrimadas tomó las riendas, pero la brújula naranja se fue mareando atrapada en la estrategia de polarización de Redondo.
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Aquí, el 'vacunagate' de enero no disparó ninguna moción. Fueron las catalanas que provocaron un sálvese quien pueda naranja. Vidal temió desaparecer en cuanto cambiara la ley del presidente, si FER anticipaba elecciones. Brotó el 'Vidalazo', naranja y en botella. La automoción de dignidad anticorrupción no cuela; llega dos años tarde, en plena pandemia. Como en las burbujas especulativas el último en vender(se) pierde. Vidal y Figal desataron el contagio nacional, con la correa de transmisión de Moncloa, comenzando las rebajas de zumo de naranja para mociones. ¡Antes de que pierdan vitaminas! Abierto el mercado fenicio, todo son postores. Sea contraoferta o porque Vidal mercadeó a espaldas, tres naranjas protagonizaron el 'Contravidalazo'. Tras la icónica declaración cuasi presidencial de Vidal y Conesa, la moción del chicle implosionó. Para apuntalarla, necesitaban a los ex-Vox. De veto pasaron a 'pin' y casi llegaron al consenso simbióticoparental. Catana en mano, Liarte deseaba mostrarse peleón ante presiones del exjefe Abascal, pero Podemos amenazaba bajarse si sumaban. ¿Alguna posibilidad? Remota. La votación era secuencial y verbal por orden alfabético a partir de un número al azar. Después, los del Gobierno. Los últimos, la mesa; cerrando Castillo. En juegos secuenciales cada voto emitido otorga información al siguiente votante. Castillo podía acabar definiendo o marcándose un Pilato. Los diputados de Podemos y ex-Vox podían respaldar la moción siempre que no lo hiciera el adversario. La clave, entonces, era quién comenzaba. Un orden tal que votase un ex-Vox antes que un Podemos, podría dar un sí tras el cual Podemos podría desdecirse y hacer triunfar la moción, Castillo mediante. La distribución de apellidos en la Asamblea otorga una probabilidad de un 71,5% a esta posibilidad. Liarte, en su discurso, no definió el voto. Pero Marín anunció el voto a favor. Insospechadamente, les regalaba la señal que precisaba ex-Vox para aclarar sus dudas. A la salida, anunciaban la defunción de la moción. El PP no necesitaba darle la consejería a Vox. Veremos si la derecha reunificada no es otro Frankenstein.
Tiempos raros. Pues en Madrid, el salto mortal de Iglesias pretendiendo un 'efecto Illa' apuntala la mayoría a Ayuso. Difícil entender si Iglesias acude al frente o huye de Moncloa. Lo innegable es que, tras dos años, Cs desaparece y vuelve el PP... ¿apuntalado por Podemos? Cosas veredes.
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