Si lo piensan un poco, se darán cuenta de que el nombre del periódico que están leyendo está pasado de moda. No es de extrañar, ... pues esta cabecera cumple 120 años y lo que en sus inicios probablemente quiso representar el nombre parece haber quedado muy desfasado. El afán era ciertamente meritorio para un medio de comunicación que pretendía informar de los sucesos del mundo y del entorno regional y local con veracidad. Eran, además, tiempos en los que aquello que se leía impreso tenía la aureola de la certidumbre. Lo que estaba escrito en tal libro, o habían dicho en cual periódico, elevaba su grado de credibilidad hasta rayar en la infalibilidad.

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Los periódicos separaron las secciones de opinión para que los lectores pudieran diferenciarlas frente a los hechos y verdades que se recogían en el resto de las páginas. En el caso de nuestro periódico, uno puede imaginar que en el momento de su nacimiento quiso llevar en el nombre su lema de veracidad como una especie de estandarte y quizás insinuando que otros periódicos del momento no la practicaban adecuadamente.

Los tiempos han cambiado de tal manera que hoy en día parece que queden pocos a los que de verdad les importe la verdad. O, quizás sí, pero de acuerdo con la primera acepción que el diccionario de la Real Academia propone de la palabra verdad: «Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente». Si tal como se relatan los hechos contribuye a mi idea de las cosas, y del mundo, entonces se tratará de una verdad adecuada. De lo contrario, no me interesa y lo ignoro. Esto puede entroncar con aquella máxima del periodismo sensacionalista de que 'no dejen que la realidad ensombrezca una buena noticia'.

La verdad que cada uno quiere es un asunto delicado que puede emponzoñar periódicos y laboratorios

Los profesionales del periódico tienen, sin duda, una labor difícil para mantener en buen estado el nombre del periódico. Supongo que tienen su manual de actuación y los controles adecuados para evitar que se les cuelen falsedades. Pero en un mundo inundado de noticias, muchas de ellas falsas de solemnidad, o al menos sesgadas, no debe resultar fácil la labor. Y por supuesto, en ocasiones, se trata de una actividad peligrosa. La búsqueda de la verdad siempre ha entrañado riesgos y es larga la lista de asesinados o represaliados por ello a lo largo de la historia.

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En realidad, en todas las actividades humanas subyace un interés por aflorar la verdad. Por supuesto, es así también en la ciencia. Nuestro trabajo consiste en ir iluminando asuntos que estaban en la sombra, y explicarlos. Se trata de ir encontrando verdades, si no permanentes, si lo suficientemente sólidas para durar un tiempo. Al igual que en el periódico, no está exenta la ciencia de peligros para adaptar los descubrimientos a los intereses particulares. Recuerden la reciente pandemia y las idas y venidas sobre el virus y sus remedios. O las inconsistencias sobre si la mantequilla, o los huevos, son un veneno o la panacea para nuestro organismo.

La verdad que cada uno quiere es un asunto delicado que puede emponzoñar tanto los periódicos como los laboratorios. En el nuestro, llevamos muchas décadas realizando experimentos contratados por empresas. El mecanismo es simple. Hay un problema que quiere resolverse y planeamos y realizamos un experimento que da unos resultados. En base a lo que sale, se elabora un informe que puede, o no, estar alineado con los deseos de la empresa que realiza el encargo. De hecho, es bastante común que lo que encontremos no sea lo que esperaban. Conocer la verdad es siempre un bien preciado, y más aún si eres el primero en saberlo antes de que sean otros quienes te lo digan. Las cosas están cambiando también en esto y no es raro que ahora, al encargar un estudio, te digan lo que quieren que salga. ¡Craso error! Yo no sé de antemano lo que saldrá, tendremos que hacer las mediciones y entonces ya veremos. La verdad encontrada se ajustará, o no, a la verdad esperada. Por si las moscas, siempre pongo por delante que nuestros estudios buscan la verdad, sea esta la que sea.

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Volviendo al periódico, leo a su director clamando en el desierto de la incomprensión de los políticos e imagino cuán difícil será adecuar la verdad periodística a la verdad deseada de cada uno de ellos. Mi modesta sugerencia es que vayamos adecuando nuestras verdades a la realidad. Y mi deseo es que nuestro querido diario siga haciendo gala de su nombre durante mucho tiempo.

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