Murcia es región de talentos, aunque el cazurro grite más, aunque trascienda mucho antes la diablura del mentecato. Hoy merece una corona de laurel todo lector de temas filosóficos. Ha llegado a las librerías como novedad 'De la aurora' (Alianza, 2021), «el libro de la ... vida» de María Zambrano (1904-1991). Más bien «el libro de una vida», como afirma en su interesantísima introducción la murciana Victoria Clemente Legaz, que nos propone una aproximación rebosante de generosidad y deslumbramiento por la «filósofa de la esperanza». Hace constar Clemente, con sublime capacidad de síntesis, que María Zambrano es «símbolo de vida y mantiene al ser abierto. Es amor y es conocimiento, y en la medida que ambas sean posibles podremos ir 'volviendo al corazón a su sitio'». Todos necesitamos amanecer, volver a ser, después de liberarnos de esos otros mundos que encierra la noche. La filósofa ahonda en este ensayo en sus pensamientos con necesidad de entendimiento. Es verdad, como plantea, que si la eternidad se nos ofreciese desde el principio no habría lugar a equívocos ni a cuestionarnos tanto la razón y los sentires. Y, ¿cómo no cavilar ante lo que nos rodea?
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La Aurora, como cualquiera puede percibir, es «la que huye cuando es percibida, la que no quiere tener cuerpo». Y también es el «verdadero y sutil fuego de amor» que nos lleva a la luz, que deshace las tinieblas.
«La sombra aparecida en los cielos hubo de ser –reflexiona la exiliada malagueña– el primer y primordial fenómeno que despertó el ansia de conocimiento en el habitante de este planeta sombrío, que absorbe la luz solar y que solo en modo imprevisible, y por ello tan «natural», la devuelve: en los colores, en las manchas de sol y la sombra de plantas y animales; solo el hombre es como una columna que, ya en su forma, aspira a la regularidad de un cuerpo geométrico. Y en su figura, a la soledad».
En este libro encontramos a una Zambrano que, como toda criatura que experimenta los misterios de la vida, tiende a buscar la verdad que pueda existir entre cielo y tierra. Y son tantos como queramos ver, o sentir. Es este un soberbio ejercicio de interpretación de este «áspero» lugar que nos alberga, al que la intelectual, primera mujer que ganó el Premio Cervantes, llama «lugar de la discontinuidad»: «Noche y día, invierno y verano, sueño y vigilia se conjugan, y no hay declinación, no hay ocaso».
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El volumen, tan estudiado por 'zambranistas' como Rogelio Blanco y J. Moreno Sanz, viene a ser, incide Victoria Clemente Legaz, un producto nacido «de la más pura contemplación». La aurora, triunfante siempre, es la llama que enciende la vida.
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