Lo bueno de trabajar en Madrid es que uno encuentra flora y fauna de todos los rincones de España, incluso de aquellos que están en ... el córner opuesto de la Región y se tarda más en llegar en coche a ellos que en coger un vuelo a Nueva York.

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En ese cajón se encuentran nuestros compatriotas del noroeste, y una asturiana es precisamente la protagonista de la anécdota que procedo a relatarles. Supongo que lo han visto en las noticias con cierto escepticismo, pero este año en Madrid hace calor. Exactamente el mismo que todos y cada uno de los años en Murcia capital o en Cartagena a partir de julio, que en el termómetro de Juan XXIII marca 50ºC sin demasiado esfuerzo bastantes más días de lo que la salud debiera permitirlo. Vamos, que en la capital estamos viviendo como algo apocalíptico y extraordinario lo que en Murcia es algo ordinario y rutinario.

La asturiana que les decía, en una de las infinitas conversaciones que hay sobre que efectivamente en verano el sol no apremia (¡sorpresa!), me contó algo que me dejó estupefacta. Decía que nunca en su vida había visto un ventilador colgado del techo... y preguntaba si era seguro o no y qué clase de personas tenían uno en su habitación.

Habrán experimentado alguna vez tratando con extranjeros que a veces en la traducción de los mensajes se pierde mucho contenido, pero sobre todo se entremezcla con el significado que cada uno de nosotros le damos a cada palabra o experiencia. Por ejemplo, en España es impensable que las familias no coman juntas si están en una misma casa, por tanto 'la comida' en español no solo implica el acto de alimentarse, sino también la connotación del evento social en el que se comparten vivencias y experiencias alrededor del plato. En culturas en las que socialmente está muy aceptada la presencia de la religión en prácticamente todo, decir «le pido a Dios que con su misericordia me ayude» en una conversación banal no es algo propio de un ultracatólico con problemas de adaptación fuera de la iglesia, sino un constructo casi retórico tan equivalente o más a «ojalá algo salga bien».

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Este rollo que les acabo de contar es el preámbulo de la constatación de que los seres humanos nos entendemos por el lenguaje, pero también por las vivencias y las costumbres comunes. Compartir códigos vivenciales, culturales o hasta gastronómicos nos une como sociedad y como grupo mucho más que cualquier ley administrativa que diga que pertenecemos a una región, país o continente determinado. Por ejemplo, por mucho independentismo que haya en Cataluña o en el País Vasco, que todos los jóvenes de ambas regiones hayan crecido viendo 'Los Serrano' o cualquier otra serie de culto española les une más a nosotros que cualquier diferencia que se inventen sus gobernantes. Que en cada rincón de España se haga tortilla de patata o que en todos los bares haya ensaladilla rusa es hacer país, o que comamos todos dos horas más tarde que cualquier europeo medio nos convierte en una sociedad mucho más unitaria que el paraguas de cualquier bandera.

Por eso me resulta absolutamente fascinante que vivamos en un país en el que elementos que para muchos de nosotros forman parte de nuestra cultura popular sin ningún tipo de ambages (porque, ¿cuántos de ustedes no han tenido en alguna de las casas en las que han vivido un ventilador de techo con aspas que gradúa su intensidad tirando de la cuerdecita?) sean, sin embargo, tan extraños para otros españoles que casi lo vean como una cosa tercermundista que solo aparece en los documentales de colegios destruidos de niños africanos.

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Entiendo que la vivencia de esta asturiana con el ventilador es la misma que la nuestra con la calefacción central en los edificios o con no salir de casa sin paraguas; pero aun así sorprende tanto que dos personas tan nítidamente españolas tengamos experiencias vitales tan sumamente diferentes que parece que hemos vivido infancias en planetas paralelos.

Supongo que esa es la riqueza de España: serlo prácticamente todo sin dejarnos nada. No sabía que un ventilador diera para reflexionar sobre la patria, pero unas cuantas columnas después aquí estamos.

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Por cierto, ¿les han dicho ya que hace calor en Madrid? Se lo comento por si aún no lo habían leído.

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