Andábamos guasapeando Aitor y yo sobre su trabajo y mi última columna cuando en un segundo la liviandad se tornó trascendencia y acabé compartiéndole los ... versos de Porfirio Barba Jacob quien, con tanto acierto y mejor pluma, poetizó los vaivenes humanos, esos que nos llevan a días móviles, fértiles, lúbricos, sórdidos, plácidos y lúgubres hasta alcanzar en el que «levamos anclas para jamás volver... Un día en que discurren vientos ineluctables. ¡Un día en que ya nadie nos puede retener!». Busquen la 'Canción de la vida profunda' de este colombiano de nariz gigante y quijada memorable, contemporáneo de Machado y Unamuno, que cambiaba de nombre según su estado de espíritu y en la que puso en tinta sobre blanco su visión del mundo y la robustez del alma en el dolor de la vida.
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Esa tarde mi amigo me recordó que es posible combatir la debilidad con bombones y buen jamón; yo le hablé de Colombia y de mi viaje a La Miel. La tarde en que llegué a ese río que nace en el departamento de Caldas para morir en el Magdalena sus aguas eran transparentes y calmadas; al amanecer se tornaron furiosas y de color marrón. «No todo está disponible y nada lo estará para siempre», me dijo Germán, en un intento de calmar mi rabia por no poder salir a navegar y cumplir el plan establecido. Desde entonces, cada vez que todo se tambalea y desbarata recuerdo ese día en ese río, el poema de Jacob, también las enseñanzas de Buda que aseguran que en la impermanencia y la transitoriedad están sintetizados el fin del sufrimiento y el camino al despertar. Y me digo una y otra vez que absolutamente todo lo que sentimos, pasará; que a un momento de dicha le sigue otro de desdicha, a otro de crisis, uno de reconstrucción.
«Todo lo acumulado se dispersará. Todo lo construido se disgregará. Todo lo que está unido se separará. Todo lo que está vivo se morirá», escribió el budista Gampopa allá por el siglo XI en 'El precioso ornamento de la liberación'. La vida es un inmenso mar de posibilidades en el que la corriente puede fluir hacia cualquier dirección, repetirlo una y otra vez es un atajo al éxito y la tranquilidad.
Feliz Navidad. Si les dijera que estas fiestas me gustan estaría faltando a la verdad, tanto consumo loco y desmedido me pone triste, tanta ausencia, mucho más. Lo único permanente es la impermanencia, lo sé, nada es para siempre, lo sé, pero soy de las que sueñan con volver a sentarnos todos los que estuvimos juntos al calor de la chimenea y al son de los villancicos una Nochebuena más.
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