La vida actual, en sus múltiples parcelas, va convirtiéndose, por causa de la globalización, en el escenario donde se desarrolla un espectáculo continuo en el ... que determinados individuos pasan a representar el papel de actores principales. Y ocurre que hay avispados que, habiendo conseguido cierto grado de perfección, fama y ascendencia en algunas parcelas de este espectáculo, las utilizan para brillar en otras y, de paso, obtener beneficios económicos, pues hoy, como siempre, todo lo mueve el dinero y los intereses mercantiles, aunque se disfracen con ropajes dispares, incluidos los del arte, la solidaridad y el humanitarismo. En la sociedad del espectáculo, cuyos métodos se infiltran en muchas de las profesiones liberales y forman parte de las actividades artísticas, se funciona por ósmosis. Es fácil pasar de una a otra mediante el éxito obtenido en la primera.
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Y así, hay deportistas que se hacen bodegueros o actúan de modelos luciendo el palmito conseguido con sus regates en los campos de fútbol o sus raquetazos en las canchas de tenis, intentando que sus seguidores de la raqueta, la pelota, el volante de un automóvil o el manillar de una bicicleta compren las colonias, los libros (perdón, libros pocos), los vinos, los trajes de alta costura o vistan los calzoncillos que anuncian con auténtico desparpajo. Hay casos paradigmáticos como el de Camilo José Cela, cuyo prestigio radicaba en haber escrito libros como el inolvidable 'Viaje a la Alcarria', y más tarde dio en anunciar las guías viajeras de la empresa Campsa. Más normal resulta que actrices y actores se conviertan en anunciantes publicitarios, pues al fin y al cabo no abandonan el mundo del espectáculo al que pertenecen, aunque el asunto de fondo sigue siendo el mismo: el fomento del consumismo y el mercadeo.
Es muy repetido que personas condenadas a la cárcel por delitos de saqueo contra bienes públicos o privados salgan de ella con la reputación social intacta y el propósito de publicar un libro con el relato de sus experiencias, por lo común escrito por un 'negro literario'. Estos presos de la Justicia aspiran al crédito social de los buenos escritores, y lo peor es que algunos de tales libros se compran como rosquillas por un público ávido de morbo y cotilleo. Así ocurrió con Mario Conde, el Dioni y el Lute. Yo estoy esperando que Isabel Pantoja, que antaño visitó la cárcel, escriba el suyo y de resultas le den un programa de libros en la televisión, el Premio Cervantes o le ofrezcan rodar una película financiada por Bollywood sobre este episodio de su vida. Y, puestos en la pendiente de las malas noticias, sospecho que puede ocurrir lo mismo con Bárcenas, Zarrías, Francisco Granados y con Urdangarín y Rato.
Otros influyentes aprovechan su dedicación exitosa a la sociedad civil para escalar puestos en la política. Hay numerosos jueces, militares y profesores que, habiendo alcanzado notoriedad en su profesión, aprovechan la celebridad legítimamente obtenida para acceder a la política y pasar a esta otra actividad, parece que más atractiva y mejor remunerada, a fin de ser consejeros, diputados o cualesquiera de los puestos prebendarios que los partidos ponen a disposición de sus fieles. No hablo del derecho a hacer lo que hacen, que por supuesto tienen, sino a la penosa imagen que ofrecen a los ojos de la ciudadanía.
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Creo que los futbolistas deberían esforzarse en ser buenos futbolistas y los banqueros en hacer bien su oficio, llevar correctamente las cuentas y evitar involucrar a sus clientes en dudosas operaciones financieras. Pero aquí, en España, tenemos el convencimiento de que se puede ser especialista en todo con solo poseer mando o influencia sobre otros, desparpajo, soltura y numerosos seguidores. 'Zapatero a tus zapatos', decía el refrán, certero en este caso. Pero no. Bastantes deportistas posan como penosos modelos de alta costura; hay cantantes que desembocan en presentadores de televisión, los corredores de motos anuncian marcas de yogur (qué tendrá que ver el yogur con la velocidad) y los futbolistas promocionan novedosas ofertas para jugar al póker en internet, algunos jueces derivan en políticos, los políticos en asesores de bancos y empresas, y algunos asesores de empresa y políticos en reclusos de una cárcel. Lo mismo ocurre con el locutor o locutora guaperas que quiere dar en novelista o actor de cine, y el actor en diputado y el diputado en lobista de una compañía bancaria o estar sentado en el consejo de administración de una multinacional de la construcción o las finanzas.
Así no vamos a ninguna parte, salvo a confundir al personal haciendo mal aquello para lo que no se está preparado y poniendo en descrédito dedicaciones, como la referida al desempeño de la actividad política, que por su propia esencia exige estar limpios de polvo y paja.
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